jueves, 26 de julio de 2007

El valle de Godric

CAPITULO 16 - EL VALLE DE GODRIC

Cuando Harry se despertó al día siguiente transcurrieron algunos segundos antes de que recordara lo que había pasado. Luego esperó, infantilmente, que todo hubiera sido un sueño, que Ron aún estuviera ahí y nunca se hubiera ido. Pero al girar la cabeza sobre la almohada pudo ver la cama de Ron vacía. Apartó los ojos sin expresión alguna. Harry bajó de un salto de su propia cama, manteniendo la vista apartada de la de Ron. Hermione, que ya estaba ocupada en la cocina, no le dio los buenos días, sino que desvió la mirada cuando él entró.
Se ha ido, se dijo Harry a sí mismo. Se ha ido. Se tuvo que repetir lo mismo mientras se bañaba y se vestía, como si repitiéndolo pudiera insensibilizarse de la conmoción. Se ha ido y no va a regresar. Y era la pura verdad, Harry lo sabía, porque los encantamientos protectores harían imposible que Ron, una vez dejaran este sitio, los encontrara otra vez.
Él y Hermione tomaron el desayuno en silencio. Los ojos de Hermione estaban rojos e hinchados; parecía que no hubiera dormido nada. Empacaron sus cosas, Hermione haciéndolo demasiado despacio. Harry sabía por qué quería alargar su estancia en la ladera del río; varias veces la vio con mirada vigilante, y estaba seguro de que se engañaba a sí misma pensando que había escuchado pasos a través de la pesada lluvia, pero ninguna figura pelirroja apareció entre los árboles. Cada vez que Harry hacía la imitaba, y miraba alrededor (no podía evitar tener un poco de esperanza, el también), no veía nada más que el bosque barrido por la lluvia, y una pequeña porción de furia explotaba dentro de él. Podía escuchar a Ron diciendo, “¡Pensábamos que sabías lo que hacías!” y terminó de empacar con un fuerte nudo en la boca del estómago.
A su lado, el lodoso río estaba creciendo rápidamente y pronto se desbordaría sobre su margen. Se habían retrasado una hora larga sobre el momento en que hubieran levantado el campamento en condiciones normales. Al final, después de rehacer tres veces completas el equipaje en el bolso bordado, Hermione parecía incapaz de encontrar más razones para retrasarse: ella y Harry se cogieron de la mano y se Desaparecieron, reapareciendo sobre una ventosa ladera cubierta de brezos.
En el instante que llegaron, Hermione soltó la mano de Harry y se alejó de él, sentándose finalmente sobre una gran roca, su cara sobre las rodillas, sacudiéndose con lo que él sabía eran sollozos. La observó, sabiendo que debería ir a consolarla, pero algo lo mantenía atado a donde estaba. Sentía su interior frío y encogido: nuevamente vio la expresión desdeñosa en la cara de Ron. Harry echó a andar a grandes zancadas a través de los brezos, caminando en un gran círculo con centro en la desconsolada Hermione, conjurando los hechizos que solía hacer ella para garantizar su seguridad.
No hablaron de Ron en el transcurso de los siguientes días. Harry había decidido no volver a mencionar su nombre, y Hermione parecía saber que sería inútil forzar el tema, aunque a veces, por las noches, cuando ella pensaba que estaba dormido, podía escucharla llorar. Mientras tanto, Harry había comenzado a sacar el Mapa del Merodeador y a examinarlo a la luz de su varita. Estaba esperando el momento en el que el punto etiquetado con el nombre de Ron pudiera aparecer en los corredores de Hogwarts, probando que había regresado a la comodidad del castillo, protegido por su estatus de sangre pura. Sin embargo, Ron no apareció en el mapa, y con el tiempo, Harry se encontró sacándolo solamente para observar el nombre de Ginny en el dormitorio de las niñas, deseando que la intensidad con la que lo miraba pudiera entrar en su sueño, de manera que ella supiera de una u otra forma que él estaba pensando en ella, deseando que estuviera bien.
