jueves, 26 de julio de 2007

El cuento del principe

CAPITULO 33 - EL CUENTO DEL PRINCIPE

Harry permaneció arrodillado junto a Snape, simplemente mirándolo, hasta que de pronto una aguda y fría voz habló tan cerca de ellos que Harry se puso en pie de un salto, sujetando firmemente el frasco entre sus manos y pensando que Voldemort había vuelto a entrar a la habitación.
La voz de Voldemort resonó desde las paredes y el piso, y Harry se dio cuenta de que estaba hablando para Hogwarts y todo lo que lo rodeaba, que quienes vivían en Hogsmeade y todos aquellos que aún peleaban en el castillo lo escucharían tan claramente como si estuviera parado detrás de ellos, sintiendo su aliento en sus cuellos, como un soplo de muerte.
- Habeis peleado – dijo la voz, fría y aguda – valientemente. Lord Voldemort sabe valorar el coraje.
"Aun así, habeis sufrido grandes pérdidas. Si continuais resistiéndoos a mí, todos vosotros morireis, uno por uno. No quisiera que esto pasara. Cada gota de sangre mágica que se derrama es una pérdida y un desperdicio.
"Lord Voldemort es piadoso. Ordeno a mis tropas retirarse inmediatamente.
"Teneis una hora. Preparad vuestra muerte con dignidad. Tratad a los heridos.
"Ahora te hablo a ti, Harry Potter. Has permitido que tus amigos mueran por ti en vez de enfrentarte conmigo. Esperaré durante una hora en el Bosque Prohibido. Si cuando acabe esa hora no has venido a verme, si no te has rendido, entonces la lucha se reiniciará. Pero esta vez yo mismo entraré en la batalla, Harry Potter, y te encontraré, y castigaré a cada hombre, mujer o niño que trate de protegerte. Una hora.
Tanto Ron como Hermione sacudieron sus cabezas frenéticamente, mirando a Harry:
-No lo escuches – dijo Ron.
-Todo irá bien – recalcó Hermione, con firmeza – Sólo... volvamos al castillo, si ha ido al bosque necesitamos otro plan…
La chica miró el cuerpo de Snape, y luego se apresuró en ir hacia la entrada del túnel. Ron fue detrás de ella. Harry recogió la capa de invisibilidad, y luego miró a Snape. No sabía que sentir, excepto una fuerte impresión por como Snape había sido asesinado, y la razón por la que eso había pasado.
Se juntaron en su regreso por el túnel, sin que ninguno de los tres hablara, y Harry se preguntó si Ron y Hermione aún podían escuchar a Voldemort resonando en sus cabezas, como a él le ocurría.
"Has permitido que tus amigos mueran por ti en vez de enfrentarte conmigo. Esperaré durante una hora en el Bosque Prohibido… Una hora…"
Pequeños trozos de algo parecían estar esparcidos en el frente del castillo. Faltaba una hora más o menos para el amanecer, y aún así todo estaba en completa oscuridad. Los tres se apresuraron a ir hacia los escalones de piedra. Un perro solitario, del tamaño de un bote pequeño, yacía frente a ellos. No había ninguna señal de Grawp o de su atacante.
El castillo estaba inusualmente silencioso. No había destellos luminosos, ni explosiones, gritos o exclamaciones. Las gárgolas de la desierta entrada estaban salpicadas de sangre. Aún había esmeraldas esparcidas por el suelo, junto con trozos de mármol y madera astillada. Parte de las barandillas había sido destrozada.
- ¿Dónde estarán todos? – susurró Hermione.
Ron iba el primero en su camino hacia el Gran Comedor. Harry se detuvo en el umbral.
Las mesas de las Casas ya no estaban, y la habitación estaba repleta. Los sobrevivientes se mantenían abrazados en grupos. Los heridos estaban siendo tratados por Madam Pomfrey y algunos ayudantes en una plataforma. Firenze se encontraba entre los heridos, emanaba sangre de su costado, y se sacudía desde donde estaba tendido, incapaz de ponerse de pie.
Los muertos se encontraban en una fila en el medio del salón. Harry no podía ver el cuerpo de Fred, ya que su familia lo rodeaba. George estaba arrodillado junto a su cabeza, la señora Weasley; tendida sobre el pecho de Fred, temblando incontrolablemente. El señor Weasley le acariciaba el cabello, mientras las lágrimas caían de sus ojos.
Sin decirle nada a Harry, Ron y Hermione se alejaron. Harry vio a Hermione aproximarse a Ginny, cuya cara estaba hinchada y turbada, y abrazarla. Ron se acercó a Bill, Fleur y Percy, quien puso un brazo alrededor de los hombros de Ron. Mientras Ginny y Hermione se aproximaban más al resto de la familia, Harry observó los cuerpos tendidos junto a Fred. Remus y Tonks, pálidos, quietos y con una mirada de paz, parecían dormir bajo el negro cielo encantado.
El Gran Comedor parecía alejarse volando, hacerse más pequeño, encogerse, mientras Harry se alejaba rápidamente del umbral. No podía respirar. No podía soportar mirar los demas cadáveres para ver quienes más habían muerto por él. No podía soportar el estar con los Weasley, no podía mirarlos a los ojos sabiendo que de haberse rendido de inmediato, Fred nunca hubiese muerto.
Dio media vuelta y corrió hacia la escalera de mármol. Lupin, Tonks… Anhelaba no sentir… deseaba poder arrancarse el corazón, el estómago, todo lo que gritaba dentro de él.
El castillo estaba completamente vacío, incluso los fantasmas parecían haberse unido a la masa de luto en el Gran Comedor. Harry corrió sin detenerse, aferrando el frasco de cristal que contenía los últimos pensamientos de Snape, sin aminorar el paso hasta que llegó a la gárgola de piedra que cuidaba la oficina del director.
- ¿Contraseña?
- ¡Dumbledore! - gritó Harry sin pensarlo, pues era a él a quien quería ver, y para su sorpresa, la gárgola se hizo a un lado, abriéndole el paso a la escalera de espiral a sus espaldas.
Pero cuando Harry irrumpió en la oficina circular la encontró cambiada. Los portarretratos que colgaban de las paredes estaban vacíos. Ni un solo director o directora permanecía allí para verlo, todos, según parecía, se habían ido, tal vez porque en las pinturas alrededor del castillo podían ver más claramente lo que estaba pasando.
Harry miró desesperanzado al marco vacío de Dumbledore, que colgada directamente detrás de la silla del director, y luego le dio la espalda. El Pensadero de piedra se encontraba en la misma cabina de siempre. Harry lo cargó hasta el escritorio e introdujo los recuerdos de Snape en la gran vasija con las marcas de runas en el borde. Escapar a la cabeza de otro sería un gran alivio… nada podía ser peor que sus propios pensamientos, aunque hubiesen pertenecido a Snape. Los recuerdos se arremolinaron, plateados y extraños, y sin dudarlo, con un sentimiento de imprudente abandono, aún sabiendo que esto aumentaría su pesar, Harry se zambulló.
