jueves, 26 de julio de 2007

Guerrero caido

CAPITULO 5 - GUERRERO CAIDO

-¿Hagrid?
Harry luchaba por levantarse el mismo de los restos de metal y cuero que le rodeaban; sus manos se hundieron en unos centímetros de agua lodosa cuando intentó sostenese. No podía entender por qué Voldemort se había marchado y esperaba que surgiera de la oscuridad en cualquier momento. Algo caliente y húmedo goteaba por su barbilla y desde la frente. Salió gateando del estanque y se tambaleó hacia la gran masa oscura del suelo que era Hagrid.
-¿Hagrid? Hagrid, háblame.
Pero la masa oscura no se movía.
-¿Quién está ahí? ¿Eres Potter? ¿Eres Harry Potter?
Harry no reconoció la voz del hombre. Entonces gritó una mujer.
-¡Se han estrellado, Ted! ¡Estrellado en el jardín!
La cabeza de Harry daba vueltas.
-Hagrid, -repitió estúpidamente, y sus rodillas se doblaron.
Lo siguiente que supo fue que estaba tendido sobre su espalda en lo que se sentían como cojines, con una sensación ardiente en las costillas y el brazo derecho. Su diente perdido había vuelto a crecer. La cicatriz de su frente todavía estaba latiendo.
-¿Hagrid?
Abrió los ojos y vio que estaba tendido en un sofá de un salón desconocido e iluminado. Su mochilla yacía en el suelo a corta distancia, húmeda y embarrada. Un hombre rubio y barrigón estaba observando ansiosamente a Harry.
-Hagrid está bien, hijo, -dijo el hombre- mi esposa le está atendiendo ahora. ¿Cómo te sientes? ¿Alguna otra cosa rota? Te arreglé las costillas, el diente, y el brazo. Soy Ted, por cierto, Ted Tonks... el padre de Dora.
Harry se sentó demasiado rápidamente. Estallaban luces ante sus ojos y se sentía enfermo y mareado.
-Voldemort.
-Tranquilo, vamos, -dijo Ted Tonks, colocando una mano en el hombro de Harry y empujándole de vuelta contra los cojines-. Ha sido un feo golpe el que acabas de tener. ¿Qué ocurrió, por cierto? ¿Algo fue mal con la moto? Arthur Weasley la comprobó el mismo, él y sus cachivaches muggles.
-No, -dijo Harry, mientras su cicatriz pulsaba como una herida abierta- mortifagos, montones de ellos... nos perseguían...
-¿Mortifagos? -dijo Ted agudamente-. ¿Qué quieres decir, mortifagos? Creía que no sabían que te trasladaban esta noche, creía...
-Lo sabían, -dijo Harry.
Ted Tonks levantó la mirada al techo como si pudiera ver a través de él el cielo de arriba.
-Bueno, ya sabemos que nuestros hechizos protectores aguantan, ¿verdad? No deberían ser capaces de aproximarse en unas cien yardas a la redonda en ninguna dirección.
Ahora Harry entendía por qué Voldemort se había desvanecido; había sido en el punto en que la motocicleta había cruzado la barrera de encantamientos de la Orden. Solo esperaba que estos continuaran funcionando. Imaginó a Voldemort cien yardas por encima de ellos mientras hablaban, buscando una forma de penetrar lo que Harry visualizaba como una gran burbuja transparente.
Bajó las piernas del sofá; tenía que ver a Hagrid con sus propios ojos antes de creer que estaba vivo. No obstante, a penas se había levantado cuando una puerta se abrió y Hagrid pasó apretado por ella, su cara estaba cubierta de barro y sangre, cojeaba un poco pero estaba milagrosamente vivo.
-¡Harry!
Volcando dos delicadas mesas y una planta, cubrió el suelo entre ellos con dos zancadas y empujó a Harry a un abrazo que casi le rompió las recientemente reparadas costillas.
-Caray, Harry, ¿cómo conseguimos salir de esta? Ya creía que estabamos los dos acabados.
-Si, yo también. No puedo creer...
Harry se interrumpió. Acababa de fijarse en la mujer que había entrado en la habitación tras Hagrid.
-¡Tú! -gritó, y sacó la mano del bolsillo, pero esta estaba vacía.
-Tu varita está aquí, hijo, -dijo Ted, golpeando ligeramente con ella el brazo de Harry-. Cayó justo a tu lado, yo la recogí... Y es a mi mujer a la que estás gritando.
-Oh, yo... lo siento.
Cuando entró en la habitación, el parecido de la Señora Tonks con su hermana Bellatrix se volvió menos pronunciado. su pelo era de un ligero y suave castaño y sus ojos eran más grandes y más amables. No obstante, parecía un poco arrogante tras la exclamación de Harry.
-¿Qué le ocurrió a nuestra hija? -preguntó-. Hagrid dice que caísteis en una emboscada; ¿dónde está Nymphadora?
-No sé, -dijo Harry-. No sabemos lo que ocurrió con nadie más.
Ella y Ted intercambiaron miradas. Una mezcla de miedo y pesar asaltó a Harry a la vista de sus expresiones; si algunos de los otros había muerto, era culpa suya, todo culpa suya. Había consentido con el plan, les había dado su pelo...