Por el día, se dedicaban a tratar de determinar los posibles lugares donde pudiera estar la espada de Gryffindor, pero cuanto más hablaban de los sitios en los que Dumbledore pudiera haberla escondido, su especulación se volvía más desesperada y menos atractiva. Aunque se devanó los sesos todo lo que pudo, Harry no podía recordar que Dumbledore hubiera mencionado alguna vez un lugar donde pudiera esconder algo. Hubo momentos en que no supo si estaba más enojado con Ron o con Dumbledore. Pensábamos que sabías lo que hacías… Pensábamos que Dumbledore te había dicho qué hacer… ¡Pensábamos que tenías un plan de verdad!
No podía engañarse: Ron estaba en lo cierto. Dumbledore no le había dejado virtualmente nada. Habían descubierto un Horrocrux, pero no tenían medios para destruirlo. Los otros seguían siendo tan inalcanzables como lo habían sido siempre. La desesperanza amenazaba con hundirlo. Ahora titubeaba pensando en su presunción al aceptar la oferta de sus amigos de acompañarlo en este viaje errante y sin sentido. No sabía nada, no tenía ideas, y estaba constante y dolorosamente alerta a cualquier signo de que Hermione también fuera a decirle que ya había tenido suficiente, que se iba.
Pasaban muchas noches en casi total silencio, y Hermione empezó a sacar el retrato de Phineas Nigellus y a colocarlo en una silla, como si fuera a llenar parte del vacío que Ron dejó con su partida. A pesar de su previa advertencia de que no los visitaría más, Phineas Nigellus no parecía capaz de resistir la oportunidad de saber más acerca de lo que Harry planeaba, y consentía en reaparecer, con los ojos vendados, cada pocos días. Harry incluso se alegraba de verlo, porque era compañía, aunque fuera de un tipo despreciativo y se burlara de ellos. Saciaron su ansia de noticias acerca de lo que estaba pasando en Hogwarts, aunque Phineas Nigellus no era un informante ideal. Veneraba a Snape, el primer director de Slytherin desde que él había dirigido la escuela, y tenían que tener cuidado de no criticar o hacer preguntas impertinentes sobre Snape, o Phineas Nigellus abandonaba el retrato instantáneamente.
Sin embargo, dejó caer ciertos fragmentos. Snape parecía estar enfrentando un constante aunque débil motín de un amplio grupo de estudiantes. A Ginny se le había prohibido ir a Hogsmeade. Snape había retomado el viejo decreto de Umbridge prohibiendo reuniones de tres o más estudiantes o la creación de cualquier sociedad estudiantil no oficial.
De todas estas cosas, Harry dedujo que Ginny, y probablemente Neville y Luna con ella, estaban haciendo todo lo que podían para continuar con el Ejército de Dumbledore. Estas escasas noticias hicieron que Harry deseara ver a Ginny tan desesperadamente como cuando deseas que se te cure pronto un dolor de estómago; pero también le hizo pensar en Ron otra vez, y en Dumbledore, y en el mismo Hogwarts, que había extrañado casi tanto como a su ex-novia. De hecho, mientras que Phineas Nigellus hablaba acerca de las medidas de Snape, Harry experimentó un pequeño segundo de locura al imaginarse simplemente regresando a la escuela para unirse a la desestabilización del régimen de Snape: estando bien alimentado, y con una cómoda cama, y otras personas haciéndose cargo de todo; parecía la más maravillosa propuesta del mundo en ese momento. Pero luego recordó que era el Indeseable Número Uno, que había un precio de diez mil galeones sobre su cabeza, y que estar en Hogwarts en esos días era tan peligroso como estar en el Ministerio de Magia. Sin darse cuenta, Phineas Nigellus enfatizaba este hecho al dejar caer preguntas casuales acerca de dónde estaban Harry y Hermione. Cada vez que lo hacía, Hermione lo envolvía nuevamente en la bolsa de cuentas, y Phineas Nigellus invariablemente rehusaba reaparecer hasta varios días después de esas despedidas tan poco ceremoniosas.
El clima se volvió más y más frío. No se atrevían a permanecer en un lugar demasiado tiempo, aunque permanecían en el sur de Inglaterra, que era una dura región. El frío era la peor de sus preocupaciones, así que continuaron errando arriba y debajo de la región, desafiando la falda de una montaña, donde el aguanieve aporreó la tienda; una amplia y plana ciénaga, donde la tienda se inundó con agua fría; y una pequeña isla en medio de un lago, donde la nieve cubrió la tienda hasta la mitad durante la noche.