Sintió la luz del sol, y sus pies tocaron un suelo cálido. Al enderezarse, pudo ver que estaba en un patio de juegos casi totalmente desierto. Una única y gran chimenea era lo que distinguía en el lejano horizonte. Dos niñas se columpiaban hacia delante y atrás, y un niño delgadísimo las observaba desde detrás de unos arbustos. Su cabello negro era largo, y su ropa era tan desastrosa que parecía a propósito: jeans demasiado cortos, un abrigo lamentable y demasiado largo que podía haber pertenecido a un adulto y una extraña polera que parecía un delantal.
Harry se acercó al muchacho. Snape parecía tener unos nueve o diez años, pálido, pequeño y rudo. Había codicia sin disfrazar en su delgado rostro, mientras observaba a la más joven de las dos hermanas columpiarse más y más alto que su hermana.
- ¡Lily, no hagas eso! – gritó la mayor
Pero la chica se había soltado del columpio en el punto más alto de este, y voló por los aires (literalmente, voló) y se lanzó hacia el cielo con una gran carcajada, y en vez de estrellarse contra el asfalto de patio, se elevó como un trapecista por el aire, manteniéndose arriba durante bastante tiempo y aterrizando suavemente.
- ¡Mamá te dijo que no lo hicieras!
Petunia dejó de columpiarse hundiendo sus sandalias en la tierra, provocando un crujido, y luego se puso de pie, con las manos en la cintura.
- ¡Mamá dijo que no tenías permiso para hacerlo, Lily!
- Pero estoy bien – dijo Lily, aún riendo – Tuney, mira esto. Mira lo que puedo hacer.
Petunia miró alrededor. El patio estaba vacío, a excepción de ellas mismas y, a pesar de que ellas no lo sabían, Snape. Lily recogió una flor que se había caído del arbusto detrás del cual Snape se escondía. Petunia avanzó, evidentemente dividida entre la curiosidad y la desaprobación. Lily esperó a que Petunia estuviese lo suficientemente cerca como para ver bien, y luego abrió la palma de su mano. La flor se sentó ahí, abriendo y cerrando sus pétalos, como si fuera una ostra extraña y bizarra, con muchos labios.
- ¡Detenlo! – chilló Petunia.
- No te hace daño – replicó Lily, pero cerro su mano y arrojó la flor.
- No está bien – dijo Petunia, pero sus ojos habían seguido el vuelo de la flor hacia el suelo, y los mantuvo fijos en ese lugar - ¿Cómo lo haces? – añadió, con una voz que indicaba cuanto quería saber.
- Es obvio, ¿no? – Snape ya no podía contenerse, y saltó de detrás de los arbustos. Petunia gritó y retrocedió corriendo hacia los columpios, pero Lily, aunque claramente asustada, permaneció donde estaba. Snape pareció lamentar haber aparecido. Una capa de rubor se posó en sus pálidas mejillas mientras miraba a Lily.
- ¿Qué es obvio? – preguntó Lily.
Snape parecía nervioso y exaltado. Mirando a Petunia, que se asomaba por detrás de los columpios, bajó la voz y dijo:
- Yo sé lo que eres.
- ¿Qué quieres decir?
- Eres… eres una bruja – susurró Snape.
La niña se mostró ofendida.
- ¡Eso no es algo muy agradable para decirselo a alguien!
Se dio vuelta, con la nariz hacia arriba, y se alejó hacia su hermana.
- ¡No! – dijo Snape. Ahora estaba completamente colorado, y Harry se preguntó porque no que quitaba su ridículamente largo abrigo, a menos que fuera porque no quería mostrar el delantal que traía debajo. Aleteó detrás de las chicas, pareciéndose grotescamente a un murciélago, al igual que su yo mayor.
Las hermanas lo examinaron con una mirada desaprobatoria, y se colgaron de las poleas de uno de los columpios, como si ese fuera un lugar seguro.
- Lo eres - le dijo Snape a Lily – Eres una bruja, te he estado observando desde hace tiempo. Pero no tiene nada de malo, mi madre también lo es, y yo soy un mago.
La risa de Petunia era como agua fría.
- ¡Un mago! – exclamó, recuperando el coraje ahora que ya había superado el susto la aparición repentina - ¡Yo sé quien eres! ¡Eres ese tal Snape! Vivis al terminar Spinner End, cerca del río – le dijo a Lily, y era evidente por su tono de voz que consideraba la dirección muy poco recomendable - ¿Por qué nos has estado espiando?
- ¡No he estado espiando! – dijo Snape, acalorado, incómodo y con el cabello sucio bajo la luz del sol – No te espiaría a ti, de todas formas – añadió con desprecio – eres una muggle.
Aunque claramente Petunia no entendía la palabra, intuía lo que era por el tono.
- ¡Ven, Lily, vamonos! – dijo fríamente. Lily obedeció a su hermana de inmediato, mirando a Snape mientras se iba. Él no dejó de mirarlas en su camino hacia el portón de la plaza, y Harry, el único que quedaba para observarlo, pudo reconocer en él una amarga decepción, y comprendió que Snape había estado planeando este momento desde hacia mucho, y que le había salido completamente mal…
La escena se disolvió, y antes de que Harry se diera cuenta, se rehizo a su alrededor. Ahora estaba en un pequeño bosque. Podía ver el agua de un río brillando a través de los troncos. Las sombras que daban los árboles dejaban un claro verde y fresco. Dos niños se encontraban sentados en suelo, cara a cara y con las piernas cruzadas. Snape se había quitado el abrigo, y su delantal parecía menos peculiar a media luz.
- … y el Ministerio puede castigarte por hacer magia fuera de la escuela, te envían cartas.
- ¡Pero yo sí he hecho magia fuera de la escuela!
- Estamos a salvo. Aún no tenemos nuestras varitas. Te dejan en paz cuando eres un niño y no puedes evitarlo. Pero cuando cumples once – y asintió, dándose importancia – y te comienzan a entrenar, debes ser más cuidadoso.
Hubo un pequeño silencio. Lily había recogido una ramita caída y la hacía girar en el aire; Harry supo que la niña imaginaba chispas saliendo de ella. Luego dejó caer la ramita y se inclinó hacia el chico.
-Es verdad ¿no? ¿No es una broma? Petunia dice que me estás mintiendo. Petunia dice que no existe Hogwarts. Es verdad, ¿no?
- Es verdad para nosotros – dijo Snape - no para ella. Pero recibiremos la carta, tú y yo.
- ¿En serio? – susurró Lily.
- Definitivamente – dijo Snape, e incluso con su mal corte de cabello y su extraña ropa, su figura pareció enaltecerse en frente de ella, lleno de confianza en su destino.
