jueves, 26 de julio de 2007

Los siete Potters

CAPITULO 4 - LOS SIETE POTTERS

Harry volvió corriendo escaleras arriba hasta su dormitorio, llegando a la ventana justo a tiempo para ver el coche de los Dursley dejar el camino de entrada y recorrer la carretera. El sombrero de copa de Dedalus era visible entre Tía Petunia y Dudley en el asiento de atrás. El coche giró a la derecha al final de Privet Drive, sus ventanas ardieron de color escarlata por un momento al sol que ya se ponía, y entonces desaparecieron.
Harry recogió la jaula de Hedwig, su Saeta de Fuego, y su mochila, echó a su antinaturalmente diminuto dormitorio una última mirada, y después se abrió paso desgarbadamente escaleras abajo hasta el vestíbulo., donde depositó jaula, escoba, y mochila cerca de la escalera. La luz se desvanecía rápidamente, el vestíbulo se llenaba de sombras a la luz del atardecer. Sentía de lo más extraño estar allí de pie en silencio sabiendo que iba a abandonar la casa por última vez. Hacía mucho tiempo, cuando se quedaba solo mientras los Dursley iban a divertirse por su cuenta, las horas de soledad habían sido un regalo escaso.
Haciendo una pausa solo para escamotear algo sabroso de la nevera, apresurarse a subir arriba a jugar con el ordenador de Dudley, o encender la televisión y cambiar los canales había contentado su corazón. Le provocaba una sensación rara y vacía recordar esos tiempos; era como recordar a un hermano menor al que había perdido.
-¿Quieres echar un último vistazo al lugar? -preguntó a Hedwig, que todavía estaba escondiendo la cabeza bajo el ala-. Nunca volveremos aquí. ¿Quieres recordad los buenos momentos? Quiero decir, mira este felpudo. Que recuerdos... Dudley vomitó sobre él después de que le salvara de los dementores... Imagina, estaba agredecido después de todo, ¿puedes creértelo?... Y el verano pasado, Dumbledore atravesó esa puerta...
Harry perdió el hilo de sus pensamientos por un momento y Hedwig no le ayudó a recuperarlo, sino que continuó sentada con la cabeza bajo el ala. Harry volvió sobre sus pasos a la puerta principal
-¡Y aquí abajo, Hedwig -Harry abrió una puerta bajo las escaleras- es donde solía dormir! No me conocías entonces... Caray, que pequeña, lo había olvidado...
Harry miró alrededor hacia los zapatos apilados y paraguas, recordando cómo solía despertar cada mañana viendo la parte de abajo de las escaleras, que con bastante frecuencia estaba adornada por una araña o dos. Aquellos habían sido días anteriores a saber nada sobre su verdadera identidad; antes de haber averiguado como habían muerto sus padres y por qué a menudo pasaban cosas tan raras a su alrededor. Pero Harry todavía podía recordar los sueños que le habían acosado, incluso en esos días: sueños confusos que incluían destellos de luz verde y una vez... Tío Vernon casi había estrellado el coche cuando Harry lo había contado... una moto voladora.
Hubo un rugido repentino y ensordecedor en algún lugar cercano. Harry se enderezó con una sacudida y se golpeó la coronilla con el marco bajo de la puerta. Deteniéndose sólo para emplear algunas de las palabrotas preferidas de Tío Vernonm se tambaleó hasta la cocina, agarrándose la cabeza y mirando por la ventana al jardín trasero.
La oscuridad pareció ondear, el aire mismo tembló. Entonces, una por una, empezaron a aparecer figuras a la vista cuando los Encantamientos Desilusionadores se iban alzando. Dominando la escena estaba Hagrid, llegando un casco y guantes y sentado a horcajadas en una enorme motocicleta con un sidecar negro adjunto. A su alrededor los demás estaban desmontando de escobas y, en dos casos, de esqueléticos y negros caballos.
Abriéndo de golpe la puerta trasera, Harry se lanzó entre ellos. Hubo un grito general de saludo mientras Hermione le lanzaba los brazos alrededor, Ron le palmeaba la espalda, y Hagrid decían "¿Todo bien, Harry? ¿Listo para partir?".
-Definitivamente, -dijo Harry, sonriendo a todos ellos-. ¡Pero no esperaba a tantos de vosotros!
-Cambio de planes, -gruñó Ojoloco, que sujetaba dos enormes sacos, y cuyo ojo mágico estaba girando del cielo oscurecido a la casa y el jardín con mareante rapidez-. Pongámonos a cubierto antes de hablar de ello.
