jueves, 26 de julio de 2007

El último lugar donde esconderlo

CAPITULO 27 - EL ULTIMO LUGAR DONDE ESCONDERLO

No había forma de dirigirlo, el dragón no podía ver a donde iba, y Harry sabía que si giraba repentinamente o daba una vuelta en medio del vuelo encontrarían imposible sujetarse a su amplio lomo. Sin embargo, mientras subían más y más alto, Londres se desplegaba debajo como un mapa en gris y verde. El sentimiento que abrumaba a Harry era de gratitud por una fuga que había parecido imposible. Agachándose sobre el cuello de la bestia, se aferró con fuerza a las metálicas escamas, mientras la fresca brisa aliviaba su piel quemada y ampollada, las alas del dragón batían el aire como las velas de un molino de viento. A su espalda, ya fuera por deleite o miedo, no podría decirlo, Ron seguía jurando en voz alta y Hermione parecía estar sollozando.
Después de cinco minutos o así, Harry perdió algo del instantáneo pavor a que el dragón fuera a tirarlos, ya que al parecer este no intentaba más que alejarse tanto como fuera posible de su prisión en el subsuelo, pero la cuestión de cómo y cuando iban a desmontar continuaba resultando aterradora. No tenía idea de cuando tiempo podían volar los dragones sin tomar tierra, ni de cómo este dragón en particular, que apenas podía ver, podría localizar un buen lugar para aterrizar. Miraba alrededor constantemente, imaginándose que podía sentir su cicatriz hormigueando…
¿Cuánto tiempo pasaría antes de que Voldemort se enterara de que habían irrumpido en la bóveda de los Lestrange? ¿Cuánto tardarían los duendes de Gringotts en notificarselo a Bellatrix? ¿Con cuánta rapidez descubrirían qué era lo que se habían llevado? Entonces, cuándo descubrieran que la copa dorada no estaba… Voldemort sabría, finalmente, que estaban buscando los Horrocruxes…
El dragón parecía tener ganas de aire más fresco y limpio, subió sin parar hasta que estubieron volando entre volutas de nubes frías, y Harry no pudo seguir observando los puntos de colores, que eran coches que fluían hacia dentro y hacia fuera de la capital. Siguieron volando sobre la campiña dividida en parches verdes y marrones, sobre caminos y ríos que serpenteaban a través del paisaje como haces de cintas satinadas.
—¿Qué crees que está buscando? –chilló Ron mientras seguían volando más y más hacia el norte.
—Ni idea –gritó Harry en respuesta. Sus manos estaban entumecidas por el frió pero no hizo ningún intento por soltar su asidero. Llevaba un rato preguntándose que harían si veían la costa aparecer bajo de ellos, si el dragón se dirigiera hacia mar abierto. Estaba congelado y entumecido, eso sin mencionar que estaba desesperadamente hambriento y sediento. ¿Cuándo, se preguntaba, había disfrutado la bestia de su última comida? Seguramente necesitaría alimento pronto ¿Y si, en ese momento, se diera cuenta de que llevaba a tres humanos perfectamente comestibles sentados en el lomo?
El sol se deslizó mas abajo en el cielo, que estaba volviéndose de color índigo, y el dragón siguió volando, ciudades y pueblos desaparecían de vista bajo de ellos, su enorme sombra se deslizaba sobre la tierra como si fuera una gran nube oscura. Cada parte de Harry se resentía por el esfuerzo que suponía sostenerse sobre el lomo del dragón.
—¿Es mi imaginación, —gritó Ron después de un considerable rato de silencio—, o estamos perdiendo altura?
Harry miro hacia abajo y vio montañas verde profundo y lagos cobrizos por el atardecer. El paisaje parecía hacerse más grande y detallado mientras miraba por encima del costado del dragón, y se preguntaba si éste habría adivinado la presencia de agua fresca por los destellos de la luz del sol reflejándose en ella.
El dragón voló más y más bajo, en grandes círculos en espiral, sobre lo que al parecer era uno de los lagos más pequeños.
—¡Yo digo que saltemos cuando baje lo suficiente! –grito Harry a los otros—. ¡Directos al agua antes de que se de cuenta de que estamos aquí!
Estuvieron de acuerdo, Hermione un poco débilmente, y Harry podía divisar ahora el amplio vientre amarillo del dragón ondeando en la superficie del agua.
—¡AHORA!
