jueves, 26 de julio de 2007

La cabaña protectora

CAPITULO 25 - LA CABAÑA PROTECTORA

La casa de campo de Bill y Fleur se asentaba sola en una roca dando al mar, sus paredes incrustadas con conchas y cal. Era un solitario y hermoso lugar. En cualquier sitio al que Harry fuera dentro de la pequeña casa o de su jardín, podía oír el constante ir y venir del mar, como la respiración de alguna gran critatura dormida. Pasó gran parte de los siguientes días buscando excusas para escapar de la concurrida casa, un deseo incontrolable de disfrutar la vista desde arriba de las rocas, del cielo abierto y ancho, el mar vacío, y la sensación del viento frío y salado en su rostro.
La enormidad de su decisión, no competir con Voldemort por la varita todavía asustaba a Harry. No podía recordar que nunca antes hubiera escogido no actuar. Estaba lleno de dudas, dudas con las que Ron no ayudaba diciendo, dondequiera que fuesen juntos:
-¿Y si Dumbledore quería que trabájaramos en el símbolo en vez de conseguir la varita? ¿Y si trabajando en lo que el símbolo significaba te revelaba la importancia de conseguir las reliquias? Harry, si esa es realmente la varita de sauco, ¿Cómo demonios se supone que debemos terminar con Tú-Sabes-Quien?
Harry no tenía respuestas. Hubo momentos en los que se preguntó si habia sido una completa locura no tratar de impedir que Voldemort abriera la tumba. No podía siquiera explicar satisfactoriamente por qué había decidido no hacerlo: Cada vez que intentaba reconstruir los argumentos internos que lo habían llevado a su decisión, sonaban más débiles para él.
Lo extraño es que el apoyo de Hermione lo hizo sentir tan confundido como las dudas de Ron. Ahora forzado a aceptar que la varita de sauco era real, ella sostenía que era un objeto diabólico, y que la forma en que Voldemort había tomado posesión de ella era repelente, sin ninguna consideración.
-Tú nunca podrías haber hecho eso, Harry –decía ella una y otra vez. -No podrías haber roto la tumba de Dumbledore.
Pero la idea del cuerpo de Dumbledore asustaba a Harry mucho menos que la posibilidad de que podría haber malinterpretado las intenciones de Dumbledore mientras estaba vivo. Sintió que todavía andaba a tientas en la oscuridad; había escogido su camino, pero seguía mirando hacia atrás, preguntándose si había leído mal los signos, si no debería haber tomado otro camino.
De tiempo en tiempo, la cólera contra Dumbledore se desataba en él otra vez, poderosa como las olas que se cierran de golpe contra la roca bajo la casita de campo, cólera por que Dumbledore no le hubiera explicado todo antes de morirse.
-Pero, ¿Está muerto? -dijo Ron, tres días después de que hubieran llegado a la casa de campo.
Harry estaba mirando fijamente hacia fuera, sobre la pared que separaba el jardín de la casa de campo de la roca, cuando Ron y Hermione lo encontraron; lamentaba que lo hubiesen hecho, no tenía ningún deseo de participar en su discusión.
-Sí, lo esta. Ron, por favor, no empieces otra vez!
-Mira los hechos, Hermione -dijo Ron, hablando hacia Harry, que continuaba mirando fijamente al horizonte-. El ciervo plateado. La espada. El ojo que Harry vió en el espejo...
-¡Harry admite que podría haber imaginado el ojo! ¿No, Harry?
-Podría haberlo hecho -dijo Harry sin mirarla.
-Pero tu no piensas que lo hayas hecho, ¿verdad? -preguntó Ron.
-No, no lo creo -dijo Harry.
-Ahí lo tienes -dijo Ron rápidamente, antes de que Hermione pudiera terminar-. Si no fué Dumbledore, explica cómo sabía Dobby que estábamos en el sótano, Hermione.
-No puedo... pero ¿Puedes explicar cómo nos lo pudo enviar Dumbledore si está metido en una tumba en Hogwarts?
-¡No se, podría haber sido su fantasma!
-Dumbledore no volvería como un fantasma -dijo Harry. Había pocas cosas de las que estuviera seguro ahora sobre Dumbledore, pero de eso si lo estaba-.Él habría continuado.