Harry les condujo de vuelta a la cocina donde, riendo y charlando, se sentaron en sillas, sobre los brillantes mostradores de Tía Petunia, o se apoyaron contra sus impolutos aparatos; Ron, alto y largirucho; Hermione, con el pelo recogido en una larga trenza; Fred y George, sonriéndo idénticamente; Bil, cubierto de cicatrices y con el pelo largo; el Señor Weasley, cara amable, con un comienzo de calvicie, sus gafas un poco torcidas; Ojoloco, desgastado por las batallas, con una sola pierna, su brillante ojo mágico azul girando en su cuenca; Tonks, cuyo pelo corto estaba de su tono favorito de brillante rosa; Lupin, más canoso, más agotado; Fleur, esbelta y hermosa, con su largo pelo rubio platino; Kingsley, calvo y de anchos hombros; Hagrid, con pelo y barba despeinados, permaneciendo encorvado para evitar golpearse la cabeza con el techo; y Mundungus Fletcher, pequeño, sucio y desaliñado, con su ojos redondos de perro de caza y su pelo enredado. El corazón de Harry pareció expandirse y resplandecer ante la visión. Se sentía increíblemente encariñado con todos ellos, incluso con Mundungus, a quien había intentado estrangular la última vez que se habían encontrado.
-Kingsley, creía que estabas ocupándote del Primer Ministro Muggle. -gritó a través de la habitación.
-Puede pasar sin mi una noche, -dijo Kingsle-. Tú eres más importante.
-¿Harry, sabes qué? -dijo Tonks desde su posición en lo alto de la lavadora, y contoneó su mano izquierda hacia él; un anillo refulgía allí.
-¿Te has casado? -chilló Harry, mirándo de ella a Lupin.
-Siento que no pudieras estar allí, Harry, fue muy en secreto.
-Eso es genial, felici...
-Muy bien, muy bien, tendremos tiempo para una cariñosa bienvenida después, -rugió Moody sobre el tumulto, y se hizo el silencio en la cocina. Moody dejó caer sus sacos a sus pies y se volvió hacia Harry-. Como Dedalus probablemente te ha dicho, hemos abandonado el Plan A. Pius Thicknesse ha caído, lo que nos presenta un gran problema. Ha convertido en asunto penado con cárcel el conectar esta casa con la Red Flu, colocar aquí un Traslador, o Aparecer dentro o fuera. Todo hecho por bien de tu protección, para evitar que Ya-sabes-quien llegue hasta ti. Una absoluta estupidez, dado que el encantamiento de tu madre ya hace eso. Lo que ha hecho en realidad es evitar que salgas de aquí a salvo.
-Segundo problema: Eres menor de edad, lo que significa que todavía pueden Rastrearte.
-No sé...
-¡El Rastro, el Rastro! -dijo Ojoloco impacientemente-. El encantamiento que detecta la actividad mágica alrededor de un menor de diecisiete años, ¡así es como el Ministerio está al corriente de la magia menor de edad! Si tú, o cualqueira a tu alrededor, lanza un hechizo para conseguir que salgas de aquí, Thicknesse lo sabrá, y también los mortifagos.
-No podemos esperar a que el Rastro se rompa, porque en el momento en que cumplas diecisiete perderás toda la protección que tu madre te dio. Para abreviar, Pius Thicknesse cree que ha conseguido acorralarte buena y apropiadamente.
Harry no pudo evidar estar de acuerdo con el desconocido Thicknesse.
-¿Entonces qué vamos a hacer?
-Vamos a utilizar los únicos métodos de transporte que nos quedan, los únicos que el Rastro no puede detectar, porque no necesitamos lanzar hechizos para utilizarlos: escobas, thertrals, y la motocicleta de Hagrid.
Harry podía ver defectos en ese plan; sin embargo, contuvo la lengua para dar a Ojoloco la oportunidad de señalarlas.
-Ahora bien, el encantamiento de tu madre se romperá solo con dos condiciones: cuando seas mayor de edad, o -Moody gesticuó hacia la inmaculada cocina- cuando ya no llames a esta casa tu hogar. Tú, tu tía y tu tío estáis separándoos esta noche, se entiende plenamente que nunca más vais a vivir juntos, ¿correcto?
Harry asintió.
-Así que en ese momento, cuando salgas, no habrá vuelta atrás, y el encantamiento se romperá en el momento en que abandones sus límites. Estamos escogiendo romper el encantamiento antes, porque la alternativa es esperar a que Quien-tú-ya-sabes venga y te agarre en el momento en que cumplas diecisiete.