Se deslizo por el costado del dragón y cayó en picado con los pies por delante en la superficie del lago, la caída fue más grande de lo que había estimado y golpeó el agua con fuerza, hundiéndose como una piedra en un mundo helado, verde y lleno de juncos. Pataleó hacia la superficie y emergió, resoplando. Vio enormes ondas emanando en círculos desde los lugares donde Ron y Hermione habían caído. El dragón no parecía haber notado nada. Estaba ya cincuenta pies mas allá, descendiendo en picado sobre el lago para tomar agua por su terrorífico morro. Mientras Ron y Hermione emergían del fondo del lago jadeando y escupiendo, el dragón remontó el vuelo, batiendo sus alas con fuerza, y aterrizó finalmente en un montículo distante.
Harry, Ron y Hermione se dirigieron hacia la orilla opuesta. El lago no parecía profundo. Pronto fue mas una cuestión de buscar la salida a través de juncos y fango, que de nadar, y finalmente se desplomaron, empapados, resoplando, y exhaustos sobre la hierba resbaladiza.
Hermione se derrumbó, tosiendo y estremeciéndose. Aunque Harry podría haberse echado felizmente a dormir, se puso en pie tambaleante, saco su varita, y empezó a recitar los hechizos de protección habituales alrededor de los tres.
Cuando hubo terminado, se unió a los demás. Era la primera vez que podía verlos bien desde que habían escapado de la bóveda. Ambos tenían feas quemaduras rojizas por todo el rostro y los brazos, y su ropa colgaba hecha tirones. Hacían muecas de dolor mientras se aplicaban suavemente esencia de díctamo en sus muchas heridas. Hermione le pasó a Harry el frasco, después sacó tres botellas de zumo de calabaza, que había traído de Shell Cottage; y túnicas secas y limpias para los tres. Se cambiaron y después engulleron el zumo.
—Bien, mirándolo por el lado bueno, —dijo Ron finalmente, sentado y examinando como la piel de las manos le volvía a crecer—, conseguimos el Horrocrux. Por el malo…
—…no tenemos la espada —dijo Harry apretando los dientes, mientras dejaba caer díctamo a través de un agujero chamuscado en sus vaqueros hasta la fea quemadura de debajo.
—No tenemos la espada —repitió Ron—. Esa pequeña rata traicionera…
Harry sacó el Horrocrux del bolsillo de la chaqueta empapada que acababa de quitarse y se sentó en la hierba frente a ellos. Destellaba bajo el sol, y atrajo sus miradas mientras bebían a tragos sus botellas de zumo.
—Al menos este no podemos llevarlo puesta, quedaría un poco raro colgando alrededor de nuestros cuellos, —dijo Ron, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
Hermione miró hacia el otro lado del lago, al distante montículo donde el dragón seguía bebiendo.
—¿Qué pensáis que pasara con él? —preguntó—. ¿Estará bien?
—Pareces Hagrid, —dijo Ron—, es un dragón, Hermione, puede cuidar de sí mismo. Es por nosotros por quien debemos preocuparnos..
—¿Qué quieres decir?
—Bueno no sé como explicártelo —dijo Ron—, pero creo que tal vez hayan notado que irrumpimos en Gringotts.
Los tres estallaron en carcajadas, y una vez empezaron, fue difícil parar. A Harry le dolían las costillas, se sentía débil por el hambre, pero se recostó sobre la hierba bajo el cielo rojizo y rió hasta tener la garganta en carne viva.
—¿Qué vamos a hacer al respecto? —dijo Hermione finalmente, hipando y retomando la seriedad. —Él lo sabrá, ¿no? Quien-vosotrros-ya-sabéis sabrá que sabemos lo de sus Horrocruxes.
—¡Tal vez tendrán demasiado miedo como para decírselo! —dijo Ron esperanzado—, tal vez lo encubran…
El cielo, el olor del agua del lago, el sonido de la voz de Ron se extinguieron. Un dolor atravesó la cabeza de Harry como el golpe de una espada. Estaba de pie en una habitación débilmente iluminada, y un semicírculo de magos estaba de cara a él, y en el suelo a sus pies estaba arrodillada una pequeña y temblorosa figura.
—¿Qué acabas de decirme? —Su voz era fría y fuerte, pero furia y temor ardían dentro de él. Lo único que había temido… pero no podía ser cierto, no podía entender cómo…
El duende estaba temblando, incapaz de mantener la mirada de los ojos rojos que estaban por encima de los suyos.