- ¿Y de verdad me llegará por lechuza? – susurró Lily.
- Normalmente – dijo Snape – pero eres hija de muggles, así que alguien de la escuela tendrá que venir a explicarsele a tus padres.
- ¿Existen diferencias por ser hija de muggles?
Snape dudó un instante. Sus ojos negros, impacientes y repentinamente abatidos, recorrieron la pálida cara y el cabello rojo oscuro.
- No – dijo – No existe ninguna diferencia.
- Que bien –dijo Lily, relajándose. Estaba claro que eso la había estado preocupando.
- Tienes mucha magia – dijo Snape – pude verlo. Todo el tiempo que te observé…
Su voz fue desapareciendo, ella no estaba escuchando, pero se había estirado en el suelo frondoso y miraba hacia las hojas en las copas de los árboles que había sobre ellos. Él la miró con tanta intensidad como la había mirado en el patio de juegos.
- ¿Cómo van las cosas en tu casa? – preguntó Lily.
Snape frunció un poco el entrecejo.
- Bien – dijo.
- ¿Ya no se pelean?
- Oh, sí. Sí se pelean – dijo Snape, recogiendo un montón de hojas y rompiéndolas, aparentemente sin darse cuenta de lo que estaba haciendo - Pero no falta mucho para que me vaya.
- ¿A tu padre no le gusta la magia?
- Creo que no hay nada que le guste mucho – dijo Snape.
- ¿Severus?
Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Snape cuando ella mencionó su nombre.
- ¿Si?
- Hablame otra vez sobre los Dementores.
- ¿Qué quieres saber de ellos?
- Si yo uso magia fuera de la escuela…
- ¡No te enviarán a los Dementores por eso! Los Dementores son para gente que ha hecho cosas realmente malas. Son los guardianes de la prisión mágica, Azkaban. Pero tú no irás a Azkaban, eres demasiado…
Snape se sonrojó nuevamente y destrozó más hojas. Luego, un ligero crujido detrás de Harry hizo que se diera vuelta: Petunia, escondida detrás de un árbol, había perdido el equilibrio.
- ¡Tuney! – exclamó Lily, con una voz llena de sorpresa y bienvenida, pero Snape se había puesto de pie de un salto.
- ¿Quién espía a quién ahora? – gritó – ¿Qué es lo que quieres?
Petunia había perdido el aliento, alarmada por haber sido atrapada. Harry podía ver como luchaba por encontrar algo hiriente que decir.
- ¿Y tú, qué traes puesto? – dijo, señalando al pecho de Snape - ¿Una blusa de tu mami?
Escucharon un "CRACK": una rama cayo sobre la cabeza de Petunia. Lily gritó, la rama golpeó a Petunia en el hombro, quien retrocedió y se echó a llorar.
- ¡Tuney!
Pero Petunia había salido corriendo. Lily se volteó hacia Snape.
- ¿Tú hiciste que pasara eso?
- No – el chico parecía desafiante y asustado.
- ¡Fuiste tú! – la niña se alejaba, sin darle la espalda - ¡Fuiste tú! ¡La lastimaste!
- No… ¡no lo hice!
Pero la mentira no convenció a Lily: después de una última mirada fulminante, se fue corriendo del bosquecillo, detrás de su hermana, y Snape se quedó allí, miserable y confundido…
Y el escenario se rearmó. Harry miró a su alrededor, se encontraba en el anden 9 y ¾, y Snape estaba a su lado, ligeramente encorvado, junto a una mujer delgada, pálida y con una mirada amarga, que le recordaba mucho a él. Snape miraba a una familia de cuatro miembros que se encontraba a una escasa distancia. Las dos niñas estaban un tanto alejadas de sus padres. Lily parecía estar discutiendo con su hermana. Harry se acercó más para escuchar.
- ¡…lo siento mucho, Tuney, lo siento! Escucha – tomó la mano de su hermana, y la sostuvo, a pesar de que Petunia trataba de soltarse – Tal vez cuando llegue (¡Escucha, Tuney!) Tal vez cuando llegue, podré ir a hablar con el profesor Dumbledore y convencerlo para que cambie de opinión.
- ¡Yo… no… quiero… ir! – dijo Petunia, forcejeando por quitar su mano de entre las de su hermana - ¿Crees que quiero ir a un estúpido castillo a aprender a ser una… una…?
Sus ojos claros recorrieron la plataforma, sobre los gatos maullando en los brazos de sus dueños, sobre las lechuzas ululando y aleteándose unas a otras en sus jaulas, sobre los estudiantes, algunos ya vestidos con sus largas túnicas negras, cargando sus baúles al interior del tren escarlata o saludándose felices unos a otros después de un verano sin verse.
- ¿…crees que quiero ser un… un… fenómeno?
Los ojos de Lily se llenaron de lágrimas mientras Petunia conseguía recuperar su mano.
- No soy un fenómeno – dijo Lily – Es horrible que digas eso.
- Ahí es a donde vas – dijo Petunia, ardientemente – A una escuela especial para fenómenos. Tú y ese Snape… raros, eso es lo que sois. Es bueno que te separen de la gente normal. Es por nuestra propia seguridad.
Lily miró a sus padres, quienes miraban la plataforma con un aire de dicha total, disfrutando la escena. Luego volvió a mirar a su hermana, y su voz se volvió baja y fría.
-No pensabas que era una escuela para fenómenos cuando le escribiste al director rogándole que te aceptara.
Petunia se puso escarlata
-¿Rogandole? ¡Yo no le rogué!
-Vi su respuesta. Fue muy amable.
-¡No debiste haberlo leído…! – susurró Petunia – Era algo privado… ¿Cómo pudiste?
Lily se delató a sí misma al mirar hacia donde se encontraba Snape. Petunia jadeó.
- ¡Ese chico la encontró! ¡Tú y ese niño habeis estado espiando en mi habitación!
- No… no espiando – ahora era Lily quien estaba a la defensiva – ¡Severus vio el sobre, y no podía creer que un no mago fuera capaz de contactar con Hogwarts, eso es todo! Dice que debe haber magos trabajando encubiertos en el servicio postal y que ellos se encargan de…
- ¡Aparentemente los magos meten las narices en todas partes! – dijo Petunia, ahora tan pálida como antes sonrojada - ¡Fenómeno! – le espetó a su hermana, encaminándose luego hacia sus padres.
La escena se disolvió una vez más. Snape recorría el corredor del Expreso de Hogwarts mientras este atravesaba el país. Ya se había puesto su túnica de la escuela, seguramente había aprovechado la primera oportunidad que había tenido para deshacerse de su extraña ropa muggle. Al fin se detuvo, fuera de un compartimiento en el cual unos chicos muy ruidosos conversaban. Encogida en un asiento de la esquina, junto a la ventana, estaba Lily, con su cara apretada contra el cristal de la ventana.