-¿A qué te refieres con 'continuado'? -preguntó Ron, pero antes de que Harry pudiese decir más, una voz detrás de él dijo, -¿Aggy?-
Fleur había salido de la casa de campo, su largo cabello plateado volando en la brisa.
-'Arry, a Grip'ook le gustagía hablag contigo. 'Ezta en la habitación máz pequeña, dijo que no quegía ser escuchado pog casualidad.-
Su disgusto con que el duende la enviara a entregar mensajes era clara; se ña veía irritable mientras caminaba de vuelta a la casa.
Griphook les estaba esperando, como Fleur había dicho, en el más pequeño de los tres cuartos de la casa, en el que Hermione y Luna dormían por la noche.
Había echado las cortinas rojas de algodón contra el luminoso y nublado cielo, lo que le daba al cuarto un resplandor ardiente que contrastaba con el resto de la aireada y luminosa casa.
-He tomado mi decisión, Harry Potter -dijo el duende, que estaba sentado con las piernas cruzadas en una silla baja, golpeando los brazos con sus largos y delgados dedos-. Aunque los duendes de Gringotts considerarán esto una traición, he decidido ayudarte...
-¡Eso es genial! -dijo Harry, una oleada de alivio pasó a través de él-. Griphook, gracias, nosotros le estamos realmente...
-...a cambio, -dijo el duende firmemente- de un pago.
Ligeramente desconcertado, Harry vaciló.
-Cuánto quieres? Tengo oro.
-Oro no -dijo Griphook. –Ya tengo oro.
Sus ojos negros resplandecieron; no tenía blanco en los ojos.
-Quiero la espada. La espada de Godric Gryffindor.
El espíritu de Harry se desplomó
-No puedes tener eso -dijo. -Lo siento.
-Entonces -dijo el duende suavemente- tenemos un problema.
-Podemos darte alguna otra cosa -dijo Ron con impaciencia- Apuesto a que Lestrange tiene montones de cosas, puedes coger tu parte una vez estemos en la cámara.
Había dicho lo incorrecto. Griphook se sonrojó furioso.
-¡No soy un ladrón, niño! ¡No estoy tratando de conseguir tesoros a los que no tengo derecho!-
-La espada es nuestra...
-No, no lo es -dijo el duende.
-Somos Gryffindor, y era de Godric Gryffindor...
-Y antes de que fuese de Gryffindor, ¿de quién era? -reclamó el duende, sentándose derecho.
-De nadie -dijo Ron-. Fue hecha para él, ¿no?
-¡No! -gritó el duende, erizándose de ira mientras apuntaba un largo dedo hacia Ron.
-¡La arrogancia de los magos otra vez! ¡Esa espada fue primero de Ragnuk, al que se la robó Godric Gryffindor! ¡Es un tesoro perdido, una pieza maestra del trabajo duende! Pertenece a los duendes. ¡La espada es el precio a mis servicios, tómalo o déjalo! -Griphook les miraba fijamente.
Harry miró a los otros dos, y luego dijo- Necesitamos discutir esto, Griphook, si le parece bien. ¿Podría darnos unos minutos?
El duende asintió, pareciendo enfadado.
Abajo, en el vacío salón, Harry caminó hacia la chimenea con el ceño fruncido, tratando de pensar en qué hacer. Detrás de él, Ron dijo, -Está bromeando. No podemos darle esa espada.
-¿Es verdad? –preguntó Harry a Hermione.- ¿ Gryffindor robó la espada?
-No lo sé -dijo desesperanzadamente-. La historia de los magos a menudo evita lo que estos han hecho a otras razas mágicas, pero no hay ningún informe que conozca que diga que Gryffindor robó la espada.
-Será una de esas historias de duendes -dijo Ron- sobre como los magos estamos siempre tratando de terminar sobre ellos. Supongo que deberíamos sentirnos felices de que no nos haya pedido una de nuestras varitas.
-Los duendes tienen buenas razones para que no les gusten los magos, Ron.- dijo Hermione. - Han sido tratados brutalmente en el pasado.
-Los duendes no son exactamente pequeños conejos mullidos, ¿no? - dijo Ron-. Han matado ha muchos de los nuestros. Han peleado sucio también.