-La única cosa que tenemos a nuestro favor es que Quien-tú-ya-sabes no sabe que te trasladamos esta noche. Hemos filtrado un rastro en el Ministerio. Creen que no te marcharás hasta el treinta. Sin embargo, es con Quien-tú-ya-sabes con quien estamos tratando, así que no podemos confiar en que se contende con la fecha equivocada; debe tener un par de mortifagos patrullando los cielos en el área en general, solo por si acaso. Así que hemos proporcionado a una docena de casas diferentes todas las protecciones que hemos podido lanzarles. Todas tienen el aspecto de poder ser el lugar donde vas a ocultarte, todas tienen alguna conexión con la Orden: mi casa, la de Kingsley, La de Muriel la tía de Molly... te haces una idea.
-Si, -dijo Harry, sin entender realmente, porque todavía podía divisar un gran agujero en el plan.
-Te llevaremos con los padres de Tonks. Una vez estés dentro de los límites de los hechizos protectores que hemos puesto en su casa podrás utilizar un Traslador hasta la Madriguera, ¿Alguna pregunta?
-Er... si, -dijo Harry-. Quizás no sepan a cual de las doce casas seguras me dirijo al principio, ¿pero no será obvio una vez -realizó un contoneo de cabeza rápido- catorce de nosotros volemos hacia la casa de los padres de Tonks?
-Ah, -dijo Moody-. Olvidé mencionar la clave del plan. Catorce de nosotros no volarán hacia la casa de los padres de Tonks. Habrá siete Harry Potters atravesando los cielos esta noche, cada uno de ellos con un compañero, cada pareja se dirigirá a una casa segura diferente.
De dentro de su capa Moody sacó ahora un frasco de lo que parecía barro. No hubo necesidad de que le dijeran una palabra más; Harry entendió el resto del plan inmediatamente.
-¡No! -dijo ruidosamente, su voz reverberó en la cocina-. ¡De ningún modo!
-Les dije que te lo tomarías así, -dijo Hermione con un dejo de complacencia.
-¡Si creéis que voy a dejar que seis personas arriesgen sus vidas...!
-...porque es la primera vez para todos nosotros, -dijo Ron.
-Esto es distinto, fingir ser yo...
-Bueno, a ninguno de nosotros le apetece mucho, Harry, -dijo Fred seriamente-. Imagina que algo sale mal y nos quedamos flacos y huesudos para siempre.
Harry no sonrió.
-No podéis hacerlo si no coopero, necesitais que os dé algo de pelo.
-Bueno, ese es el fallo del plan, -dijo George-. Obviamente no hay ninguna posibilidad de que todos nosotros consigamos un poco de pelo si no cooperas.
-Si, trece contra uno, al que por cierto no le está permitido utilizar magia; no tenemos ninguna posibilidad, -dijo Fred.
-Que gracia, -dijo Harry-, realmente gracioso.
-Si tiene que ser a la fuerza, entonces así será, -gruñó Moody, su ojo mágico estaba ahora temblando en su cuenca mientras miraba fijamente a Harry-. Todo el mundo aquí es mayor de edad, Poter, y están preparados para afrontar los riesgos.
Mundungus se encogió de hombros e hizo una mueca, el ojo mágico viró lateralmente y le observó a través de la cabeza de Moody.
-No tenemos tiempo para discusiones. Se agota el tiempo. Quiero unos cuantos de tus cabellos, chico, ahora.
-Pero esto es una locura, no hay necesidad...
-¡No hay necesidad! -ladró Moody-. ¿Con Quien-tu-ya-sabes ahí fuera y la mitad del Ministerio de su parte? Potter, tendremos suerte si se ha tragado el cebo y está planeando emboscarte el treinta, pero tendría que estar loco para no tener a un mortifago o dos vigilándote, es lo que haría yo. Puede que no sea capaz de sacarte de esta casa mientras el encantamiento de tu madre aguante, pero este se romperá y saben la posición aproximada del lugar. Nuestra única oportunidad es utilizar señuelos. Ni siquiera Quien-tú-ya-sabes puedes dividirse a sí mismo en siete.
Harry encontró la mirada de Hermione y apartó la suya al instante.
-Así que, Potter... algunos de tus cabellos, si te place.
Harry miró fijamente a Ron, que le hizo una mueca al estilo hazlo-de-una-vez.
-¡Ya! -ladró Moody.
Con todos los ojos fijos en él, Harry subió la mano hasta su coronilla, agarró un manojo de cabellos, y tiró.