Snape abrió la puerta del compartimiento y se sentó frente a Lily. Ella lo miró y luego volvió la vista hacia la ventana. Había estado llorando.
- No quiero hablar contigo – dijo con la voz contraída.
- ¿Por qué no?
- Tuney m-me odia. Por ver la carta que Dumbledore le envió.
- ¿Y qué?
Lily le lanzó una mirada de profundo desprecio.
- ¡Que es mi hermana!
- Ella es sólo una… - Snape se contuvo rápidamente, pero Lily, demasiado ocupada en secarse las lágrimas sin que nadie se diera cuenta, no lo escuchó.
- ¡Pero nosotros nos vamos! – dijo él, sin poder contener la emoción en su voz - ¡Este es el gran momento! ¡Nos vamos a Hogwarts!
Ella asintió, restregándose los ojos, pero muy a su pesar, sonrió ligeramente.
- Más te vale estar en Slytherin – dijo Snape, envalentonado por el hecho de que se hubiese alegrado un poco.
- ¿Slytherin?
Uno de los chicos con los que compartían el vagón, que no había demostrado el menor interés en Lily o Snape hasta ese momento, miró a su alrededor al escuchar esa palabra, y Harry, cuya atención se había concentrado completamente en los dos que estaban junto a la ventana, vio a su padre: delgado, con el cabello negro igual que Snape, pero con ese aire indefinido de haber sido querido, incluso adorado, y que a Snape tanta falta le hacía.
-¿Quién quiere estar en Slytherin? Creo que mejor me voy, ¿te vienes? – preguntó James al chico tendido en los asientos de enfrente, y con un estremecimiento, Harry se dio cuenta de que era Sirius. Sirius no sonreía.
-Toda mi familia ha estado en Slytherin – dijo.
-Rayos – dijo James – Y a mí que me parecías normal.
Sirius sonrió.
-Tal vez rompa la tradición. ¿A dónde te irías, si tuvieras que elegir?
James levantó una espada invisible.
-¡Gryffindor, donde habitan los valientes de corazón! Igual que mi padre.
Snape hizo un ruidito de disgusto. James se giró hacia él
-¿Tienes algún problema con eso?
-No – dijo Snape, aunque el desprecio en su voz daba a entender otra cosa – Si prefieres ser un musculoso a un cerebrito...
-¿A dónde esperas ir, viendo que no eres ninguna de las dos cosas? – interrumpió Sirius.
James se echó a reír. Lily se puso de pie, un tanto sonrojada, mirando a James y a Sirius con desagrado.
- Vamos, Severus, busquemos otro compartimiento.
- Oohhhhh…
James y Sirius imitaron su voz arrogante. James trató de empujar a Snape mientras pasaba.
-¡Te veo luego, Quejicus! – gritó una voz, mientras la puerta del compartimiento se cerraba de un portazo…
Y la escena se disolvió una vez más…
Harry estaba parado detrás de Snape, mirando las iluminadas mesas de las Casas, llenas de caras. Luego la profesora McGonagall dijo:
- ¡Evans, Lily!
Harry vio a su madre avanzar con las piernas temblándole y sentarse en el inestable taburete. La profesora McGonagall puso el Sombrero Seleccionador sobre su cabeza, y apenas un segundo después de que este tocó el cabello rojo oscuro, el sombrero gritó: "¡Gryffindor!"
Harry escuchó a Snape soltar un pequeño quejido. Lily se quitó el sombrero, se lo devolvió a la profesora McGonagall, y luego se apresuró en ir a la alegre mesa de los Gryffindors, pero mientras se encaminaba hacia allá miró a Snape con una sonrisa triste en su rostro. Harry vio a Sirius acomodarse en el banco para hacerle espacio. Ella le lanzó una mirada, pareció reconocerlo del tren, cruzó los brazos y firmemente le dio la espalda.
La llamada de la lista continuó. Harry vio a Lupin, Pettigrew y a su padre unirse a Lily y Sirius en la mesa de Gryffindor. Cuando faltaban sólo una docena de estudiantes para ser sorteados, la profesora McGonagall llamó a Snape.
Harry caminó junto a él hacia el taburete, lo vio ponerse el sombrero.
- ¡Slytherin! – gritó el Sombrero Seleccionador.
Y Severus Snape caminó para el otro lado del Gran Comedor, lejos de Lily, hacia la mesa donde los de Slytherin le animaban, hacia donde Lucius Malfoy, con una placa de prefecto en el pecho, palmeaba a Snape en la espalda, mientras este se sentaba junto a él.
Y luego la escena cambió…
Lily y Snape caminaban por el patio de la escuela, evidentemente discutiendo. Harry se apresuró en alcanzarlos, para escuchar lo que decían. Mientras los alcanzaba, se dio cuenta de cuanto habian crecido. Parecía que había pasado un par de años desde el sorteo.
- ¿… a pesar de que se suponía que éramos amigos? – decía Snape - ¿Mejores amigos?
- ¡Lo somos, Sev, pero no me gustan algunas de las personas con las que te juntas! Lo siento, pero detesto a Avery y a Mulciber. ¡Mulciber! ¿Qué le ves, Sev? ¡Es aterrador! ¿Sabes lo que trató de hacerle a Mary Macdonald el otro día?
Lily había alcanzado un pilar y se apoyaba en él, mirando a la delgada y pálida cara.
- No fue nada – dijo Snape – Fue un chiste, eso era todo…
- Era magia oscura, y si eso te parece gracioso…
- ¿Y qué hay con las cosas que hace Potter con sus amigos? – demandó Snape. El color volvió a su rostro mientras decía esto, incapaz, al parecer, de mantenerse enojado.
- ¿Qué tiene que ver Potter con todo esto? – preguntó Lily.
- Se escapan de noche. Hay algo raro en ese Lupin. ¿A dónde va todo el tiempo?
-Está enfermo – dijo Lily – Dicen que está enfermo…
-¿Todos los meses en luna llena? – replicó Snape.
-Conozco tu teoría –dijo Lily fríamente– De cualquier forma, ¿Por qué te obsesionas con ellos? ¿Qué te importa lo que hagan de noche?
- Sólo trato de demostrarte que no son tan maravillosos como todos creen que son.
La intensidad de su mirada la hizo sonrojarse.
- Al menos no usan magia oscura – Lily disminuyó su voz – Y estás siendo muy ingrato, oí lo que pasó la otra noche. Fuiste a meterte a ese túnel cerca del Sauce Boxeador, y James Potter te salvó de lo que sea que haya ahí.
La cara de Snape se contrajo completamente mientras murmuraba:
- ¿Que me salvó? ¿Salvar? ¿Crees que estaba jugando al héroe? ¡Estaba salvando su cuello, y el de sus amigos también! Tú no vas a…no te permitiré…
- ¿Permitirme? ¿Permitirme?