-Pero discutir con Griphook sobre que raza es la más misteriosa y violenta no va a ponerlo más deseoso de ayudarnos, ¿no?
Hubo una pausa mientras intentaban pensar en una solución al problema. Harry miró afuera hacia la tumba de Dobby. Luna estaba colocando lavanda de mar en un tarro de mermelada al lado de la piedra principal.
-Muy bien - dijo Ron, y Harry se volvió para verlo,
-¿Qué?
-Le decimos a Griphook que necesitamos la espada hasta que estemos dentro de la cámara y que luego podrá tenerla. Hay una falsa dentro, ¿no? Las cambiamos, y le damos la falsa.
-¡Ron, notará la diferencia mejor que nosotros!- dijo Hermione. -¡Él fue el único que notó que había habido un cambio!
-Si, pero podríamos escapar antes que se de cuenta...
Se acobardó ante la mirada que le echó Hermione.
-Eso -dijo silenciosamente-, es despreciable. ¿Pedir su ayuda, y luego traicionarlo? ¿Y tú te preguntas por qué a los duendes no les gustan los magos, Ron?
Las orejas de Ron se pusieron rojas.
-¡Esta bién, esta bién! ¡Era lo único que se me ocurría! ¿Cuál es tu solución, entonces?
-Necesitamos ofrecerle algo más, algo igual de valioso.
-Brillante, iré y traeré una de nuestras antiguas espadas hechas por duendes y tú puedes envolverla en papel de regalo.
El silencio se hizo entre ellos otra vez. Harry estaba seguro de que el duende no aceptaría nada más que la espada, aunque ellos tuvieran algo igual de valioso que ofrecerle. Pero la espada era su única, su arma indispensable contra los Horcruxes.
Cerró los ojos durante un minuto o dos y escuchó la intensidad del mar. La idea de que Gryffindor hubiera robado la espada le resultaba desagradable: Siempre había estado orgulloso de ser un Gryffindor; Gryffindor había sido el campeón de los nacidos Muggle, el mago que había chocado con el amante de la sangre pura, Slytherin....
-A lo mejor está mintiendo -dijo Harry, abriendo los ojos otra vez-. Griphook. Tal vez Gryffindor no robó la espada. ¿Como sabemos que su versión de la historia es la buena?
-¿Hay alguna diferencia?- preguntó Hermione.
-Cambia lo que siento sobre ello - dijo Harry.
Tomó un profundo respiro.
-Le diremos que le daremos la espada después de que nos ayude a entrar en la cámara... pero seremos cuidadosos de evitar decirle cuando exactamente podrá tenerla.
Una amplia sonrisa se extendió lentamente en la cara de Ron. Hermione, sin embargo, parecía alarmada.
-Harry, no podemos...
-Podrá tenerla –continuó Harry-, cuando la hallamos usado con todos los Horcruxes. Me aseguraré de que la tenga entonces. Mantendré mi palabra.
-¡Pero eso podrían ser años!- dijo Hermione.
-Si sé, pero él no la necesita. No estaré mintiendo... realmente.
Harry encontró sus ojos con una mezcla de desafío y verguenza. Recordó las palabras que habían sido grabadas sobre la entrada de Nurmengard: POR EL BIEN MAYOR. Apartó la idea. ¿Qué opción tenían?
-No me gusta -dijo Hermione.
-A mí tampoco mucho -admitió Harry.
-Bien, creo que es genial -dijo Ron, poniéndose de pie otra vez. -Vamos a decirselo.
De vuelta en la pequeña habitación, Harry hizo la oferta, cuidando de decirlo sin dar una fecha definitiva para la entrega de la espada. Hermione miró con el ceño fruncido al piso mientras hablaba; se sintió irritado con ella, con temor de que pudiese estropearlo. Sin embargo, Griphook no tenía ojos para nadie excepto para Harry.
-¿Tengo tu palabra, Harry Potter, de que me daras la espada de Gryffindor si te ayudo?-
-Si -dijo Harry.
-Entonces aprieta mi mano -dijo el duende, levantando su mano.