—¡Repítelo! —murmuró Voldemort—. ¡Repítelo de nuevo!
—¡M… mi Señor, —tartamudeó el duende, sus ojos negros muy abiertos de terror—, m… mi Señor… t… tratamos de de… detenerlos. Im… impostores, mi Señor irrumpieron… irrumpieron dentro de la… dentro de la bóveda de los Lestrage…
—¿Impostores? ¿Qué impostores? ¿Creía que Gringotts tenía formas de descubrir a los impostores? ¿Quiénes eran?
—Eran… eran… el ch… chico P… Potter y sus d… dos cómplices…
—¿Y se llevaron? —dijo, su voz se elevó, un terrible temor le inundó—, ¡Dime! ¿Qué se llevaron?
—U… una p… pequeña c… copa dorada m… mi Señor…
Gritó de furia, de negación, le sonó como si hubiera surgido de un extraño. Estaba enloquecido, frenético. No podía ser cierto, era imposible, nadie se había enterado. ¿Cómo era posible que el chico hubiera descubierto su secreto?
La Varita de Sauco cruzó rotundamente el aire y luz verde estalló por toda la habitación, el arrodillado duende cayó de lado, muerto. Los magos que observaban se dispersaron detrás de el, aterrorizados. Bellatrix y Lucius Malfoy adelantaron al resto en su carrera hacia la puerta, y una y otra vez la varita caía y aquellos que quedaban atrás fueron asesinados, todos ellos, por llevarle la noticia, por oir hablar de la copa dorada…
Solo, en medio de la muerte que había dispensado a diestro y siniestro, pasaron ante sus ojos sus tesoros, sus salvaguardas, sus anclas a la inmortalidad, el diario había sido destruido y la copa robada. ¿Y si… y si el chico sabía lo de los demás? ¿Podría saberlo, habría hecho ya algo al respecto, habría encontrado más? ¿Había sido Dumbledore el origen de esto? Dumbledore, que siembre había sospechado de él; Dumbledore, muerto a sus órdenes; Dumbledore, cuya varita era suya ahora, que se alzaba más allá de la ignominia de la muerte a través del chico, el chico…
Pero seguramente si el chico hubiera destruido cualquiera de sus Horrocruxes, él, Lord Voldemort, lo hubiera sabido, ¿lo hubiera sentido? Él, el mago más grandioso de todos, él, el más poderoso, él, el asesino de Dumbledore y de muchos otros de menor valía, hombres sin nombre. ¿Cómo podría Lord Voldemort no haber sabido, que él, su ser, lo más importante y preciado, había sido atacado, mutilado?
Cierto, no había lo sentido cuando el diario había sido destruido, pero había creído que eso se debía a que no tenía un cuerpo con que sentir, al ser menos que un fantasma… No, seguramente el resto estaba a salvo… Los otros Horrocruxes tenían que estar intactos…
Pero tenía que saber, tenía que estar seguro… Se paseó por la habitación, apartando de una patada el cadáver del duende al pasar, y las imágenes se desdibujaron y ardieron en su cerebro en ebullición: el lago, la casa y Hogwarts…
Una pizca de calma enfrió su furia ahora. ¿Cómo podría el chico averiguar que había ocultado el anillo en la casa de los Gaunt? Nadie supo nunca que estuviera relacionado con los Gaunt, había ocultado la conexión, los asesinatos nunca habían sido rastreados hasta él. El anillo, seguramente, estaba a salvo.
¿Y cómo podría el chico, o cualquiera, averiguar lo de la cueva o penetrar su protección? La idea del medallón siendo robado era absurda…
En cuanto al colegio, solo él sabía en donde había guardado el Horrocrux de Hogwarts, porque solo él había penetrado los secretos más profundos de ese lugar…
Y todavía quedaba Nagini, quien ahora debía permanecer cerca, sin ser enviada a cumplir más órdenes, bajo su protección…
Pero para estar seguro, completamente seguro, debía regresar a cada uno de sus escondites, debía redoblar la protección alrededor de cada uno de sus Horrocruxes… Un trabajo, como la búsqueda de la Varita de Sauco, que debía realizar en solitario…
¿Cuál debía visitar primero, cual estaba en mayor peligro? Una vieja inquietud osciló dentro de él. Dumbledore había conocido su segundo nombre… Dumbledore pudo haber hecho la conexión con los Gaunt… La casa abandonada era, tal vez, el menos seguro de sus escondites, era allí a donde debía ir primero…
El lago, seguramente imposible… pensar que existiera la más leve posibilidad de que Dumbledore hubiera conocido alguna de sus pasadas fechorías, durante su época en el orfanato.