Habían comenzado a colocar árboles de Navidad con luces parpadeantes en algunas ventanas del salón antes de que llegara la noche, cuando Harry decidió sugerir, de nuevo, lo que le parecía la única ruta sin explorar que les quedaba. Acababan de terminar una inusual merienda: Hermione había ido al supermercado bajo la Capa de Invisibilidad (dejando escrupulosamente el dinero dentro de una caja registradora abierta antes irse), y Harry pensó que podría estar más persuadible de lo normal con el estómago lleno, gracias a los espagueti boloñesa y a las peras enlatadas. También había tenido la previsión de sugerir que tomaran algunas horas de descanso de llevar el Horrocrux, que estaba colgando sobre la cama a su lado.
-¿Hermione?
-¿Mmm? -Estaba acurrucada en un de los sillones combados con Las Aventuras de Beedle el Bardo. No podía imaginar cuanto tiempo más iba a estar pegada al libro, que no fue, después de todo, demasiado; pero evidentemente aún estaba descifrando algo en él, porque El silabario del Hechicero permanecía abierto en un brazo del sillón.
Harry se aclaró la garganta. Se sentía exactamente como en aquella ocasión, algunos años atrás, cuando tuvo que preguntarle a la Profesora McGonagall si podía ir a Hogsmeade de todas formas, a pesar del hecho de no haber persuadido a los Dursley de firmar su permiso.
-Hermione, he estado pensando, y …
-Harry, ¿podrías ayudarme con algo?
No parecía haberle escuchado. Se inclinó frente a él y le extendió Las Aventuras de Beedle el Bardo.
-Mira este símbolo -dijo, apuntando al encabezado de la página. Sobre lo que Harry suponía que era el título de la historia (siendo incapaz de leer runas, no podía estar seguro), había el dibujo de lo que parecía un ojo triangular, su pupila cruzada con una línea vertical.
-No he estudiado Runas Antiguas, Hermione.
-Ya lo sé, pero esto no es una runa y tampoco está en el silabario. Todo este tiempo pensaba que era el dibujo de un ojo, ¡pero ya no creo que lo sea! Fue dibujado con tinta, mira, alguien lo pintó ahí, no es realmente parte del libro. Piensa, ¿has visto esto antes?
-No… No, espera un momento. -Harry lo miró más de cerca-. ¿No es el mismo símbolo que el padre de Luna llevaba colgado del cuello?
-Bien, eso mismo pensé
-Entonces es la marca de Grindelwald
Ella lo miró fijamente, con la boca abierta.
-¿Qué?
-Krum me dijo…
Le recontó la historia que Viktor Krum le había contado en la boda. Hermione lo miraba anonadada.
-¿La marca de Grindelwald?
Miró a Harry y luego al extraño símbolo otra vez.
-Nunca he oído que Grindelwald tuviera una marca. No se menciona en nada de lo que he leído de él.
-Bueno, como te dije, Krum cree que ese símbolo fue tallado en una pared de Durmstrang, y que Grindelwald lo puso ahí.
Ella se dejó caer en el viejo sillón, con el ceño fruncido.
-Es muy extraño. Si es un símbolo de Magia Oscura, ¿que está haciendo en un libro de historias para niños?
-Si, es raro -dijo Harry-. Y se supone que Scrimgeour debería haberlo reconocido. Él era Ministro, tendría que haber sido un experto en artes oscuras.
-Lo se… Tal vez pensó que era un ojo, como yo. Las otras historias también tienen pequeñas imágenes sobre los títulos.
No dijo nada más, pero continuó estudiando detenidamente la extraña marca. Harry lo intentó otra vez.
-¿Hermione?
-¿Mmm?
-He estado pensando. Quiero… quiero ir al Valle de Godric.
Ella lo miró, pero sus ojos estaban desenfocados, y él estuba seguro de que estaba pensando todavía en la misteriosa marca del libro.
-Sí -dijo ella-. Sí, yo también he estado pensando en eso. Realmente pienso que tenemos que ir.
-¿Me has escuchado bien? -preguntó él.