-Bien, -dijo Moody, avanzando cojeando mientras sacaba el tapón al frasco de poción-. Directamente dentro, si te place.
Harry dejó caer el cabello en el líquido lodoso. En el momento en que este hizo contacto con su superficie, la poción empezó a echar espuma y vapor, al momento se volvió clara y de un dorado brillante.
-Ooh, pareces mucho más sabroso que Crabbe y Goyle, Harry, -dijo Hermione, antes de captar un vistazo de las cejas alzadas de Ron, ruborizarse ligeramente, y decir-, Oh, ya sabéis lo que quiero decir... la poción de Goyle sabía a bogies.
-Bien entonces, falsos Potter alineaos aquí, por favor, -dijo Moody.
Ron, Hermione, Fred, George, y Fleur se alienaron delante del brillante fregadero de Tía Petunia.
-Nos falta uno, -dijo Lupin.
-Aqui, -dijo Hagrid roncamente, y alzó a Mundungus por el cogote y lo dejó caer junto a Fleur, que arrugó la nariz y se movió a la largo de la fila para quedar entre Fred y George.
-Soy un soldado, yo más bien sería un protector, -dijo Mundungus.
-Cállate, -gruñó Moody-. Como ya te he dicho, gusano invertebrado, cualquier mortifago del que huyamos apuntará para capturar a Potter, no para matarle. Dumbledore siempre dijo que Quien-tu-ya-sabes querría acabar con Potter en persona. Serán los protectores los que más tengan que preocuparse, los mortifagos querrán matarlos.
Mundungus no parecía particularmente tranquilizado, pero Moody ya estaba sacando media docena de vasos del tamaño de hueveras de su abrigo, que repartió, antes de verter un poco de Poción Multijugos en cada uno de ellos.
-Juntos, ya...
Ron, Hermoine, Fred, George, Fleur y Mundungos bebieron. Todos ellos jadearon e hicieron muecas cuando la poción golpeó sus gargantas; al instante, sus rasgos empezaron a burbujear y deformarse como cera caliente. Hermione y Mundungus se disparaban hacia arriba; Ron, Fred y George estaban encogiendo; su cabello se estaba oscureciendo, el de Hermione y Fleur pareció salir disparado hasta sus cráneos.
Moody, bastante despreocupado, estaba ahora soltando los lazos del mayor de los sacos que había traído con él. Cuando se volvió a enderezar, había seis Harry Potters jadeando y resoplando frente a él.
Fred y George se giraron el uno hacia el otro y dijeron juntos.
-Guau... ¡somos idénticos!
-Sin embargo creo que aún así yo sigo siendo más guapo, -dijo Fred, examinando su reflejo en un hervidor.
-Bah, -dijo Fleur, comprobándose a sí misma en la puerta del microhondas-. Bill, no me miges... estoy hogenda.
-Aquellos cuya ropa le venga un poco holgada, tengo alguna más pequeña aquí, -dijo Moody, señalando al primer saco-. y viceversa. No olvidéis las gafas, hay seis pares en el bolsillo interior. Y cuando os vistáis, hay equipaje en el otro saco.
El auténtico Harry pensaba que esto podría ser la cosa más rara que había visto nunca, y había visto algunas extremadamente raras. Observó a sus seis dobles rebuscando en los sacos, sacando juegos de ropa, poniéndose gafas, haciendo la suyas a un lado. Estuvo a punto de pedirles que mostraran un poco de respeto por la privacidad cuando empezaron a quitársela con impunidad, claramente más a gusto al exponer su cuerpo de lo que hubieran estado con los suyos propios.
-Sabía que Ginny mentía sobre ese tatuaje, -dijo Ron, bajando la mirada a su pecho desnudo.
-Harry, tu vista es realmente fatal, -dijo Hermione, mientras se ponía las gafas.
Una vez vestidos, los falsos Harry tomaron equipaje y jaulas de lechuzas, cada una contenía una esponjosa lechuza nevada, del segundo saco.
-Bueno, -dijo Moody, cuando al fin siete Harrys vestidos, con gafas, y cargados de equipaje le miraron-. Las parejas serán las siguientes: Mundungus viajará conmigo, en escoba...
-¿Por qué yo contigo? -gruño el Harry más cercano a la puerta trasera.
-Porque tú eres el que necesita vigilancia, -gruñó Moody, y estaba claro, su ojo mágico no se despegaba de Mundungus mientras hablaba-. Arthur y Fred...