Y Hogwarts… pero sabía que el Horrocrux estaba seguro. Sería imposible para Potter entrar a Hogsmeade sin ser detectado, ni que decir tiene al colegio. Sin embargo, sería prudente alertar a Snape del hecho de que el chico podría intentar volver a entrar al castillo… Contar a Snape por qué el chico podría desear volver sería absurdo, por supuesto. Había sido una grave equivocación confiar en Bellatrix y Malfoy. ¿No habían probado con su estupidez y descuido cuan imprudente era siempre confiar?
Visitaría primero la casa de los Gaunt entonces, y llevaría Nagini con él. No volvería a separarse de la serpiente… avanzó a zancadas por la habitación, a través del vestíbulo, y afuera hacia el oscuro jardín donde estaba la fuente en funcionamiento. Convocó a la serpiente en lengua parsel y esta se deslizó para reunirse con él, como una larga sombra…
Los ojos de Harry se abrieron mientras se empujaba a sí mismo de vuelta al presente. Estaba acostado en el montículo del lago bajo el sol, y Ron y Hermione le miraban. A juzgar por sus miradas preocupadas, y por el punzar continuo de su cicatriz, su súbita excursión dentro de la mente de Voldemort no había pasado inadvertida. Empezó a ponerse en pie penosamente, temblando, vagamente sorprendido de que siguiera estando mojado, y vio la copa que yacía inocentemente tras él en la hierba, y el lago, azul profundo bañado en dorado por los rayos del sol.
—Lo sabe. —Su propia voz sonaba extraña y débil después de los fuertes gritos de Voldemort—. Lo sabe y va a comprobar donde están los otros, y el ultimo, —ya estaba sobre sus pies—, está en Hogwarts. Lo sabía. Lo sabía.
—¿Qué?
Ron le miraba fijamente; Hermione se incorporó, con aspecto preocupado.
—¿Pero que viste? ¿Cómo lo sabes?
—Lo vi enterándose de lo de la copa, yo… yo estaba en su cabeza, él está —Harry recordó los asesinatos—, seriamente enfadado, y asustado también, no puede entender como lo averiguamos, y ahora va a ir a comprobar que los demás están a salvo, el anillo primero. Cree que el que está en Hogwarts es el que está más seguro, porque Snape esta allí, porque será muy difícil entrar sin ser vistos. Creo que comprobará éste el último, pero podría estar allí en cuestión de horas…
—¿Viste en que lugar de Hogwarts esta? —preguntó Ron, luchando por ponerse también sobre sus pies.
—No, estaba concentrado en advertir a Snape, no pensaba en dónde está exactamente…
—¡Esperad, esperad! —gritó Hermione mientras Ron levantaba el Horrocrux y Harry sacaba la Capa de Invisibilidad de nuevo—. No podemos ir sin más, no tenemos un plan, tenemos que…
—Tenemos que ponernos en marcha, —dijo Harry firmemente. Había esperado poder dormir, lograr meterse en la nueva tienda, pero eso era ahora imposible—. ¿Puedes imaginarte lo que va a hacer una vez se de cuenta de que el anillo y el medallón han desaparecido? ¿Y si mueve el Horrocrux de Hogwarts, si decide que no está lo suficientemente a salvo?
—¿Pero como vamos a entrar?
—Iremos a Hogsmeade, —dijo Harry—, e intentaremos idear algo una vez veamos cómo es la protección alrededor del colegio. Métete debajo de la Capa, Hermione, quiero que vayamos juntos esta vez.
—Pero no nos cubre bien…
—Estará oscuro, nadie notara nuestros pies.
El aleteo de unas alas enormes hizo eco a través del agua oscura. El dragón había bebido suficiente y había alzado el vuelo. Se detuvieron brevemente en sus preparaciones para verlo subir más y más arriba, ahora oscuro contra el cielo que se oscurecía rápidamente, hasta que desapareció sobre una montaña cercana. Entonces Hermione avanzó y ocupó su lugar entre los dos chicos. Harry estiró hacia abajo la Capa tanto como pudo, y juntos dieron vuelta sobre el terreno hacia la abrumadora oscuridad.
 
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