Lily abrió sus brillantes ojos verdes como platos. Snape se arrepintió de inmediato.
- No quise decir… es sólo que no quiero que hagas el… ¡Le gustas, le gustas a James Potter! – las palabras parecían salir de Snape contra su voluntad – Y él no es… lo que todos piensan… un héroe del Quidditch… - la amargura y el desagrado de Snape lo estaban volviendo incoherente, y las cejas de Lily se elevaban más y más en su frente.
- Sé que James Potter es un idiota arrogante – dijo, cortando a Snape – No necesito que tú me lo digas. Pero la idea que Mulciber y Avery tienen del humor es simplemente malvada. Malvada. No entiendo como puedes ser amigo de ellos.
Harry dudaba mucho de que Snape hubiese siquiera escuchado sus quejas sobre Mulciber y Avery. En cuanto la había oído insultar a James Potter, todo su cuerpo se había relajado, y mientras seguían caminando el paso de Snape se volvió distinto…
Y la escena se disolvió…
Harry volvió a ver a Snape dejando el Gran Comedor luego de hacer su T.I.M.O. de Defensa Contra las Artes Oscuras, vio como se alejaba del castillo y paseaba sin darse cuenta cerca del lugar en donde James, Sirius, Lupin y Pettigrew estaban sentados juntos bajo el haya. Pero Harry se mantuvo distante esta vez, pues sabía lo que había pasado luego de que James levantaba a Snape en el aire y lo ridiculizaba, sabía lo que habían hecho y dicho, y no quería volver a escucharlo… Vio a Lily unirse al grupo y defender a Snape. A la distancia oyó a Snape gritarle, en su humillación y su furia, las palabras imperdonables: Sangre sucia.
La escena cambió…
- Lo siento.
- No me interesa.
- ¡Lo siento!
- Guarda tu aliento.
Era de noche. Lily, que vestía una túnica de gala, estaba de pie con los brazos cruzados enfrente del portarretrato de la Dama Gorda, a la entrada de la torre de Gryffindor.
- Sólo salí porque Mary me dijo que amenazabas con dormir aquí.
- Iba a hacerlo. Lo hubiera hecho. Nunca quise llamarte sangre sucia, sólo…
- ¡Se te escapo! – no había pena en la voz de Lily – Es demasiado tarde, he encontrado excusas para ti todos estos años. Ninguno de mis amigos puede entender por que te hablo. Tú y tus queridos amigos Mortífagos… ¡Ves, ni siquiera lo niegas! ¡Ni siquiera niegas que es a lo que todos aspirais! No puedes esperar para unirte a Ya – Sabes – Quien, ¿verdad?
Snape abrió la boca, pero la cerró sin hablar.
- No puedo seguir pretendiendolo. Tú escogiste tu camino, y yo el mío.
- No, escucha, no quería…
-¿Llamarme sangre sucia? Pero así es como llamas a todos los de mi clase, Severus. ¿Por qué yo debería recibir un trato especial?
Snape luchó consigo mismo, a punto de decir algo, pero con una mirada de desprecio, Lily se dio vuelta y atravesó el agujero del portarretrato.
El corredor se disolvió, y la escena se demoró un poco más en rehacerse: Harry sintió que volaba a través de figuras y colores cambiantes hasta que todo a su alrededor se solidificó otra vez y se paró en la cima de una colina, triste y fría en la oscuridad, con el viento soplando a través de las ramas de unos cuantos árboles sin hojas. El Snape adulto estaba sin aliento, girando sobre si mismo, con la varita firmemente sujeta en la mano, esperando algo o a alguien… Su miedo infectó a Harry también, a pesar de saber que no podía ser dañado, y miró sobre su hombro, preguntándose que sería lo que Snape estaba esperando…
Luego un destello de luz blanca cegadora voló a través del aire. Harry pensó en el resplandor, pero Snape había caído de rodillas y su varita había salido disparada de sus manos.
- ¡No me mate!
- Esa no era mi intención.
Cualquier sonido de la Aparición de Dumbledore había sido sofocado por el ruido del viento entre las ramas. Se detuvo junto a Snape con su túnica ondeando a su ardedor, y su cara iluminada por debajo por la luz creada por su varita.
- ¿Y bien, Severus? ¿Qué mensaje tiene Lord Voldemort para mí?
- Ni… ningún mensaje… ¡Estoy aquí por mi cuenta!
Snape se secaba las manos. Parecía un poco loco, con su desordenado pelo negro volando a su alrededor.
- Yo…vine con una advertencia… no, una petición… por favor…
Dumbledore agitó su varita. A pesar de que las hojas y las ramas aún volaban a través del aire nocturno a su alrededor, se hizo silencio en el lugar donde él y Snape se veían cara a cara.
- ¿Qué petición podría hacerme un Mortífago?
- La… la profecía… la predicción… Trelawney…
- Ah, sí – dijo Dumbledore - ¿Cuánto le contaste a Lord Voldemort?
- ¡Todo, todo lo que escuché! – respondió Snape – Es por eso que…. es por esa razón que… ¡él cree que se trata de Lily Evans!
- La profecía no hacía referencia a una mujer – dijo Dumbledore – Hablaba de un niño nacido a finales de Julio…
- ¡Sabes lo quiero decir! El piensa que se trata de su hijo, y la va a cazar… los va a matar a todos…
- Si significa tanto para ti – dijo Dumbledore – seguramente Lord Voldemort la dejará ir, ¿no? ¿No podrías pedir piedad por la madre, a cambio del hijo?
- Yo… yo ya se lo pedí…
- Eres repugnante – dijo Dumbledore, y Harry nunca había oído tanto disgusto en su voz. Snape pareció encogerse un poco – ¿No te preocupa, entonces, que su esposo y su hijo mueran? ¿Ellos pueden morir, siempre y cuando tú obtengas lo que quieres?
Snape no dijo nada, simplemente miró a Dumbledore.
- Escóndelos a todos, entonces – gruñó – Mantenla… mantenlos a salvo. Por favor.
- ¿Y qué me darás a cambio, Severus?
- ¿A… a cambio? – Snape miró a Dumbledore, y Harry pensó que se iba a quejar, pero luego de un momento muy largo dijo – Lo que sea.
La colina se deshizo, y Harry se encontró de pie en la oficina de Dumbledore. Algo hacía un sonido terrible, como un animal herido. Snape se dejó caer en una silla y Dumbledore, parado sobre él, parecía muy afligido. Luego de un momento, Snape levantó su rostro, y parecía un hombre que hubiese vivido cien años de miserias desde que había dejado la colina salvaje.
- Pensé… que iba... a mantenerla… a salvo…
- Ella y James depositaron su confianza en la persona equivocada – dijo Dumbledore – Igual que tú, Severus. ¿Acaso no esperabas que Voldemort la dejara ir?