-Por supuesto que sí. Quieres ir al Valle de Godric. Estoy de acuerdo, creo que deberíamos ir. Quiero decir, no se me ocurre otro lugar donde pueda estar. Será peligroso, pero mientras más lo pienso, más probable me parece que esté ahí.
-Eh… ¿Qué es lo qué está ahí? -preguntó Harry.
En ese momento, ella lo miró tan desconcertada como lo estaba él.
-Pues, ¡la espada, Harry! Dumbledore tenía que saber que tu querrías regresar ahí, y quiero decir, el Valle de Godric es el lugar de nacimiento de Godric Gryffindor
-¿En serio? ¿Gryffindor es del Valle de Godric?
-Harry, ¿has abierto alguna vez Historia de la Magia?
-Eh -dijo, sonriendo por primera vez en meses, por lo que notaba: los músculos de su rostro estaban raramente tiesos-. Sí lo abrí, sabes, cuando lo compré… sólo una vez…
-Bueno, si el pueblo tiene ese nombre en su honor, creo que podrías haber pensado en hacer la conexión -dijo Hermione. Sonaba más como la vieja Hermione que como la nueva; Harry casi esperaba que anunciara que se iba a la biblioteca.
-Hay algo sobre el pueblo en Historia de la Magia, espera…
Abrió la bolsa de cuentas y revolvió en su interior durante un rato, extrayendo finalmente la copia del viejo libro de texto, Historia de la Magia por Bathidla Bagshot, el cual hojeó hasta encontrar la página que quería.
“Después de la firma del Estatuto Internacional del Secreto en 1689, los magos tuvieron que esconderse por su propio bien. Era frecuente, quizás, que formaran sus propias pequeñas comunidades dentro de una comunidad más grande. Muchos pueblos pequeños y aldehuelas atrajeron a algunas familias mágicas, que permanecieron juntas para apoyarse mutuamente y como protección. Los pueblos de Tinworth en Cornwall, Upper Flagely en Yorkshire, y Ottery St. Catchpole en la costa sur de Inglaterra fueron hogares notables para corrillos de familias mágicas que vivían junto con muggles tolerantes y a veces Confundidos. El más célebre de estos lugares de residencia medio-mágicos, es quizás, el Valle de Godric, el pueblo del oeste del país donde nació el gran mago Godric Gryffindor, y donde Bowman Wright, herrero mágico, forjó la primera snitch dorada. El cementerio está lleno de nombres de antiguas familias mágicas, y sus relatos son, sin duda alguna, historias de embrujos que han acechado la pequeña iglesia local durante muchos siglos.’
-No os menciona ni a tí ni a tus padres -dijo Hermione, cerrando el libro-, porque la profesora Bagshot no cubre nada posterior a finales del siglo diecinueve. ¿Pero lo ves? El Valle de Godric, Godric Gryffindor, la espada de Gryffindor; ¿no crees que Dumbledore debía espera rque hicieras la conexión?
-Oh sí…
Harry no quiso admitir que no había pensando en la espada en absoluto cuando sugirió ir al Valle de Godric. Para él, el atractivo del pueblo estaba en la tumba de sus padres, la casa donde escapó de la muerte, y en la persona de Bathidla Bagshot.
-¿Recuerdas lo que dijo Muriel? -le preguntó casualmente.
-¿Quién?
-Ya sabes -vaciló: no quería decir el nombre de Ron-. La tía abuela de Ginny. En la boda. La que dijo que tenías tobillos flacos.
-Ah -dijo Hermione. Fue un momento difícil: Harry supo que había notado la omisión del nombre de Ron. Dijo apresuradamente:
-Dijo que Bathilda Bagshot aún vive en el Valle de Godric.
-Bathilda Bagshot -murmuró Hermione, pasando su dedo índice sobre el nombre en relieve de Bathidla en la portada de Historia de la Magia-. Bueno, supongo…
Jadeó tan fuerte que Harry sintió que se le revolvían las entrañas; sacó su varita, mirando hacia la entrada, casi esperando ver una mano intentando atravesar la solapa de la entrada, pero no había nada.
-¿Qué pasa? -dijo, medio enojado, medio aliviado. -¿Por qué hiciste eso? Pensé que habías visto, como mínimo, un Mortífago bajando la cremallera de la tienda…”
-Harry, ¿y si Bathidla tiene la espada? ¿y si Dumbledore se la confió?