-El Traslador, -dijo, recordándolo todo de repente-. Tenemos que volver a la Madrigera y averiguar... entonces podremos enviarles noticias, o... o lo hará Tonks, una vez...
-Dora estará bien, -dijo Ted-. Conoce su trabajo, ha estado en bastantes situaciones apuradas con los Aurores. El Traslador está aquí. -añadió para Harry-. Se supone que se marcha en tres minutos, si queréis cogerlo.
-Si, lo haremos, -dijo Harry. Agarró su mochila, poniéndosela al hombro-. Yo...
Miró a la Señora Tonks, deseando disculparse por el estado de terror en que la dejaba y del cual se sentía tan terriblemente responsable, pero no se le ocurrió ninguna palabra que no le hiciera parecer hueco e insincero.
-Le diré a Tonks... Dora... que envie noticias, cuando... Gracias por parchearnos, gracias por todo, yo...
Se alegró de abandonar la habitación y seguir a Ted Tonks a los largo del corto pasillo hasta el interior de un dormitorio. Hagrid vino tras ellos, agachándose para evitar golpearse la cabeza con el dintel de la puerta.
-Ahí tienes, hijo. Ese es el Traslador.
El Señor Tonks estaba señalando a un pequeño cepillo bañando en plata posado sobre el vestidor.
-Gracias, -dijo Harry, extendiendo la mano para poner un dedo sobre él, listo para marchar.
-Espera un momento, -dijo Hagrid, mirando alrededor-. ¿Harry, dónde está Hedwig?
-Ella... la alcanzaron, -dijo Harry.
La comprensión le golpeó. Se sintió avergonzado de sí mismo cuando las lágrimas empañaron sus ojos. La lechuza había sido su compañera, su único vínculo con el mundo mágico siempre que se había visto forzado a volver a la casa de los Dursley.
Hagrid extendió una gran mano y le palmeó dolorosamente el hombro.
-No importa, -dijo roncamente-. No importa. Tuvo una buena y larga vida...
-¡Hagrid! -dijo Ted Tonks como advertencia cuando el cepillo resplandeció de un brillante azul, y Hagrid colocó su dedo índice sobre él justo a tiempo.
Con un tirón detrás del ombligo, como si un gancho invisible le arrastrara hacia adelante, Harry fue empujado a la nada, girando incontrolablemente, su dedo pegado al Traslador mientras él y Hagrid se alejaban del Señor Tonks. Segundos después, los pies de Harry golpearon tierra dura y cayó sobre manos y rodillas en el patio de la Madriguera. Oyó gritos. Tirando a un lado el cepillo que ya no brillaba, Harry se puso en pie, tambaleándose ligeramente, y vio a la Señora Weasley y a Ginny corriendo por los escalones de la puerta de atrás mientras Hagrid, que también se había derrumbado al aterrizar, se ponía laboriosamente en pie.
-¿Harry? ¿Eres el auténtico Harry? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los demás? -gritó la Señora Weasley.
-¿Qué quiere decir? ¿Nadie más ha vuelto? -jadeó Harry.
La respuesta estaba claramente grabada en la cara pálida de la Señora Weasley.
-Los mortifagos estaban esperándonos, -le dijo-. Nos rodearon en el momento en que despegamos... sabían que era esta noche... no sé que pasó con los demás, cuatro de ellos nos persiguieron, y todo lo que pudimos hacer fue huir, y entonces Voldemort dio con nosotros...
Podía oir la nota autojustificativa en su voz, la súplica para que entendiera por qué no sabía qué les había pasado a sus hijos pero...
-Gracias a dios que tú estás bien, -dijo, empujándole a un abrazo del que no se sentía merecedor.
-¿No tendrás algo de brandy, verdad, Molly? -preguntó Hagrid un poco tembloroso-. ¿Por propósitos medicinales?
Podía haberlo convocado con mágica, pero cuando se apresuró a volver a la encorvada casa, Harry supo que quería esconder la cara. Se giró hacia Ginny y ella respondió a su súplica silenciosa de información al instante.
-Ron y Tonks deberían haber vuelto primero, pero perdieron su Traslador, volvió sin ellos, -dijo señalando a una lata de aceite oxidada que descansaba en la tierra cercana-. Y ese, -señaló a una vieja zapatilla deportiva-. debería haber sido el de Papá y Fred, se suponía que serían los segundos. Hagrid y tú erais los terceros, -comprobó su reloj- si lo consiguen, George y Lupin estarán de vuelta en alrededor de un minuto.
La Señora Weasley reapareció llevando una botella de brandy, que ofreció a Hagrid. Él la descorchó y bebió de un trago.
-¡Mamá! -gritó Ginny señalando un punto a varios pies de distancia.
Una luz azul había aparecido en la oscuridad. Se hacía más y más brillante, y Lupin y George aparecieron, girando y después cayendo. Harry supo inmediatamente que algo había ido mal. Lupin estaba sujetando a George, que estaba inconsciente y cuya cara estaba cubierta de sangre.