-Soy George, -dijo el gemelo al que Moody estaba señalando-. ¿Ni siquieras puedes diferenciarnos cuando somos Harry?
-Lo siento, George...
-Somo me quedaba con tu varita, en realidad soy Fred...
-¡Ya basta de liarla! -ladró Moody-. El otro... George o Fred o quienquiera que seas... tú con Remus. La Señorita Delacour...
-Yo llevo a Fleur en un thestral, -dijo Bill-. No le gustan mucho las escobas.
Fleur se acercó para ponerse a su lado, lanzándole una mirada sentimentaloide y servil que Harry esperaba de todo corazón que nunca volviera a aparecer en su cara.
-La Señorita Granger con Kingsley, de nuevo en thestral...
Hermione pareció tranquilizada mientras respondía a la sonrisa de Kingsley; Harry sabía que a Hermione le faltaba también confianza con la escoba.
-¡Lo que nos deja a tí y a mí, Ron!, -dijo Tonks alegremente, golpeando un soporte de papel de cocina mientras saludaba hacia él.
Ron no parecía tan complacido como Hermione.
-Y tú conmigo, Harry. ¿Te parece bien? -dijo Hagrid, que parecía un poco ansioso-. Iremos en la moto, las escobas y los thestrals no pueden con mi peso, ya ves. No hay mucho espacio en el asiento conmigo, así que tendrás que ir en el sidecar.
-Genial, -dijo Harry, no muy sinceramente.
-Creemos que los mortifagos esperará que vayas en escoba, -dijo Moody, que pareció suponer lo que Harry estaba sintiendo-. Snape ha tenido tiempo suficiente para contarles de ti lo que nunca antes ha mencionado, así que si topamos con algún mortifago, apostamos a que escogerá al Potter que parecezca a gusto en la escoba. Todo bien entonces, -siguió, atando el saco con la ropa de los falsos Potters y abriendo camino hacia la puerta-. Faltan tres minutos hasta la hora en la que se supone que debemos salir. No servirá de nada cerrar la puerta trasera, no mantendrá fuera a los mortifagos cuando vengan. Vamos...
Harry se apresuró a reunir su mochila, su Saeta de Fuego y la jaula de Hedwig y siguió al grupo hacia el oscuro jardín trasero.
Por todas partes palos de escobas saltaban a las manos; Hermione estaba ya siendo ayudada por Kingsley a subir a un gran thestral, Fleur a otro por Bill. Hagrid estaba listo y de pie junto a la motocicleta, con los guantes puestos.
-¿Es esta? ¿La moto de Sirius?
-La mismísima, -dijo Hagrid, sonriendo a Harry-. ¡Y la última vez que montaste en ella, Harry, me cabías en una mano!
Harry no pudo evitar sentirse un poco humillado al meterse en el sidecar. Eso lo colocaba a varios pies más abajo que todos los demás. Ron sonrió burlonamente al verle sentado allí como un niño en un cochecito de bebé. Harry colocó su mochila y escoba entre los pies y se encajó la jaula de Hedwing entre las rodillas. Estaba extremadamente incómodo.
-Arthur le ha hecho unos pequeños arreglos, -dijo Hagrid, totalmente ignorante de la incomodidad de Harry. Se colocó a horcajadas sobre la motocicleta, que crujió ligeramente y se hundió unos centímetros en el suelo-. Ahora tiene unos cuantos ases en la manga. Eso fue idea mía. -Señaló con un dedo grueso a un botón púrpura cerca del cuentakilómetros.
-Por favor ten cuidado, Hagrid, -dijo el Señor Weasley, que estaba de pie junto a ellos, sujentando su escoba-. Todavía no estoy seguro de que sea aconsejable e indudablemente solo para usar en caso de emergencia.
-Bien entonces, -dijo Moody-. Todo el mundo preparado, por favor. Quiero que todos salgamos exactamente al mismo tiempo o el efecto de la diversión se perderá.
Todo el mundo sacudió la cabeza.
-Agárrate fuerte, Ron, -dijo Tonks y Harry vio como Ron lanzaba una mirada forzada y culpable a Lupin antes de colocar las manos a cada lado de la cintura de Tonks. Hagrid pateó volviendo la motocicleta a la vida. Esta rugió como un dragón, y el sidecar empezó a vibrar.
-Buena suerte a todos, -gritó Moody-. Nos veremos más o menos en una hora en la Madriguera. A la de tres. Uno... dos... TRES.