Harry consideró la posibilidad. Bathidla debía ser una mujer muy vieja ahora, y de acuerdo con Muriel, estaba un poco loca. ¿Era posible que Dumbledore hubiera escondido la espada de Gryffindor con ella? Si eso fuera cierto, a Harry le parecía que Dumbledore se había arriesgado demasiado: nunca había revelado que había reemplazado la espada por otra falsa, ni había mencionado demasiado su amistad con Bathidla. Ahora, a pesar de todo, no era el momento de levantar dudas sobre la teoría de Hermione, sobre todo cuando estaba, insperadamente, tan decidida a cumplir el deseo más añorado de Harry.
-¡Sí, tuvo que hacerlo! Entonces, ¿vamos al Valle de Godric?”
-Sí, pero tendremos que pensarlo cuidadosamente, Harry -Se sentó, y Harry podía apreciar que tener un plan en perspectiva había levantado su ánimo tanto como el de él.
-Para empezar vamos a tener que practicar Desaparecernos juntos bajo la Capa de Invisibilidad, y tal vez también sería sensato hacerlo con los hechizos desilusionadores, a menos de que pienses que deberíamos ir en una neblina espesa y usar Poción Multijugos. En ese caso necesitaremos conseguir cabello de alguien. De hecho creo que deberíamos hacer eso mejor, Harry, mientras más elaborado sea el disfraz mejor…”
Harry la dejó hablar, asintiendo y mostrándose de acuerdo cada vez que hacía una pausa, pero su mente había abandonado la conversación. Por primera vez desde que habían descubierto que la espada en Grynffindor era falsa, se sentía emocionado.
Estaba a punto de volver a casa, a punto de regresar al lugar donde había tenido una familia. Fue en el Valle de Godric donde, si no fuera por Voldemort, podría haber crecido y pasado cada una de sus vacaciones. Podría haber invitado amigos a su casa… hasta podría haber tenido hermanos y hermanas… hubiera sido su madre la que hiciera su pastel de su cumpleaños número diecisiete. La vida que había perdido difícilmente podía parecerse la real que vivía en ese momento, cuando sabía que estaba a punto de ver el lugar donde se la habían arrebatado. Después de que Hermione se hubiera ido a la cama esa noche, Harry sacó cuidadosamente su mochila de la bolsa de cuentas de Hermione, y de ésta, sacó el álbum de fotografías que Hagrid le había dado hacía mucho tiempo. Por primera vez en muchos meses, examinó las viejas fotos de sus padres, sonriéndole y saludándolo desde las imágenes, que era lo único que tenía de ellos.
Harry hubiera partido hacia el Valle de Cedric al día siguiente con mucho gusto, pero Hermione tenía otros planes. Convencida como estaba de que Voldemort podía esperar que Harry regresara al lugar en que sus padres murieron, estaba decidida a ir sólo después de que se hubieran asegurado de tener los mejores disfraces posibles. Pasó como una semana entera – una vez que hubieron obtenido furtivamente cabellos de muggles inocentes haciendo las compras navideñas, y hubieron practicado Aparecerse y Desaparecerse juntos debajo de la Capa de Invisibilidad – hasta que Hermione accedió a hacer el viaje.
Se Aparecieron en el pueblo protegidos por la oscuridad, la tarde estaba ya avanzada cuando finalmente se bebieron la Poción Multijugos, Harry transformándose en un muggle calvo y de edad madura, Hermione en su pequeña y bastante tímida esposa. Guardaron la bolsa de cuentas que contenía todas sus posesiones (aparte del Horrocrux, el cual Harry llevaba colgado al cuello) dentro de uno de los bolsillos del abrigo abotonado de Hermione. Harry colocó la Capa de Invisibilidad sobre ellos, y se sumergieron bajo la sofocante oscuridad una vez más.
Con el corazón latiendo en su garganta, Harry abrió los ojos. Estaban parados cogidos de la mano en un camino nevado bajo un cielo azul oscuro, en el que las primeras estrellas de la noche empezaban a brillar débilmente. Había chalets a ambos lados del angosto camino, con decoraciones navideñas parpadeando en las ventanas. A poca distancia de ellos, el brillo de algunos faroles dorados indicaba el centro del pueblo.