Harry corrió y agarró las piernas de George. Juntos, él y Lupin llevaron a George a la casa y atravesaron la cocina hasta el salón, donde le tendieron en el sofá. Cuando la luz de la lámpara cayó sobre la cabeza de George, Ginny jadeó y el estómago de Harry se revolvió. Una de las orejas de George había desaparecido. El costado de su cara y cuello estaban empapados de una húmeda y sorprendentemente escarlata sangre.
Tan pronto como la Señora Weasley se inclinó sobre su hijo Lupin agarró a Harry por la parte superior del brazo y le arrastró, no muy gentilmente, de vuelta a la cocina, donde Hagrid todavía estaba intentando pasar por la puerta de atras.
-¡Eh! -dijo Hagrid indignado-. ¡Suéltale! ¡Suélta a Harry!
Lupin le ignoró.
-¿Qué criatura se sentaba en la esquina la primera vez que Harry Potter visitó mi oficina en Hogwarts? -dijo, dando a Harry una pequeña sacudida-. ¡Respóndeme!
-¿Un... un grindylow en un tanque, verdad?
Lupin soltó a Harry y cayó hacia atrás contra un armario de la cocina.
-¿A que ha venido eso? -rugió Hagrid.
-Lo siento, Harry, pero tenía que comprobarlo, -dijo Lupin tensamente-. Hemos sido traicionados. Voldemort sabía que te trasladabamos esta noche y las únicas personas que podían habérselo dicho estaban directamente involucradas en el plan. Podrías haber sido un impostor.
-¿Y por qué no me compruebas a mí? -jadeó Hagrid, todavía luchando con la puerta.
-Tú eres medio gigante, -dijo Lupin, levantando la mirada hacia Hagrid-. La Poción Multijugos está diseñada solo para uso humano.
-Ninguno de los miembros de la Orden le habría dicho a Voldemor que nos movíamos esta noche, -dijo Harry. La idea le resultaba aterradora, no podía creerlo de ninguno de ellos-. Voldemort solo dio conmigo al final, no sabía cual era yo al principio. Si hubiera estado al tanto del plan habría sabido desde el principio que yo era el que estaba con Hagrid.
-¿Voldemort te encontró? -dijo Lupin agudamente-. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo escapaste?
Harry explicó como el mortifago que les perseguí había parecido reconocerle como el auténtico Harry, como habían abandonado la persecución, cómo debían haber convocado a Voldemort, que apareció justo antes de que Hagrid y él alcanzaran el santuario de la casa de los padres de Tonks.
-¿Te reconocieron? ¿Pero cómo? ¿Qué hiciste?
-Yo... -Harry intentó recordar, todo el viaje parecía un borrón de pánico y confusión-. Vi a Stan Shunpike... Ya sabes, el tipo que conducía el Autobus Noctámbulo. E intenté desarmarle en vez de... bueno, él no sabía lo que estaba haciendo, ¿verdad? ¡Debe estar bajo la Maldición Imperius!
Lupin parecía consternado.
-¡Harry, el tiempo de Desarmar ha pasado! ¡Esta gente está intentando capturarte y matarte! ¡Al menos utiliza Desmanium si no estás preparado para matar!
-¡Estabamos a cientos de metros de altura! ¡Stan no era él mismo, y si le hubiera hecho el Encantamiento Aturdidor y hubiera caído, había muerto lo mismo que si hubiera utilizado Avada Kedavra! Expelliarmus me salvó de Voldemort hace dos años, -añadió Harry desafiantemente. Lupin le estaba recordando al burlón Hufflepuff Zacharias Smith, que se había mofado de Harry por querer enseñar al Ejército de Dumbledore como Desarmar.
-Si, Harry, -dijo Lupin con dolorosa contención-. ¡y un gran número de motifagos vieron como ocurrió! Perdóname, pero fue un movimiento muy poco habitual entonces, bajo la inminente amenaza de muerte. ¡Repetirlo esta noche delante de mortifagos que o presenciaron u oyeron hablar de la primera ocasión fue casi un suicidio!
-¿Así que crees que debería haber matado a Stan Shunpike? -dijo Harry furiosamente.
-¡Por supuesto que no, -dijo Lupin- pero los mortifagos... ¡francamente, la mayoría de la gente!... habrían esperado que respondieras al ataque! ¡Expelliarmus es un hechizo útil, Harry, pero los mortifagos parecen creer que es tu firma personal, y te urjo a no dejar que eso ocurra!
Lupin estaba haciendo sentir a Harry como un idiota, y aún así todavía había un grado de desafío en su interior.
-No voy a sacar a la fuerza la gente fuera de mi camino solo porque estén ahí, -dijo Harry-. Eso es cosa de Voldemort.
La réplica de Lupin se perdió. Consiguiendo finalmente atravesar la puerta, Hagrid fue hasta una silla y se sentó; esta se derrumbó bajo él. Ignorando su mezcla de disculpas y juramentos, Harry se dirigió de nuevo a Lupin.
-¿George se recuperará?
Toda la frustración de Lupin con Harry pareció desapareció ante la pregunta.
-Eso creo, aunque no hay forma de reemplazar su oreja, no cuando ha sido arrancada por un maldición.