Harry la tomó y sacudió. Se preguntó si esos ojos negros vieron algún recelo en los suyos. Luego Griphook lo soltó, rápidamente juntó sus manos, y dijo, -¡Entonces comenzamos!-
Era como planear entrar en el ministerio de nuevo. Acordaron trabajar en la pieza más pequeña, la cual se mantenía, de acuerdo a la preferencia de Griphook, en semioscuridad.
-He visitado la cámara de Lestrange sólo una vez –les dijo Griphook-. La vez que me mandaron poner dentro la falsa espada. Es una de las cámaras más antiguas. Las familias de magos más antiguas guardan sus tesoros en el nivel más bajo, donde las cámaras son más grandes y están mejor protegidas....-
Permanecían callados en la alacena hecha habitación durante horas cada vez. Lentamente los días se convirtieron en semanas. Había un problema tras otro que resolver, y si eso no era suficiente, su abastecimiento de poción multijugos estaba considerablemente agotada.
-En realidad sólo hay suficiente para uno de nosotros -dijo Hermione, inclinando la poción espesa como fango contra la luz de la lámpara.
-Será suficiente - dijo Harry, que estaba examinando el mapa hecho a mano de Griphook de los más profundos caminos.
Los otros habitantes de la casa de campo no podían evitar notar que algo estaba pasando, ahora que Harry, Ron y Hermione solo salían a las horas de las comidas. Nadie hacía preguntas, aunque Harry constantemente sentía en la mesa los ojos de Bill en los tres, pensativo, preocupado.
Cuanto más tiempo pasaban juntos, más se daba cuenta Harry de que no le gustaba mucho el duende. Griphook era inesperadamente sangriento, se reía de la idea de causar dolor a criaturas menores y parecía agradarle la posibilidad de que tendrían que herir a otros magos para llegar a la cámara de los Lestrange. Harry podría asegurar que su aversión era compartida por los otros dos, pero no hablaron de ello. Necesitaban a Griphook.
El duende solo comió el resto de mala gana. Incluso después de que sus piernas estuvieran bien, continuó pidiendo bandejas de comida en su cuarto, como el todavía frágil Ollivander, hasta que Bill (después de un furioso arrebato de Fleur) fue arriba a decirle que la situación no podía continuar. Después Griphook se les unió a la atestada mesa, aunque rehusó comer la misma comida, insistiendo, en cambio, en pedir trozos de carne cruda, raices, y varios tipo de hongos.
Harry se sentía responsable: Era, después de todo, él quien había insistido en que el duende debería permanecer en la casa de campo para que él pudiese interrogarlo; culpa suya que toda la familia Weasley hubiese sido forzada a esconderse, que Bill, Fred, George, y el Sr. Weasley no pudiesen trabajar más.
-Lo siento -le dijo a Fleur, una tempestuosa tarde de Abril mientras le ayudaba a preparar la cena. -Nunca quise que tuvieras que lidiar con todo esto.
Ella acababa de poner algunos cuchillos a trabajar cortando en pedacitos filetes para Griphook y Bill, que prefería la carne sangrienta desde que había sido atacado por Greyback. Mientras los cuchillos cortaban tras ella, la expresión de su cara se suavizó.
-Arry, tu zagvazte la vida de mi hegmana, yo no olvido.
Eso no era, estrictamente hablando, verdad, pero Harry decidió no recordarle que Gabrielle nunca había estado en verdadero peligro.
-De todaz fogmaz –continuó Fleur, señalando un pote de salsa en el fuego, que comenzó a burbujear inmediatamente- Mg. Oggivandeg ze va donde Mugiel ezta noche. Ezo hagá las cosas máz fácilez. El duende -frunció el ceño un poco al mencionarlo- puede cambiagse abajo, y tú, Ron, y Dean podéis usag eza habitación.-
-No nos importa dormir en el salón -dijo Harry, que sabía lo que Griphook pensaría de tener que dormir en el sofá; mantener a Griphook feliz era esencial para sus planes.
-No te preocupes por nosotros.- Y cuando ella intentó protestar se fué-Estaremos fuera de tus manos pronto, Ron, Hermione y yo. No necesitaremos estar aquí mucho más.