-¡Toda esta nieve! -murmuró Hermione debajo de la capa-. ¿Por qué nunca pensamos en la nieve? Después de todas las precauciones que tomamos, ¡vamos a dejar huellas! Tenemos que deshacernos de ellas – tú ve delante, yo lo haré-”
Harry no quería entrar al pueblo como un caballo de pantomima, tratando de permanecer inadvertidos mientras cubrían su rastro mágicamente.
-Vamos a quitarnos la capa -dijo Harry, y cuando vio la expresión espantada de Hermione dijo-. Oh, vamos, no parecemos nosotros y no hay nadie cerca.
Escondió la capa bajo su abrigo y continuaron sin ningún otro impedimento, el aire helado cortándoles la cara mientras pasaban más y más chalets: Alguno de ellos pudo haber sido en el que James y Lily alguna vez vivieron o en el que Bathilda vivía ahora. Harry miraba las puertas principales, sus techos cargados de nieve, y sus porches, deseando poder recordar alguno de ellos, sabiendo en el fondo que eso era imposible, que tenía menos de un año cuando dejó este lugar para siempre. Ni siquiera estaba seguro de si podría ver el chalet después de todo; no sabía lo que pasaba cuando todos los relacionados con un Encantamiento Fidelius morían. Entonces, la pequeña vereda por donde caminaban se curvó a la izquierda hacia el corazón del pueblo, en donde apareció una pequeña plaza.
Acordonado en todo su alrededor con luces de colores, había lo que parecía como un monumento en su centro, en parte oscurecido por la sombra de un árbol de Navidad. Había algunas tiendas, una oficina de correos, un bar, y una pequeña iglesia cuyas vidrieras de colores lanzaban un resplandeciente brillo a través de la plaza.
Aquí la nieve tenía otro efecto: Era dura y resbaladiza, como si la gente la hubiera estado pisoteando todo el día. Se cruzaron con algunos habitantes, sus figuras débilmente iluminadas por los faroles. Escucharon algunas risas y música pop en un momento en que la puerta del bar se abrió y se cerró; después escucharon el principio de un villancico dentro de la pequeña iglesia.
-¡Harry, creo que es Nochebuena! -dijo Hermione.
-¿Si?
Había perdido la cuenta de las fechas; no habían visto un periódico en semanas.
-Estoy segura de que sí -dijo Hermione, con los ojos fijos en la iglesia-. Ellos… estarán dentro, ¿verdad? Tu padre y tu madre. Puedo ver el cementerio detrás.
Harry sintió un estremecimiento más allá de la emoción, más parecido al miedo. Ahora que estaba tan cerca, se preguntó qué era lo que quería ver después de todo. Quizás Hermione sabía cómo se sentía, porque le tomó la mano y dirigió el paso por primera vez, arrastrándolo con ella. Sin embargo, al cruzar la plaza, se pararon en seco.
-¡Harry, mira!
Estaba apuntando a donde antes estaba un monumento a los caídos. Al dejarlo atrás, se había transformado. En lugar de un obelisco cubierto de nombres, había una estatua con tres personas: un hombre con gafas y cabello desaliñado, una mujer con largo cabello y un rostro bello y amable, y un bebé sentado en sus brazos. Había un poco de nieve sobre sus cabezas de forma que parecían gorros blancos.
Harry se acercó, contemplando el rostro de sus padres. Nunca se hubiera imaginado que hubiera una estatua… Era extraño verse representado a sí mismo en la piedra, un bebé feliz sin ninguna cicatriz en la frente…
-Vamos -dijo Harry, cuando hubo visto suficiente, y se dieron la vuelta rumbo a la iglesia. En el momento en que cruzaron la calle, se volvió sobre su hombro; la estatua se había convertido en el monumento que vieron en un principio.
Los cantos se hacían más fuertes a medida que se aproximaban a la iglesia. A Harry se le encogió la garganta, le recordaba mucho a Hogwarts, a Peeves cantando groseras versiones de villancicos dentro de las armaduras, a los doce árboles de navidad dentro del Comedor, a Dumbledore usando una gorra que había ganado en un trueque, a Ron con un suéter tejido a mano.