Se oyeron unos roces fuera. Lupin se lanzó a la puerta trasera, Harry saltó sobre las piernas de Hagrid y entró corriendo en el patio.
Dos figuras habían aparecido en el patio, y mientras Harry corría hacia ellas comprendió que eran Hermione, ahora de vuelta a su apariencia normal, y Kinsgley, ambos aferrados a una percha doblada. Hermione se lanzó a los brazos de Harry, pero Kingsley no mostró ningún placer ante la visión de ninguno de ellos. Sobre el hombro de Hermione Harry le vio alzar su varita y apuntar al pecho de Lupin.
-¡Las últimas palabras que Albus Dumbledore nos dirigió a los dos!
-Harry es la mejor esperanza que tenemos. Confiad en él, -dijo Lupin tranquilamente.
Kingsley giró su varita hacia Harry, pero Lupin dijo,
-¡Es él, lo he comprobado!
-¡Muy bien, muy bien! -dijo Kingsley, metiendo su varita de vuelta bajo su capa-. ¡Pero alguien nos traicionó! ¡Lo sabían, sabían que era esta noche!
-Eso parece, -replicó Lupin- pero aparentemente no sabían que habría siete Harrys.
-¡Menudo alivio! -gruñó Kingsley-. ¿Quién más ha vuelto?
-Solo Harry, Hagrid, George, y yo.
Hermione ahogó un pequeño gemido tras su mano.
-¿Qué os pasó a vosotros? -preguntó Lupin a Kingsley.
-Nos siguieron cinco, herí a dos, puede que matara a uno, -soltó Kingsley- y vimos a Quien-tu-ya-sabes tambien, se unió a la caza a medio camino aunque se desvaneció bastante rápidamente. Remus, puede....
-Volar, -ayudó Harry-. Yo le vi también, vino a por Hagrid y por mí.
-Así que por eso se desvaneció. ¿Pero que le hizo cambiar de objetivo?
-Harry se comportó un poco demasiado amablemente con Stan Shunpike, -dijo Lupin.
-¿Stan? -repitió Hermione-. ¿Pero yo creía que estaba en Azkaban?
Kingsley dejó escapar una risa pesarosa.
-Hermione, obviamente ha habido una fuga en masa que el Ministerio ha encubierto. La capucha de Travers cayó cuando le maldije, se suponía que estaba dentro también. ¿Pero qué te pasó a ti, Remus? ¿Dónde está George?
-Perdió una oreja, -dijo Lupin.
-¿Perdió una.. ? -repitió Hermione con voz aguda.
-Cosa de Snape, -dijo Lupin.
-¿Snape? -gritó Harry-. No dijiste...
-Perdió la capucha durante la persecucion. Sectumsempra siempre fue la especialidad de Snape. Desearía poder decir que le volví el favor, pero todo lo que pude hacer fue mantener a George sobre la escoba después de que resultara herido, estaba perdiendo demasiada sangre.
El silencio cayó entre los cuatro mientras miraban al cielo. No había ningún signo de movimiento, las estrellas estaban fijas, sin parpadear, indiferentes, sin quedar oscurecidas por amigos en vuelo. ¿Dónde estaba Ron? ¿Dónde estaban Fred y el Señor Weasley? ¿Dónde estaban Bill, Fleur, Tonks, Ojoloco, y Mundungus?
-¡Harry, échame una mano! -llamó Hagrid roncamente desde la puerta, en la que estaba atascado de nuevo. Contento de hacer algo, Harry le liberó, atravesó la cocina vacía y volvió al salón, donde la Señora Weasley y Ginny todavía estaban atendiendo a George. La Señora Weasley ya había detenido la hemorragia, y a la luz de la lámpara Harry vio una limpia herida abierta donde había estado la oreja de George.
-¿Cómo está?
La Señora Weasley miró alrededor y dijo.
-No puedo hacerla crecer, no cuando ha sido arrancada con Magia Oscura. Pero podría haber sido mucho peor... Está vivo.
-Si, -dijo Harry-. Gracias a Dios.
-¿He oído a alguien más en el patio? -preguntó Ginny.
-Hermione y Kingsley, -dijo Harry.
-Menos mal, -susurró Ginny. Se miraron el uno al otro. Harry deseaba abrazarla, sujetarla, ni siquiera le importaba mucho que la Señora Weasley estuviera allí, pero antes de poder llevar a cabo el impulso, se produjo un gran estrépito en la cocina.
-¡Probaré quien soy, Kingsley, después de haber visto a mi hijo, ahora apártate de mi camino si sabes lo que te conviene!
Harry nunca antes había oído al Señor Weasley gritar así. Irrumpió en el salón, su calva brillaba por el sudor, sus gafas estaban torcidas, Fred iba justo tras él, ambos pálidos pero ilesos.
-¡Arthur! -sollozó la Señora Weasley-. ¡Oh, gracias a Dios!
-¿Cómo está?
El Señor Weasley cayó de rodillas junto a George. Por primera vez desde que Harry le conocía, Fred parecía haberse quedado sin palabras. Jadeó sobre el respaldo del sofá ante la herida de su gemelo como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
Quizás alterado por el sonido de la llegada de Fred y su padre, George se movió.