Snape respiraba entrecortadamente.
- Su hijo sobrevivió – dijo Dumbledore.
Con un pequeño movimiento de cabeza, Snape pareció alejar algo desagradable.
- Su hijo vive. Tiene sus ojos, sus mismos ojos. Recuerdas la forma y el color de los ojos de Lily Evans, me imagino
- ¡No! – aulló Snape – Se ha ido… muerta…
- ¿Te remuerde la conciencia, Severus?
- Desearía… desearía que yo hubiese muerto…
- ¿Y eso de qué serviría? – dijo Dumbledore fríamente – Si amabas a Lily Evans, si realmente la amabas, entonces está claro lo que debes hacer.
- ¿Qué… qué quieres decir?
- Sabes como y porqué murió. Asegúrate de que no fue en vano. Ayuda a proteger al hijo de Lily.
- Él no necesita protección. El Señor Oscuro se ha ido…
- El Señor Oscuro regresará, y Harry Potter estará en un peligro terrible cuando lo haga.
Hubo una pausa muy larga, y lentamente Snape recuperó el control de sí mismo, reguló su respiración. Al fin dijo:
- Muy bien. Muy bien. ¡Pero nunca, nunca se lo diga a nadie, Dumbledore! ¡Esto queda entre nosotros! ¡Júrelo! No puedo soportar… especialmente el hijo de Potter… ¡Quiero su palabra!
- ¿Mi palabra, Severus, de no revelar nunca lo mejor de ti? – suspiró Dumbledore, mirando a la angustiada y feroz cara de Snape – Si insistes…
La oficina se disolvió y rearmó instantáneamente. Snape caminaba de un lado a otro en frente de Dumbledore.
-…. mediocre, arrogante como su padre, decidido a romper las reglas, fascinado de descubrir que es famoso, llamando la atención e impertinente…
- Ves lo que quieres ver, Severus – dijo Dumbledore, sin levantar la vista de una copia de Transformación Moderna – Otros profesores me han dicho que el chico es modesto, agradable y razonablemente talentoso. Personalmente, me parece un muchacho encantador.
Dumbledore dio vuelta a la página, y dijo sin mirar:
- Échale un vistazo a Quirrel, ¿quieres?
Un espiral de colores, y ahora todo se había oscurecido, y Snape y Dumbledore estaban de pie, un poco alejados en el hall de entrada, mientras los últimos que quedaban del Baile de Navidad pasaban junto a ellos para irse a la cama.
- ¿Y bien? – murmuró Dumbledore.
- La marca de Karkaroff también se ha oscurecido. Está aterrado, teme una venganza, usted sabe cuanta ayuda le brindó al Ministerio despues de que el Señor Oscuro cayera –Snape miró de reojo al perfil de nariz ganchuda de Dumbledore – Karkaroff huirá si la Marca comienza a quemar.
- ¿Lo hará? – preguntó Dumbledore suavemente, mientras Fleur Delacour y Roger Davies venían desde el patio, riendo - ¿Y tú, te sientes tentado a irte con él?
- No – dijo Snape, con sus ojos negros fijos en las cada vez más alejadas siluetas de Fleur y Roger – No soy tan cobarde.
- No – acordó Dumbledore – Eres un hombre mucho más valiente que Igor Karkaroff. Sabes, a veces pienso que sorteamos las Casas demasiado pronto…
Dumbledore se alejó, dejando a Snape con cara de estar herido.
Y ahora Harry estaba una vez más en la oficina del director. Era de noche, y Dumbledore giraba en la silla que parecía un trono detrás del escritorio, aparentemente semiconsciente. Su mano derecha colgaba de un lado, ennegrecida y quemada. Snape murmuraba encantamientos, señalando la muñeca de esa mano con su varita, mientras que su mano izquierda vaciaba un cáliz lleno de una poción dorada en la garganta de Dumbledore. Al cabo de unos momentos, las pestañas del director se sacudieron para abrirse.
- ¿Por qué? – dijo Snape, sin preámbulo - ¿Por qué se puso ese anillo? Lleva una maldición, seguramente ya lo sabía. ¿Por qué lo tocó?
El anillo de Marvolo Gaunt yacía en el escritorio frente a Dumbledore. Estaba roto; la espada de Gryffindor estaba tendida junto a él.
Dumbledore frunció el ceño.
- Fui… un tonto. Me vi profundamente tentado…
- ¿Tentado a que?
Dumbledore no respondió.
- ¡Es un milagro que haya podido regresar! – Snape sonaba furioso – Ese anillo portaba una maldición de un poder extraordinario, contenerla es lo más que podemos hacer; he atrapado la maldición en su mano, por ahora…
Dumbledore levantó su mano, ennegrecida e inútil, y la examinó como si se tratara de una interesante antigüedad.
- Has hecho bien, Severus. ¿Cuánto tiempo crees que me queda?
El tono de Dumbledore era el de una conversación normal, podría haber estado preguntando por un informe del clima. Snape dudó un momento, antes de hablar.
- No sabría decirlo. Tal vez un año. No hay forma de contrarrestar un hechizo así para siempre. Eventualmente, se esparcirá. Es el tipo de maldición que crece con el tiempo.
Dumbledore sonrió. La noticia de que le quedaba menos de un año de vida no parecía importarle mucho.
- Soy muy afortunado, extremadamente afortunado de tenerte, Severus.
- ¡Si sólo me hubiese llamado un poco antes, hubiese podido hacer algo más, darle algo más de tiempo! – dijo Snape, furioso. Miró el anillo roto, y la espada - ¿Creia que con romper el anillo se romperia la maldición?
- Algo así… estaba delirando, sin duda alguna…. – dijo Dumbledore. Con un gran esfuerzo se enderezó en la silla – Bueno, en realidad, eso importará más adelante.
Snape se quedó completamente perplejo. Dumbledore sonrió.
- Me refiero al plan que Lord Voldemort tiene sobre mí- Su plan para conseguir que el pobre chico Malfoy me asesine.
Snape se sentó en la silla que Harry solía ocupar, al otro lado del escritorio de Dumbledore. Harry se dio cuenta de que quería seguir hablando de la mano maldita de Dumbledore, pero que este rehusaba educadamente a seguir discutiendo el asunto. A regañadientes, Snape dijo:
- El Señor Oscuro no cree que Draco lo consiga. Esto es simplemente un castigo por las recientes faltas de Lucius. Una tortura lenta para los padres de Draco, mientras ven como este falla y paga el precio.
- En otras palabras, el chico también está condenado por una sentencia de muerte, al igual que yo – dijo Dumbledore – Ahora, creo saber que el sucesor natural del trabajo, cuando Draco falle, eres tú.
Hubo una pequeña pausa.
- Ese, según creo, es el plan del Señor Oscuro.