Había una portezuela en la entrada del cementerio. Hermione la empujó lo más silenciosamente que pudo y entraron. A ambos lados del resbaladizo camino, la nieve permanecía profunda y sin señales de haber sido pisada. Se movieron a través de ella, dejando profundas huellas detrás mientras caminaban alrededor de la iglesia, manteniéndose en la sombra, donde no llegaba la luz de las ventanas.
Detrás de la iglesia, hilera tras hilera de tumbas nevadas sobresalía una manta azul pálido salpicada de rojo, dorado y verde deslumbrantes, los reflejos provenientes de los vidrios de colores. Sosteniendo firmemente su varita con la mano metida en el bolsillo, Harry se aproximó a la tumba más cercana.
-¡Mira esto, es un Abbot, puede ser algún pariente lejano de Hannah!
-Baja el volumen de tu voz -le rogó Hermione.
Caminaron más dentro del cementerio, dejando huellas oscuras en la nieve detrás de ellos, parándose a mirar de cerca las palabras sobre las viejas tumbas, cada vez escudriñando en la oscuridad para asegurarse de que estaban completamente solos.
-¡Aquí, Harry!
Hermione estaba dos hileras de tumbas más allá; Harry tuvo que caminar de vuelta hacia ella, su corazón saliéndosele del pecho.
-¿Es…?
-No, ¡pero mira!
Apuntó a la piedra oscura. Harry se inclinó y vió, en el granito manchado de líquenes, el nombre de Kendra Dumbledore y, un poco más abajo sus fechas de nacimiento y muerte, y Su Hija Ariana. También había una cita:

Donde esté tu tesoro, también estará tu corazón.
Entonces Rita Skeeter y Muriel tenían algo de razón. La familia Dumbledore había vivido ahí, y parte de ella había muerto ahí.
Ver la tumba era peor que escucharlo. Harry no pudo evitar pensar en que ambos, Dumbledore y él, tenían profundos arraigos en este cementerio, y que Dumbledore debería haberle dicho algo al respecto, no pensar en que él lo investigaría. Pudieron haber visitado el lugar juntos; por un momento Harry se imaginó viniendo aquí con Dumbledore, el lazo que podrían haber creado al hacerlo, de lo mucho que hubiera significado para él. Pero parecía que a Dumbledore el hecho de que sus familias reposaran en el mismo cementerio había sido una coincidencia sin importancia, irrelevante, quizás, para el trabajo que quería que Harry llevase a cabo.
Hermione estaba mirando a Harry, y él se sintió agradecido de que su rostro estuviera escondido en la sombra. Leyó las palabras de la tumba nuevamente. Donde esté tu tesoro, también estará tu corazón. No entendía lo que significaban estas palabras. Seguramente Dumbledore las había escogido, como el miembro mayor de la familia a la muerte de su madre.
-¿Estás seguro de que nunca mencionó…? -comenzó Hermione.
-No -dijo Harry en tono cortante-, sigamos buscando -y se alejó, deseando no haber visto la tumba: No quería que su entusiasmo se empañara con resentimiento.
-¡Aquí! -gritó Hermione otra vez un momento después, en una parte fuera de la oscuridad-. ¡Ah no, perdón! Pensé que decía Potter.
Estaba frotando una piedra desmoronada y musgosa, mirándola, frunciendo un poco el ceño.
-Harry, vuelve un momento.
Harry no tenía ganas de abrirse camino sobre la nieve de nuevo, y de mala gana volvió hacia ella.
-¿Qué?
-¡Mira esto!
La tumba era extremadamente vieja, tan maltratada por el paso del tiempo que Harry difícilmente podía leer un nombre en ella. Hermione le mostró el símbolo debajo de él.
-¡Harry, esa es la marca del libro!
Miró fijamente el lugar que le indicaba: La piedra estaba tan desgastada que era difícil saber lo que estaba tallado ahí, aunque parecía ser una marca triangular debajo del nombre ilegible.
-Sí… puede ser…
Hermione encendió su varita y la apuntó al nombre en la piedra.
-Dice Ig- Ignotus, creo…
-Voy a seguir buscando a mis padres, ¿vale? –le dijo Harry, en un tono levemente cortante, y se alejó, dejándola encogida a un lado de la vieja tumba.