-¿Cómo te sientes, Georgie? -susurró la Señora Weasley.
Los dedos de George tanteron el costado de su cabeza.
-Bendecido, -murmuró.
-¿Qué le pasa? -croó Fred, con aspecto aterrado-. ¿Si mente se vio afectada?
-Bendecido, -repitió George, abriendo los ojos y mirando a su hermano-. Ves... Santificado. Agujereado, Fred, ¿verdad? (nota*= juego de palabras holy=santificado y holey=agujereado, suenan de forma muy parecida)
La Señora Weasley sollozó más fuerte que nunca. El color fluyó a la cara pálida de Fred.
-Patético, -dijo a George-. ¡Patético! Con el todo un mundo lleno de humor verbal ante tí, ¿vas y haces que te dejen sin oreja?
-Ah, bueno, -dijo George, sonriendo a su madre bañada en lágrimas-. Ahora al menos podrás distinguirnos, Mamá.
Miró alrededor.
-Hola, Harry... ¿eres Harry, verdad?
-Si, soy yo, -dijo Harry, acercándose al sofá.
-Bueno, al menos conseguimos que llegaras bien, -dijo George-. ¿Por qué no están Ron y Bill rondando mi cama de enfermo?
-No han vuelto aún, George, -dijo la Señora Weasley. La sonrisa de George palideció. Harry miró a Ginny y le hizo señas para que le acompañara a la parte de atrás. Mientras atravesaban la cocina ella dijo en voz baja.
-Ron y Tonks deberían haber vuelto ya. No era un viaje largo. La casa de Tía Muriel no está lejos de aquí.
Harry no dijo nada. Había estado intentando mantener el miedo a raya desde que alcanzara la Madriguera, pero ahora este le envolvía, pareciendo arrastrarse por su piel, latiendo en su pecho, cerrando su garganta. Mientras bajaban los escalones de atrás hasta el oscuro patio, Ginny le cogió la mano.
Kingsley se estaba paseando de acá para allá, mirando al cielo cada vez que giraba. A Harry le recordó a Tío Vernon paseándose por el salón hacía un millón de años. Hagrid, Hermione, y Lupin estaba de pie hombro con hombro, mirando hacia arriba en silencio. Ninguno de ellos miró alrededor cuando Harry y Ginny se unieron a su silenciosa vigilia.
Los minutos se estiraron a lo que bien podrían haber sido años. El más ligero soplo de viento les hacía saltar a todos y girarse hacia el arbusto susurrante o el árbol con la esperanza de que uno de los miembros restantes de la Orden pudiera saltar indemne de entre sus hojas.
Y entonces una escoba se materializó directamente sobre ellos y se acercó a gran velocidad a tierra.
-¡Son ellos! -gritó Hermione.
Tonks aterrizó con un patinazo largo que lanzó tierra y guijarros por todas partes.
-¡Remus! -gritó Tonks mientras se bajaban tambaleante de la escoba hasta los brazos de Lupin. La cara de él estaba seria y blanca. Con aspecto de ser incapaz de hablar, Ron tropezó ofuscadamente hacia Harry y Hermione.
-Estáis bien, -balbuceó, antes de que Hermione se abalanzara sobre él y le abrazara firmemente.
-Creí... creí...
-Estoy bien, -dijo Ron, palmeándole la espalda-. Estoy bien.
-Ron estuvo genial, -dijo Tonks cálidamente, renunciando a su agarre sobre Lupin-. Maravilloso. Aturdió a uno de los mortifagos, directo en la cabeza, y cuando apuntas a un objetivo móvil en una escoba en vuelo...
-¿Lo hiciste? -dijo Hermione, levantando la mirada hacia Ron con los brazos todavía alrededor de su cuello.
-Siempre el tono de sorpresa, -dijo él un poco gruñonamente, liberándose-. ¿Somos los últimos en volver?
-No, -dijo Ginny- todavía esperamos a Bill y Fleur y a Ojoloco y Mundungus. Voy a decirles a Mamá y Papá que estás bien, Ron.
Volvió corriendo dentro.
-¿Que os retuvo? ¿Qué pasó? -Lupin sonaba casi furioso con Tonks.
-Bellatrix, -dijo Tonks-. Me tenía tantas ganas a mí como a Harry, Remus. Intentó con empeño matarme. Desearía haber podido alcanzarla, le debo una a Bellatrix. Pero definitivamente herí a Rodolphus... Entonces llegamos a la Casa de la Tia de Ron y perdimos nuestro Traslador y ella se excitó mucho, preocupada por nosotros...
Un músculo saltaba en la mandíbula de Lupin. Asintió, pero parecía incapaz de decir nada más.
-¿Y que os pasó a vosotros? -preguntó Tonks, volviéndose hacia Harry, Hermione, y Kingsley.
Volvieron a relatar las historias de sus propios viajes, pero todo el tiempo la continua la ausencia de Bill, Fleur, Ojoloco, y Mundungus parecía extenderse sobre ellos como escarcha, su mordisco helado más y más duro e imposible de ignorar.