Hubo un gran rugido proviniente de la motocicleta, y Harry sintió como el sidecar daba una bandazo. Se estaba alzando en el aire con rapidez, sus ojos lagrimeaban ligeramente, el pero azotado hacia atrás de su cara. Alrededor de él las escobas alzaban también el vuelo; la larga cola de un thestral pasó a su lado. Sus piernas, atoradas en el sidecar por la jaula de Hedwig y su mochilla, ya estaban magulladas y empezaban a entumecerse. Tan grande era su incomodidad que casi olvidó echar un vistazo al número cuatro de Privet Drive. Para cuando miró por el borde del sidecar ya no podía decir cual de ellas era.
Y entonces, salidos de ninguna parte, de la nada, les rodearon. Al menos treinta figuras encapuchadas, suspendidas en medio del aire, formando un gran círculo en el medio del que los miembros de la Orden había alzado el bueno, ignorantes.
Gritos, una llamarada de luz verde por cada lado. Hagrid soltó un grito y la motocicleta se dio la vuelta. Harry perdió cualquier noción de donde estaban. Farolas sobre él, gritos a su alrededor, se estaba aferrando al sidecar por su vida. La jaula de Hedwig, la Saeta de Fuego, y su mochila resbalaban de sus rodillas.
-No... ¡AYUDA!
La escoba se le escapó, pero se las acababa de arreglar para agarrar la correa de su mochila y la parte de arriba de la jaula cuando la motocicleta se puso derecha otra vez. Un segundo de alivio, y después otra explosión de luz verde. La lechuza chilló y cayó al suelo de su jaula.
-No... ¡NO!
La motocicleta avanzaba zumbando; Harry captó vistazo de mortifagos apartándose mientras Hagrid atravesaba su círculo.
-Hedwig... Hedwig...
Pero la lechuza yacía inmóvil y patética como un juguete en el suelo de su jaula. No podía creérselo, y su terror por los otros fue supremo. Miró sobre su hombro y vio una masa de gente moviéndose, destellos de luz verde, dos parejas en escobas se perdían en la distancia, pero no podía decir quienes eran...
-Hagrid, tenemos que volver, ¡tenemos que volver! -gritó sobre el atronador rugido del motor, sacando su varita, dejó la jaula de Hedwig en el suelo, negándose a creer que estuviera muerta-. ¡Hagrid, DA LA VUELTA!
-¡Mi trabajo es mantenerte a salvo, Harry! -bramó Hagrid, y apretó el acelerador.
-¡Para... PARA! -gritó Harry, pero cuando volvió a mirar atrás dos disparos de luz verde pasaron junto a su oreja izquierda. Cuatro mortifagos se habían separado del círculo y estaban persiguiéndoles, apuntando a la amplia espalda de Hagrid. Hagrid viró, pero los mortifagos mantenían el paso a la moto; más maldiciones fueron lanzadas tras ellos. Retorciéndose para darse la vuelta gritó. "¡Desmaniun!" y un rayo de luz rojo salió disparado de su varita, abriendo una brecha entre los cuatro mortifagos perseguidores que se dispersaron para evitarlo.
-¡Agárrate, Harry, esto los despistará! -rugió Hagrid, y Harry levantó la mirada justo a tiempo para ver como Hagrid estampaba un dedo grueso en un botón verde cerca de la válvula del combustible.
Una pared, una negra pared sólida, hizo erupción desde el tubo de escape. Estirando el cuello, Harry vio como se expandía quedando en medio del aire. Tres de los mortifagos viraron y la evitaron, pero el cuarto no tuvo tanta suerte. Se perdió de vista y después cayó como una piedra de detrás de la pared, con la escoba rota en pedazos. Uno de sus compañeros se quedó atrás para salvalte, pero ellos y la pared fueron tragados por la oscuridad cuando Hagrid se inclinó sobre el manillar y aceleró.
Más Maldiciones Imperdonables pasaron volando junto a la cabeza de Harry salidas de las varitas de los dos mortifagos que quedaban; estaban apuntando a Hagrid. Harry respondió con más Hechizos Desmaniun. Rojo y verde colisionaron en medio del aire con una lluvia de chispas, y Harry pensó salvajemente en fuegos artificiales, y en los muggles de abajo que no tendrían ni idea de qué estaba ocurriendo.
-¡Allá vamos de nuevo, Harry, sujétate! -chilló Hagrid, y apretó un segundo botón. Esta vez una gran red surgió del tubo de escape, pero los motifagos ya estaban preparados para ello. No solo la esquivaron, sino que el compañero que se había retrasado para salvar a su amigo inconsciente les había alcanzado. Surgió repentinamente de la oscuridad y ahora eran tres los que perseguían a la motocicleta, todos lanzando maldiciones.