- ¿Lord Voldemort predice que en un momento no muy lejano no necesitará un espía en Hogwarts?
- Cree que la escuela pronto estará bajo su control, sí.
- Y si realmente cayera bajo su control – dijo Dumbledore, casi, según parecía, al aire - ¿Tengo tu palabra de que harás todo lo esté en tus manos para proteger a los estudiantes de Hogwarts?
Snape asintió firmemente.
- Bien. Ahora, tu primera prioridad es descubrir que es lo Draco trama. Un adolescente asustado es tan peligroso para el resto como para sí mismo. Ofrécele ayuda y guía, él aceptará, tú le agradas…
- … mucho menos desde que su padre perdió la confianza. Draco me culpa, cree que yo tomé el lugar de Lucius.
- De todas formas, intentalo. Me preocupo más por las posibles víctimas de cualquier ataque que se le ocurra al chico que por mí mismo. En último caso, por supuesto, sólo hay una cosa que hacer para salvarlo de la ira de Lord Voldemort.
Snape alzó las cejas y su tono de voz era sardónico al preguntar:
- ¿Piensas dejar que Voldemort te mate?
- Por supuesto que no. Tú debes matarme.
Hubo un largo silencio, interrumpido sólo por un extraño ruido de algo rompiéndose. Fawkes, el fénix, masticaba un poco de cuttlebone.
- ¿Quiere que lo haga ahora? – preguntó Snape, con la voz cargada de ironía - ¿O le doy algunos minutos para que componga su epitafio?
- Oh, todavía no– respondió Dumbledore, sonriendo – Me atrevería a decir que el momento se presentará solo en el transcurso de los acontecimientos. Dado lo que ha ocurrido esta noche – indicó su mano calcinada – podemos estar seguros que pasará durante este año.
- Si no le importa morir – dijo Snape con rudeza - ¿Por qué no deja que Draco lo haga?
- El alma de ese chico aún no está tan dañada – dijo Dumbledore – no dejaré que se rompa por mi culpa.
- ¿Y mi alma, Dumbledore? ¿Y la mía?
- Tú eres el único que sabe si tu alma se dañará al ayudar a un viejo a evitar el dolor y la humillación – dijo Dumbledore – Te pido este gran favor a ti, Severus, porque la muerte vendrá por mi con tanta certeza como los Chudley Cannons serán los últimos de la liga este año. Confieso que prefiero una salida rápida y sin dolor a la larga y caótica situación en la que me vería si, por ejemplo, Greyback está involucrado (¿Oí que Voldemort lo reclutó?) o la querida Bellatrix, a quien le gusta gusta jugar con su comida antes de comérsela.
Su tono de voz era ligero, pero sus ojos azules atravesaban a Snape al igual que tantas otras veces habían atravesado a Harry, como si pudieran ver el alma sobre la cual estaban discutiendo. Al fin, Snape volvió a asentir con firmeza. Dumbledore pareció satisfecho.
- Gracias, Severus…
La oficina desapareció, y ahora Snape y Dumbledore caminaba juntos por los vacíos patios de la escuela a media luz.
- ¿Qué hace con Potter, todas esas tardes que pasan encerrados juntos? – preguntó Snape abruptamente.
Dumbledore parecía cansado.
- ¿Por qué? ¿No tratarás de ponerle más castigos, Severus? El chico pronto pasará más tiempo castigado que fuera.
- Está actuando como su padre otra vez…
- En apariencia, tal vez, pero su naturaleza es mucho más parecida a la de su madre. Paso mucho tiempo con Harry porque debo discutir algunas cosas con él, información que debo darle antes de que sea demasiado tarde.
- Información – repitió Snape – Confía en él… no confía en mí.
- No es un asunto de confianza. Poseo, como ambos sabemos, un tiempo limitado. Es esencial que le de suficiente información como para que haga lo que necesita hacer.
- ¿Y por qué no puedo recibir yo la misma información?
- Prefiero no poner todos mis secretos en el mismo cesto, especialmente si ese cesto pasa tanto tiempo colgando del brazo de Lord Voldemort.
- ¡Lo hago bajo sus órdenes!
- Y lo haces muy bien. No creas que no estimo el constante peligro al que te expones, Severus. Entregarle a Voldemort información que parece valiosa mientras guardamos lo esencial es un trabajo que no le confiaría a nadie más que a ti.
- ¡Y aún así, confía mucho más en un chico que es incapaz de aprender Oclumancia, cuya magia es mediocre, y que tiene una conexión directa con la mente del Señor Oscuro!
- Voldemort le teme a esa conexión – dijo Dumbledore – No hace mucho, tuvo una pequeña lección sobre lo que realmente significa para él compartir la mente de Harry. Fue un dolor que nunca antes había experimentado. No volverá a tratar de poseer a Harry, estoy seguro. No de esa forma.
- No entiendo.
- El alma de Voldemort, tan desfigurada como se encuentra, no puede soportar el contacto con un alma como la de Harry. Es como una navaja de acero congelado, como la carne en llamas…
- ¿Almas? ¡Estamos hablando de mentes!
- En el caso de Harry y Lord Voldemort, hablar de una cosa es lo mismo que hablar de la otra.
Dumbledore miró a su alrededor para asegurarse de que estuvieran solos. Estaban cerca del Bosque Prohibido, pero no había señal alguna de alguien cerca de ellos.
- Después de que me hayas matado, Severus…
- ¡A pesar de que rehúsa contarme todo, espera ese pequeño servicio de mi parte! – gritó Snape, y una furia verdadera apareció en su delgada cara – ¡Toma algo tan importante como si estuviera garantizado, Dumbledore! ¡Tal vez he cambiado de idea!
- Me diste tu palabra, Severus. Y ya que hablamos de servicios que me debes, pensé que habías aceptado mantener vigilado a nuestro joven amigo de Slytherin.
Snape estaba furioso, desafiante. Dumbledore suspiró.
- Ven a mi oficina esta noche, Severus, a las once, y no podrás quejarte de que no confío en ti…
De nuevo estaban en la oficina de Dumbledore, las ventanas oscuras y Fawkes sentado en silencio, mientras Snape permanecía rígido y Dumbledore caminaba a su alrededor hablando.
- Harry no debe enterarse, no hasta el último momento, no hasta que sea necesario, de otra forma, ¿cómo tendría la fuerza necesaria para hacer lo tiene que hacer?
- Pero, ¿qué debe hacer?
- Eso el algo entre Harry y yo. Ahora escucha con atención, Severus. Llegará un momento… después de mi muerte… ¡no discutas, no me interrumpas! Llegará un momento en el que Lord Voldemort parecerá temer por la vida de su serpiente.
- ¿Nagini? – Snape parecía atónito.