-Voy a tener que volver a Downing Street, debería haber estado allí hace una hora, -dijo finalmente Kingsley, después de una última mirada al cielo-. Hacedme saber cuando vuelven.
Lupin asintió. Con un saludo a los demás, Kingsley se adentró en la oscuridad hacia la verja. Harry creyó oir el más leve de los pop cuando Kingsley Desapareció justo más allá de los límites de la Madriguera.
El Señor y la Señora Weasley llegaron corriendo por los escalones, con Ginny tras ellos. Ambos padres abrazaron a Ron antes de girarse hacia Lupin y Tonks.
-Gracias, -dijo la Señora Weasley- por nuestros hijos.
-No seas tonta, Molly, -dijo Tonks al instante.
-¿Cómo está George? -preguntó Lupin.
-¿Qué le pasa? -interrumpió Ron.
-Perdió...
Pero el final de la frase de la Señora Weasley se vio ahogado por una exclamación general. Un thestral acababa de entrar volando en el campo de visión y aterrizó a unos pocos metros de ellos. Bill y Fleur se deslizaron de su lomo, azotados por el viento pero ilesos.
-¡Bill! Gracias a Dios, gracias a Dios.
La Señora Weasley se adelantó, pero el abrazo que Bill le dio fue mecánico. Mirando directamente a los ojos de su padre, dijo,
-Ojoloco está muerto.
Nadie habló, nadie se movió. Harry sintió como si algo en su interior estuviera cayendo, cayendo a través de la tierra, abandonándole para siempre.
-Lo vimos, -dijo Bill. Fleur asintió, rastros de lágrimas brillaban en sus mejillas a la luz de la ventana de la cocina-. Ocurrió justo después de que rompieramos el círculo. Ojoloco y Dung estaban cerca de nosotros, se dirigían hacia el norte también. Voldemort... puede volar... fue directamente a por ellos. Dung cedió al pánico, le oí gritar, Ojoloco intentó detenerle, pero Desapareció. La maldición de Voldemort dio a Ojoloco de lleno en la cara, cayó hacia atrás de su escoba y... no hubo nada que pudieramos hacer, nada, teníamos a media docena de ellos a nuestra cola...
La voz de Bill se rompió.
-Por supuesto que no podríais haber hecho nada, -dijo Lupin.
Todos se quedaron de pie mirándose unos a otros. Harry no podía entenderlo del todo. Ojoloco muerto, no podía ser... Ojoloco, tan duro, tan valiente, el consumado superviviente...
Al final pareció calar en todo el mundo, aunque nadie dijo nada, que no había razón para esperar ya en el patio, y en silencio siguieron al Señor y la Señora Weasley de vuelta a la Madriguera, y al salón, donde Fred y George estaban riendo juntos.
-¿Qué pasa? -dijo Fred, estudiando sus caras mientras entraban-. ¿Qué ha pasado? ¿Quién...?
-Ojoloco, -dijo el Señor Weasley-. Muerto.
Las sonrisas de los gemelos se convirtieron en muecas de sorpresa. Nadie parecía saber qué hacer. Tonks estaba llorando silenciosamente en un pañuelo. Había estado muy unida a Ojoloco, Harry sabía que era su favorita, su protegida en el Ministerio de Magia. Hagrid, que se había sentado en el suelo en la esquina donde tenía más espacio, estaba dándose ligeros toques en los ojos con un pañuelo del tamaño de un mantel.
Bill se acercó al aparador y sacó una botella de whisky de fuego y algunos vasos.
-Aquí tenéis, -dijo, y con un ondeo de su varita, envió los doce vasos a volar por la habitación hacia cada uno de ellos, sujetando el número trece en alto.
-Por Ojoloco.
-Por Ojoloco, -dijeron todos, y bebieron.
-Por Ojoloco, -repitió Harry, un poco tarde, con un hipo. El whisky de fuego quemó la garganta de Harry. Pareció arder devolviéndole los sentimientos, disipando el entumecimiento y la sensación de irrealidad llenándole de algo parecido al coraje.
-¿Así que Mundungos desapareció? -dijo Lupin, que había vaciado su propio vaso de un trago.
La atmósfera cambió al momento. Todo el mundo parecía tenso, observando a Lupin, a la vez que deseando que siguiera, le pareció a Harry, y temiendo ligeramente lo que podían oir.
-Sé lo que estás pensando, -dijo Bill- y yo me lo pregunté también, de camino aquí, que parecían estar esperándonos, ¿verdad? Pero Mundungus no puede habernos traicionado. No sabían que habría siete Harry, eso les confundió en el momento en que aparecimos, y por si lo has olvidado, fue Mundungus quien sugirió esa pequeña treta. ¿Por qué no iba a contarle la clave del plan? Creo que Dung cedió al pánico, es tan simple como eso. No quería venir en primer lugar, pero Ojoloco le obligó, y Quien-tú-ya-sabes fue directamente a por ellos. Eso es suficiente como para que cualquiera entre en pánico.
-Quien-tu-ya-sabes actuó exactamente como Ojoloco esperaba de él, -resopló Tonks-. Ojoloco dijo que él esperaría que el auténtico Harry estuviera con el más duro y hábil de los Aurores. Perseguiría a Ojoloco primero, y cuando Mundungus les decepcionara iría a por Kingsley...