De tanto en tanto reconocía un apellido, como Abbott, que había escuchado en Hogwarts. Algunas veces había varias generaciones de la misma familia mágica escritas sobre las tumbas: Harry podía imaginarse, por las fechas, que ya había muerto la mayoría, o que el resto de la familia se había mudado lejos del Valle de Godric. Cuanto más se internaba en las tumbas, y cada vez que encontraba un nuevo nombre, sentía una sacudida de aprehensión, un presentimiento.
La oscuridad y el silencio parecían volverse, de repente, más profundos. Harry miró alrededor, preocupado, pensando en los dementotes, luego se dio cuenta de que los villancicos habían terminado, que el bullicio y la agitación de los visitantes de la iglesia se extinguía al momento en que se encaminaban a la plaza. Alguien dentro de la iglesia estaba apagando las luces.
Entonces la voz de Hermione resonó en la oscuridad por tercera vez, clara y definida desde unos metros más allá.
-Harry, están aquí… justo aquí.
Y él supo, por su tono, que esta vez eran sus padres. Se encaminó hacia ella, sintiendo como si algo muy pesado le oprimiera el pecho, la misma sensación que había tenido justo después de que Dumbledore hubiera muerto, una aflicción que pesaba sobre su corazón y sus pulmones.
La tumba estaba sólo dos hileras detrás de la de Kendra y Ariana. Estaba hecha de mármol blanco, como la de Dumbledore, y eso la hacía fácil de leer, pues parecía brillar en la oscuridad. Harry no necesitó arrodillarse o acercarse demasiado para leer las palabras talladas en ella.

JAMES POTTER LILY POTTER
NACIDO EL 27 DE MARZO DE 1960 NACIDA EL 30 DE ENERO DE 1960
MURIÓ EL 31 DE OCTUBRE DE 1981 MURIÓ EL 31 DE OCTUBRE DE 1981

El último enemigo que debe ser destruido es la muerte.

Harry leyó las palabras lentamente, como si sólo tuviera una única oportunidad para entender su significado, y leyó la última parte en voz alta.
-El último enemigo que debe ser destruido es la muerte… -un pensamiento terrible vino a él, acompañado de un poco de pánico-. ¿No es una idea de Mortífago? ¿Por qué está ahí?
-No significa derrotar a la muerte en la manera en que lo ven los Mortífagos, Harry -dijo Hermione, con voz gentil-. Significa… no sé… vivir más allá de la muerte. Vivir después de la muerte.
Pero ellos no vivían, como Harry: Se habían ido. Las palabras vacías no podían disfrazar el hecho de que los restos de sus padres descansaban debajo de la nieve y la piedra, indiferentes, desconocidos. Y las lágrimas se le escaparon antes de que pudiera contenerlas, calientes al principio y congelándose en su rostro después, ¿había razones para limpiárselas, o de fingir más fortaleza? Las dejó caer, sus labios oprimidos fuertemente uno contra el otro, con la mirada baja hacia la espesa nieve escondiendo de su vista el lugar donde finalmente descansaban Lily y James, en los huesos ahora, o convertidos en polvo, no sabiendo ni importándoles el hecho de que su hijo estuviera parado ahí, tan cerca, con el corazón aún latiendo, vivo gracias a su sacrificio y cerca de desear, en este momento, estar durmiendo bajo la nieve con ellos.
Hermione le había tomado la mano nuevamente, apretándola fuertemente. Él no podía mirarla, pero le devolvió el apretón, tomando bocanadas profundas de aire nocturno, tratando de mantenerse en calma, tratando de volver a controlarse. Debió haber traído algo para ellos, y ni siquiera lo había pensado, y cada planta en el cementerio estaba medio congelada. Pero Hermione levantó su varita, hizo un círculo en el aire, y una guirnalda de rosas navideñas floreció frente a ellos. Harry la tomó y la colocó sobre la tumba de sus padres.
Tan pronto como se levantó quiso irse: No podía estar un momento más ahí. Puso su brazo alrededor de los hombros de Hermione, y ella puso el suyo alrededor de su cintura, y se volvieron en silencio alejándose a través de la nieve, pasando frente a la tumba de la madre y la hermana de Dumbledore, de regreso hacia la oscura iglesia y la ahora oculta verja.
 
Ir arriba