- Precisamente. Cuando Lord Voldemort deje de enviar a su serpiente a cumplir sus órdenes, y la mantenga segura junto a él bajo protección mágica, entonces, creo, será seguro decirselo a Harry.
- ¿Decirle qué?
Dumbledore respiro profundamente y cerró los ojos.
- Decirle que la noche en que Voldemort trató de matarlo, cuando Lily puso su propia vida entre ellos, como un escudo, la Maldición Asesina rebotó en Lord Voldemort, y un fragmento del alma de Voldemort se apartó del resto, y fue a caer en la única alma viviente que quedaba en ese lugar. Parte de Lord Voldemort vive dentro de Harry, y eso es lo que le da el poder de hablar con las serpientes, y la conexión con la mente de Voldemort que nunca ha sido capaz de entender. Y mientras ese fragmento de alma, perdido por Lord Voldemort, permanezca adjunto y protegido por Harry, Lord Voldemort no puede morir.
A Harry le pareció que veía a los dos hombres desde el final de un largo túnel, lejos de él, con sus voces formando ecos en sus oídos.
- ¿Así que el chico… el chico debe morir? – preguntó Snape, con calma.
- Y debe hacerlo Voldemort, Severus. Eso es esencial.
Otro silencio interminable. Luego Snape dijo:
-Pensé… que todos estos años… lo estábamos protegiendo por ella. Por Lily.
-Lo hemos protegido porque es esencial enseñarle, educarle, dejarle que pruebe su fuerza – dijo Dumbledore, con los ojos aún cerrados – Mientras tanto, la conexión entre ellos se hace cada vez más fuerte, se desarrolla como un parásito. A veces creo que él mismo lo sospecha. Si le conozco bien, él lo habra arreglado todo para que cuando salga a enfrentar su muerte, esta realmente signifique el fin de Voldemort.
Dumbledore abrió los ojos. Snape estaba horrorizado.
- ¿Lo has mantenido vivo para que muera en el momento correcto?
- No te sorprendas, Severus. ¿Cuántos hombres y mujeres has visto morir?
- Últimamente, sólo a aquellos a los que no he podido salvar – dijo Snape, poniéndose de pie – Me has utilizado.
- ¿Qué quieres decir?
- He espiado y mentido por ti, me he puesto en peligro mortal por ti. Se supone que todo esto era para mantener a salvo al hijo de Lily Potter. Y ahora me dices que le has estado criando como a un cerdo para el matadero…
- Esto es conmovedor, Severus – dijo Dumbledore seriamente - ¿Te has encariñado con el chico, después de todo?
- ¿De él? – gritó Snape – Especto Patronum!
De la punta de su varita salió una sombra plateada. Aterrizó en el piso de la oficina, voló a través de ella, y escapó por la ventana. Dumbledore la observó alejarse volando, y mientras su brillo plateado se desvanecía le dio la espalda a Snape, con los ojos llenos de lágrimas.
- ¿Después de todo este tiempo?
- Siempre – dijo Snape.
Y la escena cambió. Ahora, Harry observó a Snape hablándole al portarretrato de Dumbledore detrás del escritorio.
- Tendrás que darle a Voldemort el día correcto de la salida de Harry de la casa de su tía y tío – dijo Dumbledore – No hacerlo levantaría muchas sospechas, pues Voldemort cree que estás muy bien informado. Sin embargo, debes planear las distracciones; eso, según creo, asegurará la seguridad de Harry. Trata de confundir a Mundungus Fletcher. Y, Severus, si te obligan a formar parte de la persecución, asegúrate de actuar convincentemente… cuento con que mantengas la confianza de Lord Voldemort tanto tiempo como sea posible, o Hogwarts quedará a la merced de los Carrow…
Ahora Snape estaba frente a frente con Mundungus en una taberna desconocida. La cara de Mundungus estaba curiosamente pálida, y la de Snape fruncida de concentración.
- Sugerirás a la Orden del Fénix – murmuró Snape – utilizar distracciones. La Poción Multijugos. Potters idénticos. Es lo único que podría funcionar. Olvidarás que yo te sugerí esto. Creerás que fue tu idea. ¿Entiendes?
- Entiendo – murmuró Mundungus, sus ojos desenfocados…
Ahora Harry volaba en una escoba junto a Snape, en una oscura noche despejada. Estaba acompañado por otros Mortífagos encapuchados, y adelante estaban Lupin y un Harry que en realidad era George… un Mortífago que estaba delante de Snape levantó su varita, apuntando directamente a la espalda de Lupin.
- Sectumsempra! – gritó Snape.
Pero el hechizo, dirigido a la mano del Mortífago que llevaba la varita, en vez de darle a él golpeó a George…
Y luego Snape estaba de rodillas en la vieja habitación de Sirius. Las lágrimas caían del final de la ganchuda nariz, mientras leía la vieja carta de Lily. La segunda página contenía sólo unas pocas palabras.
…pudo haber sido amiga de Gellert Grindelwald. ¡Creo que ha perdido un poco la razón!
Con amor,
Lily.
Snape tomó la página que tenía la firma de Lily, y su amor, y la guardó en su túnica. Luego rompió en dos la fotografía que también sujetaba, y guardó la parte en la que Lily se reía, tirando al suelo el pedazo en el que se veía a James y Harry, debajo de una cajonera…
Y ahora Snape estaba nuevamente en la oficina del director, mientras Phineas Nigellus llegaba corriendo a su retrato.
- ¡Director! ¡Están acampando en el Bosque de Dean! La sangre sucia…
- ¡No uses esa palabra!
- ¡… la chica Granger, entonces, mencionó el lugar mientras abría su bolsa y la escuché!
- ¡Bien, muy bien! – exclamó el portarretrato de Dumbledore detrás de la silla del director - ¡Ahora, Severus, la espada! ¡No olvides que debe ser tomada bajo circunstancias de necesidad y valor, y que él no debe saber que tú se la diste! Si Voldemort realmente puede leer la mente de Harry y te ve ayudándolo…
- Lo sé – dijo Snape, cortante. Se aproximó al portarretrato de Dumbledore y lo hizo a un lado. Se movió hacia el frente, revelando una cavidad escondida al reverso, de la cual sacó la espada de Gryffindor.
- ¿Y aún así no me dirá porqué es tan importante darle la espada a Potter? – dijo Snape, mientras echaba una capa de viaje sobre sus hombros.
- No, no lo creo – dijo el retrato de Dumbledore – Él sabe que hacer con ella. Y, Severus, sé muy cuidadoso, no serán muy amables con tu llegada después del accidente con George Weasley…
Snape se giró hacia la puerta.
- No se preocupe, Dumbledore – dijo fríamente – Tengo un plan…
Y Snape dejó la habitación. Harry salió del Pensadero, y en unos momentos se encontró en el suelo alfombrado en la misma habitación cuya puerta Snape podría haber cerrado hace sólo unos momentos.
 
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