-Si, y todo eso está muy bien, -exclamó Fleur, pero todavía no explica como sabían que tgasladabamos a Haggy esta noche, ¿verdad? Alguien debe habegles alegtado. A alguien se le escapó la fecha ante un desconocido. Esa es la única explicación para que supiegan la fecha pero no todo el plan.
Miró a todos alrededor, con rastros de lágrimas todavía grabados en su hermosa cara, desafiando silenciosamente a cualquiera de ellos a contradecirla. Nadie lo hizo. El único sonido que rompía el silencio era los hipidos de Hagrid desde detras de su mantel. Harry miró a Hagrid, que acababa de arriesgar su propia vida por salvar la de Harry... Hagrid, a quien amaba, en quien confiaba, quien una vez había sido engañado y había dado a Voldemort información crucial a cambio de un huevo de dragón...
-No, -dijo Harry en voz alta, y todos le miraron sorprendidos. El whisky de fuego parecía haber amplificado su voz-. Quiero decir... si alguien cometió un error -siguió Harry-, y se le escapó algo, sé que no tenía intención de que así fuera. No es culpa de nadie, -repitió de nuevo un poco más alto de lo que usualmente hubiera hablando-. Tenemos que confiar los unos en los otros. Yo confío en todos vosotros, no creo que nadie en esta habitación me vendiera nunca a Voldemort.
Más silencio siguió a sus palabras. Todos le miraban. Harry se sentía un poco acalorado otra vez, y bebió más whisky por hacer algo. Mientras bebía, pensaba en Ojoloco. Ojoloco siempre se estaba quejando de la tendencia de Dumbledore a confiar en la gente.
-Bien dicho, Harry, -dijo Fred inesperadamente.
-Si, oído, oído, -dijo George con una mirada de reojo a Fred cuya comisura de la boca estaba retorcida.
Lupin mostraba una expresión rara cuando miró a Harry. Era casi de lástima.
-¿Crees que soy un tonto? -exigió Harry.
-No, creo que eres como James, -dijo Lupin- que habría considerado una absoluta deshonra recelar de sus amigos.
Harry sabía adonde quería llegar Lupin: a que su padre había sido traicionado por su amigo Peter Pettigrew. Se sintió irracionalmente furioso. Quería discutir, pero Lupin ya se había alejado de él, dejado su vaso en una mesita, y se dirigía a Bill.
-Hay trabajo que hacer. Puedo pedírselo a Kingsley si...
-No, -dijo Bill al instante-. Yo lo haré, iré.
-¿Qué hacéis? -dijeron Tonks y Fleur juntas.
-El cuerpo de Ojoloco, -dijo Lupin-. Tenemos que recuperarlo.
-¿No puede...? -empezó la Señora Weasley con una mirada invitadora hacia Bill.
-¿Esperar? -dijo Bill-. No a menos que prefieras que los mortifagos se lo lleven.
Nadie habló. Lupin y Bill dijeron adios y salieron.
El resto se dejó caer en sillas, todos excepto Harry, que permaneció de pie. La premura y plenitud de la muerte les acompañaba como una presencia.
-Yo tengo que irme también, -dijo Harry.
Diez pares de ojos sobresaltados le miraron.
-No seas tonto, Harry, -dijo la Señora Weasley-. ¿De qué estás hablando?
-No puedo quedarme aquí.
Se frotó la frente; le picaba de nuevo, no le había dolido así en un año.
-Todos estáis en peligro mientras yo esté aquí. No quiero...
-¡No seas tan tonto! -dijo la Señora Weasley-. El objetido de todo lo de esta noche era traerte aquí a salvo, y gracias a Dios funcionó. Y Fleur ha estado de acuerdo en casarse aquí en vez de en Francia, arreglaremos algo para que podamos quedarnos todos juntos y vigilarte...
Ella no lo entendía; estaba haciéndole sentir peor, no mejor.
-Si Voldemort averigua que estoy aquí...
-¿Pero por qué iba a hacerlo? -preguntó el Señor Weasley.
-Hay una docena de lugares en los que podrías estar ahora, Harry, -dijo el Señor Weasley-. No tiene forma de saber en que casa segura estás.
-¡No es por mí por quien estoy preocupado! -dijo Harry.
-Eso lo sabemos, -dijo el Señor Weasley tranquilamente-, pero haría que nuestros esfuerzos de esta noche parecieran bastante inútiles si te marcharas ahora.
-Tú no vas a ninguna parte, -gruñó Hagrid-. Caray, Harry, ¿después de todo lo que hemos pasado para traerte aquí?
-¿Si, qué hay de mi oreja sangrante? -dijo George, incorporándose en los cojines.
-Lo sé...
-Ojoloco no querría...
-¡LO SÉ! -gritó Harry a pleno pulmón.
Se sentía asediado y chantajeado. ¿Creían que no sabía lo que habían hecho por él, no entendían que era esa era precisamente la razón por la que quería marcharse ahora, antes de que tuvieran que sufrir más por su culpa? Se hizo un largo y torpe silencio en el que su cicatriz continuó picando y latiendo, y que fue roto al fin por la Señora Weasley.