-¡Esto funcionará, Harry, agárrate fuerte! -chilló Hagrid, y Harry le vio golpear con la mano entera el botón púrpura junto al cuentakilómetros.
Con un inconfundible bramido, fuego de dragón explotó del tubo de escape, ardiente blanco y azul, y la motocicleta salió disparada hacia adelante como una bala con un sonido de metal que se retorcía. Harry vio a los mortifagos amargar y perdese de vista para evitar el rastro mortífero de llamas, y al mismo tiempo sintió como el sidecar se balanceaba amenazadoramente. Sus conexiones de metal con la moto se habían astillado con la fuerza de la aceleración.
-¡Todo va bien, Harry! -bramó Hagrid, ahora estirado hacia atrás por la fuerza de la velocidad; nadie conducía ya, y el sidecar estaba empezando a retrocerse violentamente con la fuerza del viento de aceleración.
-¡Estoy en ello, Harry, no te preocupes! -chilló Hagrid, y del bolsillo interior de su chaqueta sacó su florido paraguas rosa.
-¡Hagrid! ¡No! ¡Déjame a mí!
-¡Reparo!
Se oyó un golpe sordo y el sidecar se separó completamente de la moto. Harry salió despedido hacia adelante, propulsado por el ímpetu del vuelo de la moto, después el sidecar empezó a perder altura.
Desesperado Harry apuntó su varita hacia el sidecar y gritó,
-¡Wingardium Leviosa!
El sidecar se levantó como un corcho, sin timón pero al menos todavía aerotransportado. No había tenido más que un segundo de alivio, sin embargo, cuando más maldiciones pasaron a su lado. Los tres mortifagos se estaban acercando.
-¡Ya voy, Harry! -gritó Hagrid desde la oscuridad, pero Harry podía sentir como el sidecar empezaba a hundirse de nuevo. Agachándose tanto como pudo, apuntó en medio de la figuras que se acercaban y gritó.
-¡Impedimenta!
El maleficio golpeó en medio del pecho de un mortifago. Por un momento el hombre quedo ridículamente estirado en medio del aire como si hubiera golpeado una barrera invisible. Uno de sus compañeros casi colisionó con él.
Entonces el sidecar empezó a caer fervorosamente, y los mortifagos que quedaban dispararon una maldición tan cerca que Harry tuvo que agacharse por debajo del borde del coche, golpeándose un diente en el borde de su asiento.
-¡Ya llego, Harry, ya llego!
Una mano enorme agarró la espalda de la túnica de Harry y le sacó del sidecar que caía en picado; Harry aferró su mochila mientras se colgaba del asiento de la moto y se encontró espalda con espalda con Hagrid. Mientras remontaban el vuelo, alejándose de los dos mortifagos que quedaban, Harry escupió sangre por la boca, apuntó su varita hacia el sidecar que caía, y gritó,
-¡Confringo!
Sintió un retortijón atroz del intestino por Hedwig cuando este explotó; el mortifago más cercano salió despedido de su escoba y cayó fuera de la vista; su compañero cayó hacia atrás y se desvaneció.
-Harry, lo siento, lo siento, -gimió Hagrid-. No debería haber intentado repararlo yo mismo... no había espacio...
-¡No hay problema, solo sigue volando! -gritó Harry en respuesta, cuando dos mortifagos más emergieron de la oscuridad, acercándose.
Cuando las maldiciones llegaron atravesando velozmente el espacio intermedio, Hagrid hizo un viraje y zigzagueó. Harry sabía que Hagrid no se atrevía a utilizar el botón de fuego de dragón de nuevo, con Harry tan inseguramente sentado. Harry envió un Encantamiento Desmaniun tras otro hacia sus perseguidores, apenas conteniéndoles. Lanzó otra maldición contenedora hacia ellos. El mortifago más cercano viró para evitarla y se le resbaló la capucha, y a la luz roja de su siguiente Encantamiento Desmaniun, Harry vio la cara extrañamente en blanco de Stanley Shunpike... Stan.
-¡Expelliarmus! -gritó Harry.
-¡Es él, es él, es el auténtico!
El grito del mortifago encapuchado alcanzó a Harry incluso por encima del tronar del motor de la motocicleta. Al momento siguiente, ambos perseguidores se habían quedado atrás y desaparecido de la vista.
-¿Harry, qué ha pasado? -gritó Hagrid-. ¿Adónde han ido?
-¡No lo sé!