-Pero, ¿a qué te gefieres? –dijo ella, frunciendo el ceño, su varita apuntando al fondo de la cacerola ahora suspendida en el aire.- Clago que no te debes igte, ¡estas a salvo aquí! -Se pareció más a la Sra. Weasley cuando lo dijo, y agradeció que la puerta trasera se abriese en ese momento. Luna y Dean entraron, con el cabello húmedo por la lluvia de afuera y los brazos llenos de madera que flotaba en el mar.
-... y pequeñas orejas –estaba diciendo Luna-, un poco como los hippos, decía papá, pero morado y peludo. Y si quieres llamarlos, tienes que tararear; prefieren un vals, nada muy rápido...
Sintiéndose incómodo, Dean encogió los hombros cuando pasó frente a Harry, siguiendo a Luna a la sala que era comedor y sala de estar donde Ron y Hermione ponían la mesa.
Aprovechando la oportunidad de escapar de las preguntas de Fleur, Harry agarró dos jarros de jugo de calabaza y los siguió.
-... y si alguna vez vienes a nuestra casa podré mostrarte el cuerno, papá me escribió sobre eso pero no lo he visto aún, porque los mortífagos me capturaron en el expreso de Hogwarts y no fuí a casa en navidad –estaba diciendo Luna, mientras ella y Dean avivaban el fuego.
-Luna, te lo dijimos –le dijo Hermione- Ese cuerno explotó. Era de un Erumpent, no de un Snorkack de cuerno arrugado...-
-No, era definitivamente un cuerno de Snorkack,- dijo Luna serenamente, -Papá me lo dijo. Lo habrá reformado ya probablemente, se curan a sí mismos, ¿sabes?
Hermione sacudió su cabeza y continuó poniendo los tenedores mientras Bill aparecía, conduciendo al Sr. Ollivander por las escaleras. El creador de varitas todavía se veía excepcionalmente débil, y se aferró al brazo de Bill mientras éste lo sostenía, cargando una gran maleta.
-Voy a echarle de menos, Sr. Ollivander -dijo Luna, acercándose al viejo hombre...
-Y yo a tí, querida -dijo Ollivander, dándole palmaditas en el hombro-. Fuiste un inexpresable alivio para mí en ese terrible lugar.
-Entonces, au revoir, Mg. Ollivandeg -dijo Fleur, besándolo en ambas mejillas- Y me pregunto si podría hacegme el favog de entregag un paquete a Muriel la tía de Bill!? No le he devuelto su tiaga.
- Será un honor -dijo Ollivander con una pequeña reverencia- es lo mínimo que puedo hacer en agradecimiento a su generosa hospitalidad.
Fleur sacó un gastado maletín de terciopelo, el cual abrió para mostrarselo al creador de varitas. La tiara brillaba y centelleaba a la luz de la baja lámpara colgante.
-Piedras de luna y diamantes -dijo Griphook, que había llegado furtivamente al cuarto sin que Harry lo notara. -Hecha por duendes, ¿no?
-Y pagada por magos -dijo Bill seriamente, y el duende le lanzó una mirada que era tanto furtiva como desafiante.
Un viento fuerte golpeó contra las ventanas de la casa mientras Bill y Ollivander ingresaban a la oscuridad. El resto de ellos se puso con dificultad alrededor de la mesa; codo a codo y con apenas suficiente espacio para moverse, comenzaron a comer. El fuego crujió y pasó por la rejilla a su lado. Fleur, notó Harry, simplemente jugaba con su comida; echaba un vistazo a la ventana cada poco minutos; sin embargo, Bill regresó antes que hubiesen terminado su primer plato, con el largo pelo enredado por el viento.
-Todo esta bien -le dijo a Fleur- Ollivander se instaló, mamá y papá mandan saludos. Ginny te envía todo su amor, Fred y George están sacando a Muriel de sus casillas, siguen con su negocio de pedidos mediante búhos en el cuarto trasero. Pienso que la animó tener otra vez su tiara. Dijo que pensaba que se la habíamos robado.
-Ah, es charmante (encantadora) tu tía -dijo Fleur irritadamente, agitando su varita y haciendo que los platos sucios se elevaran y formaran un montón en el aire. Los cogió y salió del cuarto.
-Mi padre esta haciendo una tiara -dijo con voz aguda Luna- Bueno, mas bien una corona, en realidad.