-¿Dónde está Hedwig, Harry? -dijo coaxingly-. Podemos ponerla con Pidwidgeon y darle algo de comer.
Sus entrañas se apretaron como un puño. No podía decirle la verdad. Se bebió lo que quedaba del whisky para evitar responder.
-Espera a que la gente se entere de que lo hiciste de nuevo, Harry, -dijo Hagrid-. !Escapar de él, luchar con él cuando estaba justo encima de nosotros!
-No fui yo, -dijo Harry rotundamente-. Fue mi varita. Mi varita actuó por su cuenta.
Después de unos momentos, Hermione dijo gentilmente,
-Pero eso es imposible, Harry. Quieres decir que hiciste magia sin pretenderlo; reaccionaste instintivamente.
-No, -dijo Harry-. La moto estaba cayendo, yo no podía decir donde estaba Voldemor, pero mi varita giró en mi mano y le encontró y le disparó un hechizo, ni siquiera fue un hechizo que yo reconociera. Nunca antes había hecho que aparecieran llamas doradas.
-Con frecuencia -dijo el Señor Weasley-, cuando estamos en una situación bajo presión podemos producir magia con la que nunca habríamos soñado. Los niños pequeños lo averiguan a menudo, antes de ser entrenados.
-No fue así, -dijo Harry apretando los dientes. Su cicatriz estaba ardiendo. Se sentía furioso y frustrado; odiaba la idea de que todos imaginaran que tenía poder para igualar a Voldemort.
Nadie decía nada. Sabía que no le creían. Ahora que lo pensaba, nunca antes había oído hablar de una varita que hiciera magia por sí misma.
Su cicatriz parecía chamuscar, hizo todo lo que pudo por no gemir en voz alta. Murmurando algo sobre tomar aire fresco, dejó el vaso y abandonó la habitación.
Cuando cruzaba el patio, el gran thestral esquelético levantó la mirada... batiendo sus enormes alas de murciélago, después volvió a su pasto. Harry se detuvo en la verja del jardín, mirando hacia afuera a las plantas demasiado crecidas, frotándose la frente palpitante y pensando en Dumbledore.
Dumbledore le habría creído, lo sabía. Dumbledore habría sabido cómo y por qué la varita de Harry había actuado independientemente, porque Dumbledore siempre tenía respuestas; sabía de varitas, había explicado a Harry la extraña conexión que existía entre su varita y la de Voldemort.... Pero Dumbledore, como Ojoloco, como Sirius, como sus padres, como su pobre lechuza, todos se habían marchado a donde Harry no podría volver a hablar nunca con ellos. Sintió un ardor en la garganta que no tenía nada que ver con el whisky de fuego.
Y entonces, llegado de ninguna parte, el dolor de su cicatriz alcanzó el máximo. Se aferró la frente y cerró los ojos, una voz gritaba dentro de su cabeza.
-¡Me dijiste que el problema se resolvería utilizando otra varita!
Y dentro de su mente explotó la visión de un viejo esquelético yaciendo en harapos sobre un suelo de piedra, gritando, un horrible grito interminable, un grito de insoportable agonía...
-¡No! ¡No! Te lo suplico, te lo suplico...
-¡Mentiste a Lord Voldemort, Ollivander!
-No lo hice... Juro que no lo hice...
-¡Tratabas de ayudar a Potter, de ayudarle a escapar de mí!
-Juro que no... Creía que otra varita funcionaría...
-Explica entonces qué ocurrió. ¡La varita de Lucius fue destruída!
-No puedo entenderlo... La conexión... existe solo... entre vuestras dos varitas...
-¡Mentiras!
-Por favor... te lo suplico...
Y Harry vio a la mano blanca alzar la varita y sintió la ráfaga de cruel rabia, vio el cáscara del viejo revolverse en el suelo retorciéndose de agonía...
-¿Harry?
Desapareció tan rápidamente como había venido. Harry se puso en pie temblando en la oscuridad, aferrado a la verja del jardín, con el corazón acelerado, la cicatriz todavía zumbando. Pasaron varios momentos antes de que comprendiera que Ron y Hermione estaban a su lado.
-Harry, vuelve a entrar en casa, -susurró Hermione-. ¿Todavía estás pensando en marcharte?
-Si, tienes que quedarte, colega, -dijo Ron, aporreando a Harry en la espalda.
-¿Estás bien? -preguntó Hermione, lo suficiente cerca ahora para mirar a Harry a la cara-. ¡Tienes un aspecto horrible!
-Bueno, -dijo Harry temblorosamente- Probablemente mejor que el de Ollivander...
Cuando terminó de contarles lo que había visto, Ron parecía consternado, pero Hermione categóricamente aterrorizada.
-¡Pero se suponía que había parado! Tu cicatriz... ¡se suponía que ya no hacía esto! No debes dejar que la conexión se abra de nuevo... ¡Dumbledore quería que cerraras tu mente!
Cuando él no replicó, le aferró el brazo.
-¡Harry, está tomando el Ministerio y los periódicos y la mitad del mundo mágico! ¡No dejes que se meta en tu cabeza también!
 
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