Pero Harry tenía miedo. El mortifago encapuchado había gritado "¡Es el auténtico!", ¿cómo lo había sabido? Miró alrededor hacia la oscuridad aparentemente vacía y sintió la amenaza. ¿Dónde estaban?
Se dio la vuelta en el asiento para mirar hacia adelante y tensó el apretón sobre la espalda de la chaqueta de Hagrid.
-¡Hagrid, haz de nuevo la cosa esa del fuego de dragon, salgamos de aquí!
-¡Entonces agárrate fuerte, Harry!
De nuevo el rugido repentino y estridente y el fuego blanco azulado salió disparado del tubo de escape. Hagrid fue lanzado hacia atrás sobre él, apenas manteniendo su agarre sobre el manillar.
-Creo que los hemos perdido, Harry, ¡creo que lo hemos conseguido! -gritó Hagrid.
Pero Harry no estaba convencido. El miedo le asaltó mientras miraba a derecha e izquierda buscando a los perseguidores que estaba seguro que vendrían... ¿Por qué se habían quedado atrás? Uno de ellos todavía tenía una varita... Es él... es el auténtico... Lo habían dicho justo después de que hubiera intentando desarmar a Stan....
-¡Ya casi estamos, Harry, casi lo hemos conseguido! -gritó Hagrid.
Harry sintió la moto descender un poco, aunque las luces del suelo todavía parecían estrellas distantes.
Entonces la cicatriz de su frente ardió como fuego, mientras un mortifago aparecía a cada lado de la moto, dos Maldiciones Imperdonables fallaron a Harry por milímetros, lanzadas desde atrás.
Y entonces Harry le vio. Voldemort estaba volando como humo en el viento, sin escoba o thestral que le sujetara, su cara de serpiente brillaba en la oscuridad, sus dedos alzaron de nuevo su varita...
Hagrid dejó escapar un bramido de miedo y dirigió la motocicleta a un picado vertical. Aferrándose por su propia vida, Harry lanzaba Encantamientos Desmaniun al azar en la vertiginosa noche. Vio a un chico pasar volando junto a él y supo que había sido alcanzado por uno de ellos, pero después oyó un golpe y vio chispas en el motor; la moto atravesaba el aire girando en espiral, completamente fuera de control.
Destellos de luz pasaron de nuevo junto a ellos. Harry no tenía ni idea de qué era arriba y qué abajo. Su cicatriz todavía ardía, esperaba morir en cualquier momento. Una figura encapuchada sobre una escopa estaba a centímetros de él, le vio alzar un brazo.
-¡NO!
Con un grito de furia Hagrid se lanzó fuera de la moto hacia el motifago; para su horror, Harry voy como ambos caían perdiéndose de vista, su peso combinado era demasiado para la escoba.
A duras penas aferrándose con las rodillas a la moto que caía en picado, Harry oyó a Voldemort gritar.
-¡Es mío!
Se había acabado. No podía ver donde estaba Voldemort; vislumbró a otro mortifago apartándose y oyó.
-Avada...
Cuando el dolor de la cicatriz de Harry le obligó a cerrar los ojos, su varita actuó por su propia cuenta. La sintió arrastrar su mano como un gran iman, vio un fogonazo de fuego dorado a través de los párpados entrecerrados, oyó un crujido y un grito de furia. El mortifago que quedaba chilló; Voldemort gritó
-¡NO!
De algún modo, Harry encontró su nariz a un centimetro del botón de fuego de dragón. Lo apretó con la mano libre de la varita y la moto disparó más llamas al aire, cayendo directamente hacia el suelo.
-¡Hagrid! -llamó Harry, sujetándose a la moto por su vida-. Hagrid... ¡Accio Hagrid!
La moto aceleró, succionada hacia el suelo.
Con la cara al nivel del manillar, Harry no podía ver nada excepto las lejanas luces acercándose más y más. Iba a estrellarse y no había nada que pudiera hacer al respecto. Tras él llegó otro grito.
-¡Tu varita, Selwyn, dáme tu varita!
Sintió a Voldemort antes de verle. Mirando de reojo, encontró la mirada de los ojos rojos y estuvo seguro de que serían la última cosa que vería: Voldemort preparándose para maldecirle una vez más.
Y entonces Voldemort se desvaneció. Harry miró abajo y vio a Hagrid despatarrado sobre el suelo bajo él. Tiró con fuerza del manillar para evitar golpearle, buscó a tientas el freno, pero con un choque ensordecedor que hizo temblar la tierra, se estrelló contra un estanque enlodado.
 
Ir arriba