Ron miró a Harry y sonrió; Harry supo que se estaba acordando del absurdo tocado que habían visto en su visita a Xenophilius.
-Sí, está tratando de recrear la diadema perdida de Ravenclaw. Cree que ya ha identificado la mayoría de los elementos fundamentales. Añadir la alas billywig realmente fue un avance...
Se oyó una explosión en la puerta principal. Todo el mundo se giró hacia allí. Fleur salió corriendo desde la cocina, mirando aterrorizada; Bill se levantó rápidamente, con su varita apuntando a la puerta; Harry, Ron, y Hermione hicieron lo mismo. Silenciosamente Griphook se deslizó debajo de la mesa, fuera de la vista.
-¿Quién es?- dijo Bill.
-Soy yo, ¡Remus John Lupin! -dijo una voz sobre el aullante viento. Harry experimentó un estremecimiento de miedo; ¿que había pasado?- Soy un hombre lobo, casado con Nymphadora Tonks, y ustedes, los guardianes secretos de la casa de campo Shell, me dijeron la dirección y me ordenaron venir en caso de emergencia.
-Lupin -susurró Bill, y corrió a la puerta abriéndola.
Lupin cayó sobre el umbral. Estaba pálido, abrigado con una capa de viaje, su pelo grisáceo azotado por el viento. Se enderezó, miró alrededor del cuarto, asegurandose de quien estaba allí, luego gritó fuerte, -¡Es un niño! ¡Lo hemos llamado Ted, por el padre de Dora!-
Hermione chilló.
-Que..? Tonks... Tonks tuvo el bebé?-
-Si, si, ¡tuvo el bebé!- gritó Lupin. Todos alrededor de la mesa gritaron de placer y suspiros de alivio: Hermione y Fleur chillaron, -¡Felicidades!- y Ron dijo, -Dios, un bebé!- como si nunca hubiese escuchado eso antes.
-Si... si... un niño,- dijo Lupin otra vez, que parecía aturdido por su propia felicidad. Caminó a zancadas alrededor de la mesa y abrazó a Harry; la escena en el sotano en Grimmauld parecía no haber sucedido nunca.
-¿Serás su padrino?- dijo mientras miraba a Harry.
-Y...¿yo?- tartamudeó Harry.
-Tu, si, claro... Dora esta de acuerdo, quién mejor...
-Yo... si... Dios...
Harry se sintió abrumado, atónito, encantado; Bill se apuraba buscando el vino, y Fleur persuadía a Lupin para unírseles a tomar un trago.
-No puedo quedarme más, debo volver,- dijo Lupin, sonriendo radiante entre ellos: Parecía varios años más joven de lo que Harry nunca lo había visto.
-Gracias, gracias, Bill-
Bill pronto había llenado todas sus copas, se pararon y las levantaron en alto en un brindis.
-Por Teddy Remus Lupin,- dijo Lupin, -¡un gran mago en camino!-
-¿Como se le ve?- Fleur preguntó.
-Creo que como Dora, pero ella piensa que es como yo. Poco pelo. Parecía negro cuando nació, pero juro que cambió a jenjibre una hora después. Probablemente rubio cuando vuelva. Andrómeda dijo que el cabello de Tonks había comenzado a cambiar el día en que nació.- Vació su copa. -Oh, venga entonces, solo una más,-añadió, sonriendo radiente, mientras Bill la llenaba otra vez.
El viento azotó continuamente la pequeña casa y el fuego saltó y crujió, y Bill pronto estaba abriendo otra botella de vino. Las noticias de Lupin parecían haberlos hecho salir de sí mismos, sacándolos por un rato de su estado de sitio: las noticias de una nueva vida eran estimulantes. Sólo el duende parecía impasible ante la repentina atmósfera festiva, y tras un rato se escabulló de vuelta a la habitación que ahora ocupaba solo. Harry pensó que había sido el único que lo había notado, hasta que vió los ojos de Bill siguiendo al duende escaleras arriba.
-No... no... En realidad debo volver,- dijo Lupin al final, declinando otra copa de vino. Se levantó y se echó de nuevo la capa de viaje alrededor- Adios, adios...trataré de traer unas fotos en unos días... estarán todos tan felices de saber que os he visto...
Se sujetó la capa y se despidió, abrazando a las mujeres y apretando las manos de los hombres, luego, todavía con una radiante sonrisa, regresó a la salvaje noche.
-¡Padrino, Harry!- dijo Bill mientras caminaban a la cocina juntos, ayudando a limpiar la mesa. -¡Un verdadero honor! Felicidades!
Mientras Harry ponía abajo las copas vacías que estaba trayendo, Bill cerró la puerta detrás de él, acallando las voces aún audibles de los demás, quienes continuaban con la celebración incluso con la ausencia de Lupin.
-Quería tener una conversación privada, Harry. No ha sido fácil tener una oportunidad con la casa llena de gente.- dijo Bill indeciso- Harry, estas planeando algo con Griphook.
Era una declaración, no una pregunta, y Harry no se molestó en negarlo. Simplemente miró a Bill, esperando.
-Conozco a los duendes,- dijo Bill. -He trabajado para Gringotts desde que deje Hogwarts. Hasta el punto en que magos y duendes pueden ser amigos, tengo amigos duendes.. o, al menos, duendes que conozco bien y me agradan.- Dijo, otra vez indeciso- Harry, que quieres de Griphook, y que le prometiste en recompensa.
-No puedo decirtelo -dijo Harry- Lo siento, Bill.
La puerta de la cocina se abrió detrás de ellos; Fleur estaba tratando de traer más copas vacías.
-Espera –le dijo Bill- Solo un momento.
Ella se volvió y cerró la puerta otra vez.
-Entonces tengo que decirte esto -continúo Bill- Si has cerrado cualquier clase de negocio con Griphook, y particularmente si ese negocio envuelve un tesoro, debes ser excepcionalmente cuidadoso. Las nociones de los duendes de propiedad, pagos, y reembolso no son las mismas que las humanas.
Harry sintió un ligero retorcimiento de disconformidad, como si una pequeña serpiente se hubiese agitado dentro de él.
-A qué te refieres?- le preguntó.
-Estamos hablando de una manera diferente de ser -dijo Bill.- Los negocios entre magos y duendes han estado llenos de problemas durante siglos.. pero sabrás todo eso por la Historia de la Magia. Ha habido faltas de ambos lados, nunca alegaría que los magos han sido inocentes. Sin embargo, hay una creencia entre algunos duendes, y los de Gringotts son quizas más propensos, de que los magos no son fiables en asuntos de oro y tesoros, que no tienen respeto a las posesiones de los duendes.
-Yo respeto...- Harry comenzó, pero Bill sacudió su cabeza.
-Tu no entiendes, Harry, nadie puede entenderlo a menos que hayan vivido con duendes. Para un duende, el legítimo y verdadero dueño de cualquier objeto es el creador, no el comprador. Todos los objetos hechos por duendes son, a sus ojos, legítimamente suyos.
-Pero fue comprado...-
-...entonces ellos lo consideraran alquilado por el que pago. Ellos tienen, sin embargo, serias dificultades en aceptar la idea de objetos hechos por duendes que pasan de mago en mago. Viste la cara de Griphook cuando la tiara pasó bajo sus ojos. Lo desaprueba. Creo que piensa, como los mas violentos de su tipo, que deberían ser devueltas a los duendes una vez que el comprador original muere. Ellos consideran nuestro hábito de quedarnos con objetos hechos por duendes, pasando de mago a mago sin un mayor pago, poco más que un robo.
Harry tuvo la sensasión de que algo no oportuno acababa de pasar; se preguntó si Bill adivinaba mas de lo que él le estaba diciendo.
-Todo lo que estoy diciendo,- dijo Bill, poniendo su mano en la puerta que volvía a la sala de estar- es que hay que ser muy cuidadoso en lo que le prometes a los duendes, Harry. Sería menos peligroso entrar ala fuerza en Gringotts que renegar de una promesa a un duende.
-Esta bien -dijo Harry mientras Bill abría la puerta- Gracias. Lo tendré en cuenta.
Mientras él continuaba allí, Bill volvió con los demás. Un irónico pensamiento vino a él, sin duda del vino que había bebido. Parecía ya en proceso de convertirse en un padrino tan imprudente para Teddy Lupin como Sirius Black lo había sido para él.
 
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